Deyverson sonríe. Sonríe siempre. O casi. Cuando juega, aunque a los defensas no les haga gracia un delantero tan latoso. Y cuando habla. «Ahora no estoy tan bromista porque echo de menos a mi familia», asegura. Sus hijas, su padre y su madre no le ... pueden acompañar en Vitoria «por tema de Covid». Pero lo cuenta también con ese amable gesto perenne que siempre le acompaña. Al mal tiempo, buena cara. «Los chicos –compañeros– me suben el ánimo y siempre estoy feliz. Con el mundo como está, no podemos estar tristes. Dicen que si no está 'Dey' no hay alegría. Como 'Superguidetti', me llevo bien con él porque somos parecidos, feliz, alegre... La gente tiene que ser así, transmitir alegría para la personas».
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Así es Deyverson Brum Silva Acosta (Santa Margarida, Río de Janeiro, Brasil; 1991). «No le conocía personalmente y ha transmitido optimismo y alegría al vestuario. Sus bailecitos y todo eso dan mucho ánimo y es de agradecer, necesitamos gente así en la caseta, que nos transmita confianza», decía Joselu antes de empezar la Liga. Compañeros de ataque. Complementarios. La competencia también se explica con una sonrisa: «Jugar con Lucas o Joselu es un placer, son dos futbolistas de la hostia, me encantan». Incluso 'fala galego' con ellos, por la proximidad a su portugués natal. Pero «tengo que esforzarme y estudiar para hablar mejor en castellano», se excusa el brasileño.
competencia sana
Recaló en Vitoria en la exitosa temporada 2016-17, coronada con la final de Copa. Regresa tres años después. Le impresiona el crecimiento estructural del club en tan poco tiempo. Futbolísticamente, «la dinámica es distinta, es otro entrenador y juega totalmente diferente». Se acuerda de compañeros como «Camarasa, Llorente o Kiko Femenía», pero «ahora también tenemos jugadores buenísimos». De su primera etapa quedan Manu, Pacheco Laguardia, Ely y Edgar, otro retornado. «Estoy muy bien con el grupo, muy cómodo».
Lo que no ha cambiado es su juego. «Presionar, ayudar, trabajo, lucha, no bajar los brazos». Es lo que le pide Machín. Lo lleva en sus genes futbolísticos. «Yo voy a darlo todo, como siempre, jugando con otro delantero, solo o saliendo desde el banquillo». Ha participado en siete de las ocho jornadas, cinco como titular: tres junto a Joselu, una con Lucas y otra en solitario, el sábado ante el Barcelona. «Hicimos un partidazo de locos, ojalá podamos seguir así», dice el empate ante los culés.
385 minutos de juego y cero goles. Pero «he dado asistencias», precisa, apuntándose ese remate defectuoso que Borja terminó enviando al fondo de las mallas en Valladolid. «Lo más importante no es hacer gol. Para mí lo es, pero lo es más que el equipo gane». En su primera temporada en Mendizorroza marco siete. Su mejor marca en Europa son los nueve que firmó con el Levante en su primera aventura en la Liga española.
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El domingo vuelve por primera al Ciutat de Valencia. «Para mí será un partido muy especial, fue el equipo que me dio la oportunidad de poder jugar en España y todavía tengo compañeros allí (Morales o Toño)», indica Deyverson. «Si hago gol no lo voy a celebrar, por respeto al club y a la gente, que me ha tratado con mucho cariño», anuncia el delantero fluminense. Pero deja claro que defenderá sus colores, «que son los del Alavés, a muerte». Por si quedaba alguna duda. Como siempre lo ha hecho. El trabajo y la batalla son innegociables en su ADN. Como la sonrisa. Dentro y fuera. El amable delantero revoltoso.
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