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Con 13 años, Asier Villalibre empezó a visitar Lezama. Metía muchos goles. Un carro de ellos. Le cogieron en 'prácticas'. Querían verle de cerca, tomar la temperatura a un chaval diferente, dentro y fuera de los terrenos de juego. Dejó de estar a prueba y ... se hizo con un hueco en la factoría rojiblanca. Quemaba. Potente físicamente, embestía. Bufidos en cada remate. Por eso Txus Lambarri, su técnico por aquel entonces, le apodó 'Búfalo'. Con él sigue, y la barba, y la trompeta, accesorios que han acabado por definir un fenómeno social que va más allá del fútbol. El delantero no lo ha buscado, no ha sido diseñado en ningún laboratorio, modelado por gurús y convertido en un producto de consumo masivo, sino que ha seguido su propio camino al que se han apuntado miles de admiradores. Lo lleva con naturalidad, discreto y humilde, atento con el aficionado, honesto con su profesión y lleno de inquietudes, sobre todo musicales, que cultiva desde pequeño y disfruta de mayor. Seduce por su sencillez, proximidad, imagen y porque su vida está en la calle, donde empezó todo.
Cuando asumió la responsabilidad y marcó el penalti en el tiempo añadido de la prórroga en el Ciutat del Valencia que dio el ascenso al Alavés, equipo al que le cedió el Athletic en enero tras renovarle hasta 2025, Villalibre sintió cómo el peso del mundo desaparecía de sus hombros. Habían soportado mucha responsabilidad en forma de préstamos infructuosos, expectativas generadas, ocasiones falladas, suplencias encadenadas, lesiones, explosiones de goles controladas que no encontraban el premio de la continuidad. Se liberó y fue el hombre más feliz de la Tierra en aquel preciso instante, cuando la pelota se fue a la izquierda y Femenías a la derecha. «Estaba seguro de que lo iba a marcar», dijo sobre el césped. Le pidieron que dejara de ser futbolista y se vistiera de músico. «La trompeta la tocaré en Vitoria. Aquí no quiero faltar al respeto a la afición del Levante». Conquistó a todos.
los datos
20 partidos ha jugado Villalibre con el Alavés desde enero y ha marcado seis goles, dos de ellos en el play-off de ascenso
2025 es el año en el que acaba contrato con el Athletic. Renovó el 20 de enero y 10 días después se marchó cedido al Alavés
103 partidos ha disputado el 'Búfalo' con el Athletic y ha anotado 13 goles
El fenómeno Villalibre comenzó a construirse en torno a su fútbol, poblada barba y trompeta, atención continua a la afición y una vida que poco o nada tiene que ver con una industria llena de millonarios prematuros. En apenas cuatro meses se ha hecho con el cariño de Mendizorroza, un ídolo fabricado en un puñado de semanas. En Málaga, en La Rosaleda, salió a calentar y leyó una pancarta. «Asier, me caso. Si me das tu camiseta, me caso con ella... ¡y con ella también!», aludía el joven en tono jocoso a la chica con la que iba a compartir su vida. Al acabar el partido, el 'Búfalo' le regaló la prenda. Más adelante, el matrimonio cumplió con la promesa y el novio dio el sí con la zamarra albiazul puesta. En Valencia, antes del choque ante el Levante, el delantero fue reclamado por un ejército de niños. Atendió a todos. Se jugaba el ascenso, pero lejos de encerrarse en su mundo lo abrió a los más pequeños. No fue una reacción puntual, algo excepcional, lo hace con frecuencia en todos los parques y canchas a los que va con su sobrino. El que se acerca siempre obtiene respuesta y se lleva un recuerdo.
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Suelen salir a la calle para dar unos pelotazos y enseguida tienen compañía. En más de un ocasión se ha visto a Villalibre jugando con chavales en algunos de los patios de su pueblo, donde simplemente es Asier. Llegó a estar muchas veces una hora firmando autógrafos y sacándose fotos en sus días libres, en vacaciones, consciente de que una atención suya supone felicidad ajena. Sigue conduciendo su Citroen blanco y en Lezama lo aparcaba entre marcas como Maserati, Ferrari, Bentley, Mercedes, Brabus, Audi... Hace lo mismo en el Alavés, donde nada cambia. Viene, trabaja, atiende a los aficionados y se va. «Tu barba nos enseña el camino», le gritaron hace poco. Él quiere que le identifiquen con su fútbol, los goles -lleva seis en 20 choques con los vitorianos-, pero entiende que su imagen y su vida fuera del campo atraen como la luz a las luciérnagas. Ellas la confunden con la luna, y sus fans siguen la suya porque sienten que es auténtica.
Villalibre aprendió a tocar el txistu y la trompeta en la Musika Eskola de Gernika, donde es feliz. «Soy una persona muy familiar, muy de casa; si por mi fuera, no saldría de aquí», dijo en una entrevista con en este periódico. «En Euskadi siento calor. Ir por la calle y escuchar el euskera me ayuda». Es su lugar en el mundo. No siente la necesidad de explorar otros rincones, aunque el fútbol le ha obligado a hacer las maletas más de lo que hubiera deseado. Salió cedido al Numancia, Lorca y Valladolid, operaciones que le dieron tablas pero no goles. Sufrió. Llegó a dudar, a no confiar en sí mismo, a preguntarse si valía para llevar el '9' cosido en la espalda. Los psicólogos le ayudaron. Su familia, también. «Mi aita me dijo una vez: Asier, te veo sin confianza. Quiero que juegues como cuando eras un niño. Sal al campo y pásalo bien». En el Alavés lo hizo. Comprendió que el fútbol era un juego y por eso comenzó a disfrutarlo. Puso su sello a un ascenso que ya nadie le puede quitar, un recuerdo eterno que legó a la ciudad de Vitoria y a Álava.
Datos personales
Asier Villalibre es de Gernika y tiene 25 años. Cumplirá 26 el 30 de septiembre.
Trayectoria. Llegó a Lezama con 13 años. Jugó con cadetes, juveniles, Basconia, Bilbao Athletic y Athletic. Debutó con el primer equipo en diciembre de 2016 ante el Eibar. Cuatro cesiones: Numancia, Lorca, Valladolid y Alavés.
El delantero tiene una electrocharanga y cuando puede recorre los pueblos para montar bolos. Entonces se siente pleno, realizado, en contacto con una realidad que le apasiona y sacia su sed de música. El otro día no pudo estar en Leioa y la masa gritaba preguntado por el 'Búfalo'. Nada se entiende ya sin la barba infinita ni la trompeta de Villalibre. Cuando le invitaron a formar parte de Orsai, banda integrada por Óscar de Marcos, Dani García, Iñigo Lekue, Mikel Balenziaga y Mikel Vesga, el delantero dijo que no se veía como cantante. No confiaba en su voz. Le convencieron. Ahora es su 'frontman'. Interpreta y toca, una imagen que traspasa los límites del fútbol y hunde sus raíces en una extraordinaria aceptación social. También le gusta disfrutar de las escape room, laberintos por los que avanza junto a Zarraga, Paredes e Iru. Futbolista y joven, no tiene redes sociales, prefiere hablar en la calle, sentir la vida. Eso sí, su nombre sube el tráfico de las webs. Lo dispara. Le buscan en los dos mundos, el real y el virtual.
Las claves
Hábitos Conduce su Citroen, que aparcaba en Lezama entre marcas como Maserati, Ferrari, Brabus y Bentley
Banda sonora Toca txistu y trompeta, alumno de la Musika Eskola de Gernika, y tiene una electrocharanga
Orsai Es vocalista del grupo formado por 6 jugadores del Athletic. No quiso cantar, pero le animaron
Conectado a la realidad Futbolista joven, de 25 años, no tiene redes sociales, prefiere interactuar en la calle
Después de su aventura en el Alavés, donde ha dejado una huella imborrable, el punta regresará al Athletic. Una vez más, intentará convencer a Ernesto Valverde de que con minutos y confianza puede ser el '20' que necesita el equipo. Depende de él, de que el balón le obedezca y las redes le hablen. Hubo épocas en las que estaban mudas, calladas e inmunes a sus intentos de remontar. A sus 25 años -cumple 26 en septiembre-, el delantero quiere volar con la piel rojiblanca. Le toca, pero sin dejar de ser él mismo, con los pies en la tierra. Cuando era un chaval, sus amigos le decían que era un «paquete». Bromeaban, pero no querían que el fútbol le alejara del mundo real. «Eso ayuda, y no que te repitan que eres el mejor». Él sabe lo que es y lo que puede llegar a ser.
Y así se ha construido el fenómeno Villalibre, en la calle, en el asfalto de Gernika, en el Citroen blanco, en la electrocharanga, en Orsai, en la hierba de Lezama, de San Mamés, de Mendizorroza, de Los Pajaritos, del José Zorrilla, del Francisco Artés Carrasco, en su trato cercano con la afición, en las sesiones interminables de fotos y autógrafos, con su barba y la trompeta, sin redes. Todo esto es el 'Búfalo', cuyos bufidos traspasan los muros de los estadios y seducen a un ejército de admiradores. Son de verdad. Como él.
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