
Adrián Rodríguez sacó de su padre la altura y los genes de deportista de élite. Pero si el progenitor, de 1,91 metros de altura, optó por el saque, remate y bloqueo del voleibol, el hijo, 1,95, se gana la vida bajo palos. Esta noche será por primera vez titular en la máxima categoría. La sanción de Sivera y el rechazo a forzar a un Owono recién recuperado han abierto las puertas del once a un futbolista discreto, dueño hasta ahora de un rol de tercer portero que obliga a un ejercicio máximo de paciencia y también a tener los ojos y oídos bien abiertos. A base de esperar, Adrián ya está listo para el reto. «Cualquier jugador de la plantilla está preparado cuando le toque. No lo veo como un caso particular, solo uno más», le bendijo ayer Coudet.
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Adrián (Palma de Mallorca, 24 años) lleva un lustro en la disciplina albiazul, pero solo los más fieles a Ibaia tenían claras sus cualidades cuando hace una semana le tocó saltar al césped para ocupar el puesto del recién expulsado Sivera. Con un Alavés en busca de asegurar como fuera la ventaja -pocos escenarios podían ser más complicados para un debutante- capeó los nervios como pudo y la suerte le echó un capote. Ningún balón besó su red. Cerró con portería a cero su bautismo en la élite. Como para no derrumbarse y llorar tras el feliz desenlace.
Su biografía arranca en Baleares. Ahí nació el 12 de diciembre del 2000 con dos pasaportes: el español y el argentino, la tierra de su padre, Ernesto. El progenitor, emigrado a las islas, se ganó la vida en el voleibol. Tras 16 temporadas como profesional y dos Juegos Olímpicos con España, se retiró cuando su hijo apenas tenía tres años. Al poco de cumplir los diez le vio entrar en la cantera del Mallorca. Antes de los quince ya estaba con el Real Madrid. En Valdebebas ascendió hasta el filial y también debutó con la sub-20 argentina.
En 2020 el Alavés apostó por él. Los dos últimos cursos fue el arquero titular del filial -antes, en Tercera, llegó a marcar un gol- mientras alternaba convocatorias con el primer equipo, presencia en las pretemporadas y algunos amistosos. Este año ya solo pisa Ibaia para entrenar con el conjunto sénior. Desde ese vestuario también lideró una recaudación de fondos solidaria para ayudar con 10.000 euros a la reconstrucción de Valencia, la tierra de su pareja, tras la dana.
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