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Hace bien poco, apenas un puñado de semanas, Mendizorroza infundía un enorme respeto a sus visitantes. Y no tanto por su aspecto imponente o su ambiente infernal, sino por la talla competitiva que adquiría su morador. El Alavés se volvía colosal en el estadio vitoriano ... , donde sometió a titanes como el Real Madrid y el Valencia, mientras que el Sevilla, el Getafe y el Betis se sintieron reducidos pese a rescatar un punto. Los de Abelardo parecían imbatibles, intocables durante toda una primera vuelta histórica. Pero la impenetrable fortaleza en que llegó a convertirse el templo albiazul parece hoy una bicoca sitiada, que atraviesa una feroz hambruna en forma de victorias.
El Alavés tan solo ha sumado un triunfo en casa en toda la segunda vuelta. El 2-0 ante el Levante, que además cerró el oscuro capítulo deportivo durante el mercado invernal, ha sido la única alegría que se han llevado los hinchas albiazules en sus butacas. Salvo esa victoria, tan necesaria para relanzar la candidatura europea, el resto de duelos se resume en dos derrotas y cuatro empates. En todo 2019, de hecho, la tropa del Pitu ha festejado dos victorias, incluida la del Valencia, justo antes de alcanzar el ecuador de la Liga.
Y no es que en este tiempo el calendario haya preparado una trampa feroz para los vitorianos. De hecho, el tamaño de sus competidores es incluso inferior a los nueve que ya pasaron por Mendizorroza en el tramo inicial del campeonato. A excepción del Atlético, que protagonizó la mayor goleada sufrida por el Alavés en la presente Liga (0-4), ningún otro visitante pertenece a los diez primeros clasificados. El inesperado Rayo Vallecano (0-1) abrió la veda, y mostró el camino a un Celta que entonces se encontraba en un avanzado proceso de descomposición (0-0), al Eibar (1-1), al Leganés (1-1) y al Valladolid (2-2). Estos dos últimos tropiezos, además, abrieron una profunda herida por cómo se produjeron y las consecuencias que desataron, incluida una repentina depresión en las prestaciones del equipo albiazul.
Los brillantes registros defensivos, colarse en los puestos de Champions –y hasta en el liderato por unas pocas horas–, la hazaña de conservar la imbatibilidad junto al inexpugnable Atlético... Todo saltó de pronto por los aires, y lo que en un principio no pasaba de ser un accidente se tornó de pronto en una especie de maldición. Los últimos registros del Alavés como local lo retratan como el cuarto peor anfitrión de la categoría en los cinco últimos duelos (cuatro empates, una derrota), llamados a acercar el pasaporte continental. Solo el Levante (3 puntos), el Valladolid (2) y el Girona, en una estratosférica caída libre (1), han mostrado un rendimiento aún más débil.
El vestuario albiazul reconoce que gran parte de su actual frenazo se fundamenta en la falta de contundencia en las áreas. Aunque ese aspecto no es más que el reflejo de una problemática mucho más amplia y compleja, como la pérdida de colmillo en la presión, una actitud mucho más conservadora y el descenso en el liderazgo de algunos puntales, como el irreconocible Laguardia, el abismo entre la producción ofensiva y la seguridad defensiva no deja lugar a dudas. El contador del ataque albiazul, regentado casi en exclusiva por Calleri y Jony, se ha quedado en cinco tantos, escasos para los siete duelos que se han disputado en Vitoria en la segunda vuelta. Pacheco, sin embargo, ha tenido que recoger la pelota de las mallas en once ocasiones, a más de 1,5 goles por encuentro.
El Alavés es consciente de que desaprovechó en sus dos últimos partidos en Mendizorroza la vida extra que le concedía el calendario en su lucha por alcanzar el sueño europeo. Y es que los albiazules contaban con un partido más en su estadio, que se consumirá mañana ante el todopoderoso Barcelona (21.30 horas). Tras la visita de los blaugrana, el conjunto vitoriano encarará la recta final con cuatro duelos, frente a la Real Sociedad y el Girona en casa, y ante el Athletic y el Valencia a domicilio. En definitiva, la reconstrucción de Mendizorroza se antoja innegociable para lograr el anhelado billete continental.
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