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Por mucho que el Alavés parezca haber perdido sus últimas opciones europeas por cuestiones mínimas y hasta un punto de injusticia en los dos recientes derbis, el auténtico declive de los albiazules se encuentra en un goteo de goles recibidos que se ha transformado en ... una sangría insostenible. El equipo de Abelardo ha pasado de ostentar la cuarta mejor defensa del campeonato de la primera vuelta a mostrarse como la quinta retaguardia más vulnerable en la segunda. Los vitorianos han encajado 27 dianas en las 17 jornadas que han disputado desde el intermedio de la campaña, un registro que solo empeoran el Rayo, el Valladolid, el Levante y el Betis.
Pese a la mejoría que ha experimentado en las dos últimas semanas, en las que ha merecido un premio mayor que el punto cosechado en San Mamés, el Alavés no ha sabido encontrar la fórmula a su particular fragilidad defensiva. No es que los albiazules encajen goleadas escandalosas o marcadores abultados, pero su solidez parece haberse desvanecido. Es más, en toda la segunda vuelta, los de Abelardo tan solo han dejado portería intacta en dos ocasiones, ante el Levante (2-0) y el Celta (0-0), ambas en Mendizorroza. El primero supuso el único triunfo en casa desde el ecuador del curso, y el segundo fue el último en que los vitorianos mantuvieron su puerta a cero. Desde entonces, han encadenado once jornadas con al menos un gol recibido, con el 0-4 del Atlético como gran golpe moral.
La pérdida de consistencia defensiva se ha traducido en tropiezos inesperados o difíciles de explicar, como las remontadas sufridas frente al Leganés y el Valladolid, y la derrota frente al Espanyol, en la que los albiazules padecieron dos desconexiones inusuales al inicio de cada tiempo. Los pinchazos de los citados duelos, determinantes para mantener el vuelo en posiciones europeas, trajeron consigo la peor racha de la era Abelardo, que ya alcanza los ocho partidos sin conocer la victoria. Solo la escasa producción de puntos de sus adversarios más directos mantiene sus remotas opciones matemáticas de clasificarse para Europa.
Pero no solo la repentina vulnerabilidad ha lastrado el ritmo de puntuación de los vitorianos, sino que ha coincidido con una producción ofensiva mucho más discreta. Los hombres de Abelardo encajan 1,59 goles por partido cuando en la primera vuelta recibieron 19 (uno por encuentro), y donde antes anotaban 1,16, ahora apenas alcanzan los 0,82. Es decir, han perdido la cifra mágica del gol por jornada, que permitía solventar victorias con marcadores estrechos, y suman menos de una diana por cada 90 minutos, que obligan a un trabajo de contención perfecto para sumar algún triunfo.
Los registros ratifican la regresión que ha sufrido el Alavés en las últimas semanas, sobre todo desde el parón de marzo. Los albiazules perdieron su colchón en los duelos de altura ante el Atlético y el Sevilla, que podían entrar en los planes iniciales. La respuesta, sin embargo, no llegó en las semanas siguientes, en las que el Alavés pareció un equipo desnaturalizado, alejado de las premisas básicas que lo habían conducido a la cumbre de la clasificación. Y no se trata solo de una cuestión de eficacia en las áreas o suerte, sino que llegó a parecer un grupo abatido o agotado, incapaz de sujetar a adversarios de su misma talla.
El Alavés se sujeta ahora gracias a la tozudez de Jony y Calleri en la parcela ofensiva, y la contención de Pacheco y Laguardia. Salvo momentos o partidos puntuales, como el de Borja Bastón en San Mamés o el de Guidetti frente al Huesca, el equipo parece necesitado de cierto punto de adversidad para lanzarse al ataque. Así le sucedió en Cornellà y repitió la escena en Bilbao y ante la Real, donde apretaron hasta merecer más que el premio final. A dos jornadas para la conclusión de la Liga, ni siquiera el vestuario cree ya en el milagro que supondría recortar al Athletic cuatro puntos en los últimos seis, sin perder de vista a la Real y al Espanyol, que ya han tomado la delantera a los albiazules en la clasificación.
27 tantos ha encajado el equipo albiazul en la segunda vuelta, que dispara su promedio de goles encajados a los 1,59 por partido.
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