Exigente estreno del Alavés ante un viejo conocido

El Lleida Esportiu juega en Segunda RFEF, cuarto peldaño del fútbol nacional. La misma categoría que el filial albiazul. El conjunto ilerdense es décimo con otros tantos puntos. A tres del play off y a dos del descenso directo. Tan solvente en defensa, con cinco goles encajados en ocho partidos, como escaso en ataque, autor de esas mismas cinco dianas. Esa es la radiografía numérica de un equipo que el curso pasado jugó el play off de ascenso a Primera RFEF. El que aspira, por nombre y población, a asomarse a un fútbol profesional que la capital ilerdense no ve desde hace década y media.

El choque se disputará el fin de semana del 12 y 13 de noviembre. El primer parón liguero, que deja hueco para una concurrida primera ronda en la que participan 110 equipos de seis categorías. No están los cuatro de la Supercopa -Barcelona, Real Madrid, Betis y Valencia- ni tampoco el mencionado Racing. El Alavés será visitante. Le tocará serlo, si sigue pasando rondas, mientras que se mida a un equipo de inferior categoría.

Lo es el Lleida Esportiu, pese a que ahora hace una década compartían eslabón. Ambos, el grupo dos de la difunta Segunda B. El Alavés ascendió en el play off y el cuadro ilerdense disputó sin éxito la promoción. Ese curso igualaron a un tanto en Mendizorroza -marcaron Manu García y Pere Milla, hoy en Primera con el Elche- y el Lleida se llevó el triunfo en la segunda vuelta pese a jugar medio partido con inferioridad numérica.

Son, según las estadísticas oficiales, los únicos dos partidos que han jugado entre ambos. Aunque la impermeable memoria de los aficionados recuerda varios precedentes más. Pero esos fueron ante una UE Lleida que desapareció en 2011 carcomido por los problemas económicos. Lo relevó entonces el Lleida actual. Mismo campo, mismos colores y un escudo idéntico salvo el nombre. La continuación natural a una historia rica que dejó algunos momentos de gloria. Los de una escuadra que disputó hasta 24 temporadas en Segunda y dos en Primera. La última, la 1993-1994, con el referente albiazul Mané en el banquillo.

De ese equipo queda el recuerdo. Pero los últimos años han deparado mucho más sufrimiento que alegrías. Más fuera del campo que dentro, donde siempre ha sido un equipo competitivo de Segunda B, de los que entraban entre los diez primeros, de vez en cuando se colaban en la promoción y daban algún susto en la Copa. En 2017, todavía con el formato antiguo, eliminaron a la Real Sociedad tras ganar en Anoeta.

La situación financiera llegó a ser crítica hace un año. Hubo impagos a jugadores e incluso una inspección policial por varias irregularidades. Para colmo, el Ayuntamiento decidió expulsarlos de un campo que languidecía. El tiempo de los hermanos Esteve, que hacía tiempo habían roto con la afición, terminaba. No sin tensión en los despachos llegó el empresario Luis Pereira, que poco a poco ha dado oxígeno a un equipo donde juega el exalbiazul Óscar Rubio. Aunque todavía queden restos de esa ruptura, como la presencia duplicada en redes sociales, el Lleida quiere pasar página y soñar ante el Alavés.