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Hay imágenes que definen temporadas. Si el Alavés sella la permanencia allá por el mes de mayo, una de esas instantáneas será el balón ... que Muriqi cruza sobre la desesperada salida de Sivera. Esa 'picadita' a cámara lenta del delantero kosovar que sale a milímetros del palo. Para negar el 2-0 y con ello la más que probable sentencia del partido durante aquella pésima primera parte albiazul en Mallorca. Pero incluso de ahí, del creciente remolino de negatividad tras la angustiosa derrota en Mendizorroza frente al Espanyol y también de los minutos críticos en Son Moix que se encauzaron después con el empate, ha logrado emerger la escuadra alavesista. Tras superar una situación límite que amenazaba con arrastrar prematuramente al cuadro vitoriano al fondo de la tabla, enviar de vacaciones anticipadas al segundo cuerpo técnico de este ejercicio y condenar al aficionado a una interminable letanía de maldiciones.
Por fortuna se trata de fútbol, tan inescrutable, y Leganés-Betis (2-3) mediante, los cinco puntos del Alavés en los tres últimos partidos han servido para presentarse vivo y fuera del descenso a las diez últimas jornadas. Así que salvado el primer gran obstáculo -verse en un contexto poco menos que desesperado en la pelea por la permanencia-, toca respirar oxígeno en el paréntesis liguero. Más vale relajarse brevemente antes de que el retorno de la competición estire al límite los músculos emocionales. Ya se sabe que cuando la bandera a cuadros de la última jornada se vislumbra al final de la recta todo es posible: equipos que resurgen, otros que explotan en pedazos, conjuntos que a falta de varias jornadas no se juegan nada, resultados extraños…
Habrá que agarrarse a que por definición el Alavés es un equipo de segundas vueltas. A que a pesar de su todavía escasa fiabilidad, el conjunto albiazul parece al menos dar pasitos en la dirección correcta. Es decir, discretas zancadas para elevar poco a poco el nivel competitivo y extender los tramos de partido donde su rendimiento resulta equilibrado. Ya se sabe, eso sí, que por la política de contrataciones y ventas del club durante cada verano esperar un cuadro vitoriano mínimamente cuajado antes de varios meses es una ingenuidad.
Más aún cuando hay cambio de timón en el banquillo. Y es que además de un pequeño grupo de jugadores asentados, la casa albiazul reúne cada temporada un 'centro de rehabilitación' (futbolistas en horas bajas de sus carreras que aspiran a volver al mejor nivel) y otro de proyección (inexpertos que se estrenan en la categoría y quieren hacerse un nombre en Primera). En definitiva, que para cuando éstos y aquellos mezclan bien, si es que lo hacen, se han derramado por el camino muchos cócteles que carecían de la graduación adecuada. Demasiados esta temporada. 27 puntos en 28 partidos hablan de esa carencia de regularidad, en muchos momentos agravada por la insana costumbre de conceder regalos y hasta de envolverlos en los minutos finales de los partidos.
Quedan diez duelos determinantes y salvo grandes sorpresas una carrera cerrada entre Las Palmas (25 puntos), Leganés (27), Alavés (27), Valencia (28) y Espanyol (28) para eludir dos plazas de descenso. Podía esperarse un contexto así a principio de temporada, pero no es precisamente el ideal. Claro que visto lo visto, incluida la agónica victoria frente al Villarreal y el desesperante empate en Las Palmas, también podía haberse llegado a estas alturas un escenario casi imposible para los intereses albiazules. Así que ni cómodo ni desahuciado. Acróbata futbolístico de vocación, el Alavés caminará paso a paso sobre la cuerda floja.
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