Sin prisa a Mendizorroza

19-14-9. No es la combinación ganadora del 'play off'. Son las victorias, empates y derrotas de albiazules y armeros en la competición regular. Sí, exactamente las mismas cifras después de 42 largos partidos. Ahí van otros números que alimentan la obligación de prepararse para todo. El Alavés ha igualado cuatro de sus últimos cinco encuentros y el Eibar, siete de los once disputados desde abril. Más madera. Ninguno de los dos equipos recuerda casi cuándo ganó un encuentro con cierta holgura.

Para el cuadro vitoriano fue el 19 de febrero ante el Ibiza (4-2) y para los guipuzcoanos, una semana después, frente al Villarreal B (2-0). Así que con cierta perspectiva el empate del pasado sábado en Ipurua resultó tan sorpresivo como que las fiestas de La Blanca arranquen cada año el 4 de agosto. Otra igualada tampoco haría rico a nadie en las apuestas.

Y es que la lógica futbolística, avalada por diez meses de competición, hablaba antes de estas eliminatorias de una extrema igualdad en la ronda que protagonizan las escuadras de Luis García Plaza y Gaizka Garitano. También de cierta superioridad para el Levante en el emparejamiento con el Albacete. Nada se ha salido hasta el momento del carril. Alavesistas y eibarreses igualaron mientras que el Levante (1-3), no sin cierta fortuna pero aferrado a una pegada demoledora, dejó su eliminatoria casi sentenciada.

Para los albiazules queda la mínima ventaja de que un empate les valdría al final de una hipotética prórroga en Mendizorroza. Mientras, un Eibar obligado a ganar en el tiempo reglamentario o en un posible añadido de 30 minutos. El suspense parece garantizado y también la competitividad por ambos bandos. Otra cuestión será en qué plano quede el fútbol cuando afloren las emociones al límite. En Ipurua, al margen de los goles, un par de gestos técnicos de calidad (autopase de Matheus Pereira y ruleta de Jon Guridi) se antojaron flores crecidas sobre el asfalto.

Gaizka Toquero ofrece en una entrevista sus impresiones sobre el decisivo derbi de mañana y uno piensa que el actual Alavés encarna a la perfección el espíritu trabajador del delantero vitoriano del último ascenso a Primera división. En general, el de aquella plantilla que en 2016 devolvió a los albiazules a la máxima categoría después de una década. Ese conjunto deportivamente liderado por los Laguardia, Sergio Mora o Manu García y que, visto desde la distancia, tampoco deslumbraba precisamente por el brillo ofensivo.

La escuadra de Pepe Bordalás, como la actual, picaba piedra en cantidades industriales. Una cantera completa si era necesario. Tal vez Kiko Femenía, que la siguiente temporada ofreció un cursillo de lateral derecho en Primera antes de salir hacia la Premier, representaba el esmoquín albiazul, pero tipos como Carpio, Pelegrín o Bernardello, además de los pesos pesados, incluido Toquero, sostenían el grupo con el buzo del orden y el esfuerzo.

Así que tras esa estela de exprimir al límite unos recursos limitados marcha ahora el cuadro vitoriano. «No somos superiores». Fue el resumen de Luis García Plaza tras el empate en Ipurua del pasado sábado. Y es la pura realidad. Con la escasez de individualidades determinantes, llegar al gol se ha convertido en esta última fase de la temporada en toda una odisea. Algo similar, por fortuna, a lo que le ocurre al Eibar. Eso sí, el resultado del primer partido unido al 'factor Mendizorroza' concede cierto margen de favoritismo al Alavés. A un paso queda renovar la ilusión y volver a jugarse a doble partido el ascenso que se escapó en Las Palmas.