Budimir remata en la que fue una doble ocasión clara rival en la primera parte. EP

El inquietante olor a la tierra quemada

ANÁLISIS ·

El Alavés se descuelga en otro duelo de cuchara espesa, decenas de interrupciones y todos los tópicos que ocultan con eufemismos la falta de fútbol

Sábado, 27 de febrero 2021, 21:57

Es lo que tiene el deporte de competición. Toda la semana hablando de un derbi de riñas fraternales por pura supervivencia y estableciendo paralelismos más que evidentes entre ambos equipos, clubes, ciudades, historias y dos aficiones cálidas a las que la pandemia expatria de los ... estadios y un gol casi de rebote zanja las elucubraciones. Un tanto del visitante Barja en el minuto 77 feo, acorde con el tono gris marengo de una disputa árida que sonrió al bloque con más aportaciones a la incierta causa del triunfo. En un duelo de necesidades extremas, más desde la vertiente albiazul por la suma de sensaciones negativas y peligroso estancamiento de puntos, el Alavés sale con la inquietante sensación que deja en la atmósfera el olor a la tierra quemada.

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Si ya en la ida el cuadro rojillo pudo ganar al Glorioso pese a su prematura inferioridad numérica, la vuelta ayer de las urgencias más o menos mutuas sacaba al bloque navarro de la planta hospitalaria mientras escribía un parte médico local de pronóstico reservado. Eso mirando la situación del enfermo desde la vertiente optimista del típico familiar animoso. Hasta el 0-1, en realidad todo el encuentro, la emisión recordaba a aquel programa televisivo de antaño con el nombre de 'Directísimo'. Entiéndase por ello elaboraciones mínimas, partido de cuchara espesa, segundas jugadas, decenas de interrupciones y todos aquellos tópicos que ocultan a base eufemismos la carencia de fútbol. Y dentro de la mediocridad, cueste o no reconocerlo, Osasuna mantuvo más guiños cómplices con la pelota que este Alavés de dirección única y cintura estática.

Para dinamitar se requiere antes prender la mecha y el único disparo albiazul a puerta llegó en el minuto 93

Un duelo que avanzaba a trompicones sobre los raíles anclados de antemano, sin una mísera concesión a los versos libres, de escrupuloso ajuste a un texto de digestiones complicadas y ninguna acotación a pie de página. El famoso trozo de carne en la boca que no encuentra el tubo del esófago por el que alojar el alimento dentro de la tripa. Una cita de riesgos mínimos, caras de sufrimiento, rostros ayunos de disfrute y bastantes dosis de rapiña. Me refiero al empeño por convertir una gotita de sangre rival en una hemorragia definitiva. Como la que causó el autor de la sentencia pamplonesa en el segundo palo, cuando su débil disparo encontró lo último que le faltaba al Deportivo para alimentar su desgracia. Aludo a la falta de contundencia, quizá el único recurso que sostiene al bravo equipo albiazul en estos tiempos de hambruna.

El cuadro de Abelardo conjugaba el verbo 'destruir' que declamó dos veces en apenas unos segundos del minuto 33, cuando sus dos centrales impidieron la apertura del marcador a sendos remates de los arietes rojillos. O en ese eslalon de esquí alpino que protagonizó Rubén García en el 53 desde la banda izquierda hacia el interior para servir a Calleri antes de que el 'ex' argentino disparase contra los guantes de Pacheco. Ese santo al que tantas veces hemos adorado por la peana y a quien ayer le faltó mala leche para desviar el tirito de Barja. Ni siquiera el avance local de líneas tras el descanso y una posesión mayor del cuero incitaba a pensar en el peligro del Alavés. Una pena comparable a la verdad. Y es que para dinamitar se requiere antes prender la mecha y un solo dato elocuente resume la impotencia. El único disparo vitoriano a puerta, uno de Joselu que detuvo otro 'ex' (Herrera) llegó en el minuto 93. Con el humo de esas velas que dejan olor a quemado.

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