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Velázquez, Mendilibar, Calleja, Abelardo, Machín, Muñiz, Garitano, Cabello, De Biasi, Zubeldía… Hay que respirar para recitar de carrerilla diez de los últimos once entrenadores del Alavés, pero los pulmones albiazules sólo se pueden ensanchar en los últimos años para decir Luis García Plaza. Ya se ... sabe: 'Ía ía, Luis García'. Inolvidable ascenso, histórico décimo puesto en la máxima categoría y destitución sin haber entrado siquiera en la zona de descenso. Donde otros han pisado el camino, el preparador madrileño ha dejado profunda huella. Deportiva y humana. Un día triste, muy triste, más allá de que los indicadores competitivos sugirieran que nada es lo que parecía en el arranque de la campaña.
A los 10 puntos de 18 en las seis jornadas iniciales le han seguido 4 de 27 en las nueve posteriores. Cifras y dígitos, pero económicos, son los que rigen evidentemente las decisiones del club. Y si el Alavés, como así ha sido, comienza a temblar en el juego y la clasificación, las vibraciones se multiplican en la zona noble y el epicentro del terremoto sacude al banquillo.
Sorprende, pese a todo, que el crédito de Luis García Plaza se haya consumido con tal celeridad. Con esa sensación de que algo se ha torcido en las relaciones personales internas para que el único entrenador con un ciclo estable de buenos resultados haya sido barrido del mapa alavesista con la escoba de siempre. Sin agotar todas las balas de la recámara -esperar al paréntesis navideño y al mercado de invierno- y con el 'Mila esker' que ya produce memes en cadena.
Se va un técnico que abrió y cerró el círculo ante el Leganés. 1-2 en el estreno en Segunda División en Butarque en agosto de 2022 y 1-1 en Mendizorroza el pasado sábado. Entre uno y otro partido, 2 años y un tercio, 842 días, 120 semanas o 27 meses. Como se prefiera. Se va el preparador que rubricó en verano una renovación por dos temporadas (hasta 2026) en lo que se presumía para este club, por lo duradero, un insólito vínculo. Nadie con cierto recorrido, es verdad, se creyó que fuera algo más que una firma en un papel. Y es que ni el entrenador que durante dos temporadas consiguió un Alavés de identidad definida y además enlazado a la historia deportiva del equipo -orden y esfuerzo ante todo- ha resistido el oleaje.
Quizás el incremento de las expectativas ha jugado en contra hasta elevar el agua por encima del cuello. Después de un excelente final de campaña pasado el Alavés acumuló contrataciones y alimentó la idea de dar un salto de calidad. También el propio Luis García Plaza habló de lograr «a medio plazo» cosas ilusionantes, pese a recordar igualmente la calidad de los futbolistas que habían dejado la plantilla (Duarte, Javi López, Gorosabel, Rafa Marín, Giuliano, Sola, Samu…) y la necesidad de que los nuevos, muchos de ellos debutantes en Primera, ofrecieran el nivel que exige la categoría.
A estas alturas, la realidad habla de una escuadra albiazul que no ha conseguido mezclar bien y, además, sufre carencias importantes. Lo de la banda izquierda se ha convertido en un agujero negro al que apuntan todos los rivales. Ni Manu Sánchez ni mucho menos Diarra han logrado ofrecer lo que se necesita. Por delante, el concurso entre Conechny, Stoichkov, Abde y Carlos Martín (realmente un segundo punta) lo ha ganado desde hace semanas este último. Sin que el premio haya repercutido en exceso en beneficio del equipo. Nada hay peor en cualquier caso que la fragilidad defensiva y lo que parecía en vías de recuperación se convirtió ante el Leganés en una recaída. La que sólo salvó Sivera, la falta de puntería de los madrileños y el agónico tanto final de Carlos Vicente. Que haya futbolistas como Guevara o Jordán, teóricamente llamados a liderar, muy por debajo de lo esperado tampoco ayuda precisamente.
Ya se sabe que a perro flaco todo son pulgas y hasta chinches y piojos. Tan cierto es que la trayectoria reciente del equipo no ha invitado al optimismo, como que con el mismo desempeño deportivo el Alavés podría haber conseguido varios puntos más. Aquellas decisiones arbitrales en choques importantes -el estreno en Vigo, el duelo en Mendizorroza ante el Valladolid…- empujaron a los albiazules hacia el límite. Ahí, en el alambre, jugará cada semana el equipo alavesista. Ahora, con cambio de equilibrista en el banquillo y la misma exigencia. La marea se ha llevado a Luis García Plaza, pero en Mendizorroza siempre se le recordará entre los elegidos: los que sobreviven al olvido.
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