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Tras el centenario del club (enero de 2021) y el más reciente de Mendizorroza (abril de 2024) pronto le tocará a un Luis García Plaza que suma 88 partidos al mando de las operaciones alavesistas. Sus hipotéticos cien encuentros se cumplirían allá por el mes ... de octubre. Y es que nada debería estropear la continuidad de un entrenador que ha conectado con la fibra albiazul dentro y fuera del vestuario. Primero, al cumplir exigentes objetivos deportivos: un ascenso seguido de una holgadísima permanencia con el límite salarial más bajo de la categoría. Segundo, a consecuencia de un fútbol intenso, vertical y por momentos atractivo y de calidad.
Es decir, ajustado a las históricas señas de identidad del equipo vitoriano. La «buena sintonía» para renovar de la que hablaba el preparador alavesista tras la salvación matemática en Valencia se antoja el anticipo de un apretón de manos. El que deje cerrado en breve la prolongación del contrato del cuerpo técnico para trabajar solo en la confección de la próxima plantilla.
Aunque en la última década el banquillo albiazul ha sido un desfile de entrenadores por una pasarela de entrada y salida, la realidad es que en términos futbolísticos Luis García Plaza se encuentra dentro de los plazos lógicos de un ciclo exitoso. Esos tres o cuatro años que, salvo excepciones de longevidad extrema cada vez menos frecuentes en el mundo del fútbol, un preparador suele resistir en un mismo club. Cuando los resultados acompañan, claro.
Con la necesidad de superar el desgaste interno y externo que se genera en el momento que las mismas caras, no siempre alegres, se ven todas las mañanas y deben afrontar situaciones delicadas. La continuidad del preparador madrileño supondría, eso sí, un inusual signo de estabilidad en el paseo de Cervantes. Tanto, que desde la época de Mané (1997-2003) ningún técnico albiazul había conseguido siquiera cerrar dos temporadas completas al frente del equipo vitoriano.
Cuando se habla de renovaciones se habla también de proyectos deportivos. De esas pequeñas concesiones o exigencias, según se quiera interpretar, sobre las que el club y el entrenador deben alcanzar acuerdos de mínimos. Como aquel fichaje de un veterano Salva Sevilla que había coincidido con el técnico madrileño en Mallorca. A Luis García Plaza, seguramente más locuaz o sincero en ocasiones de lo que el club desearía, también se le han escuchado en sus dos campañas en Mendizorroza lamentos deportivos.
Como cuando días antes de iniciar la temporada en Segunda División y realmente contrariado por la lentitud del club reclamaba contrataciones o cuando en el pasado mercado invernal, ya en Primera, pedía la llegada de un central que finalmente no se incorporó a la plantilla albiazul. El tira y afloja habitual. Ya se sabe que al entrenador le corresponde pedir y al club conceder lo que crea conveniente o piense que puede permitirse.
Un Deportivo Alavés que la próxima temporada dejará de ser un recién ascendido, pero volverá a partir con la permanencia como único objetivo y una vez más con uno de los presupuestos más bajos de la categoría. En esas condiciones, cada ejercicio deportivo resulta un desafío mayúsculo para el técnico, obligado a exprimir recursos limitados y vivir en el límite. Todo apunta, por sus declaraciones, a que Luis García Plaza se siente motivado para el tercer asalto como preparador alavesista. No hay duda de que los dos primeros los ha ganado con claridad.
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