El Deportivo Alavés comenzó su historia el 23 de enero de 1921 con mucha ilusión y muy pocos medios. Al fin y al cabo, sus fundadores eran unos jóvenes imberbes, la mayoría de ellos estudiantes, que en muchos casos, a la vez que formaban parte ... de la Junta Directiva del club, eran también jugadores del equipo. Todo cambió cuando en 1923 se reconstituyó la sociedad albiazul, sustituyendo a los jóvenes entusiastas que la dirigían hasta entonces por personas maduras, con medios económicos, prestigio en la ciudad y contactos a nivel institucional. El Alavés, presidido ahora por José Gabriel Guinea, se transformó en un club fuerte, con tres objetivos claros: construir un campo propio, federarse y participar en competiciones oficiales.
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La creación de un estadio se consideraba un asunto de «vida o muerte» y además era el paso previo necesario para federarse y comenzar a competir. Por eso, la Junta inició de inmediato las gestiones para hacer realidad ese sueño. Primero había que elegir el lugar donde se construiría: la idea era levantar el campo en el Paseo de Cervantes, en un terreno de propiedad municipal donde ya solía jugar el Alavés, aunque provisionalmente y sin ningún tipo de instalaciones. Sin embargo, el Ayuntamiento tenía sus dudas sobre el futuro de ese espacio e incluso lo había sacado dos veces a subasta, aunque nadie había pujado en ella. Además, si se quería «un campo en condiciones», era necesario que «se amplíe en su superficie, adquiriendo las heredades contiguas a él». En un momento dado, las gestiones se pararon, «por intransigencia de un propietario de terrenos colindantes al actual campo de foot-ball» (posiblemente Casiano de Landa).
Se buscaron entonces otras alternativas en lugares donde se habían habilitado terrenos de juego en el pasado, como las Salesas o el camino de Lasarte; y se pensó también en la calle Francia, junto a los talleres Orbea. Sin embargo, todas estas propuestas alternativas no salieron adelante y, por fin, se volvió a la idea inicial. En mayo de 1923 el club compró los 16.500 metros cuadrados que en el camino del Mineral poseía Manuel Cobo (un emprendedor muy conocido en Vitoria, por ser el dueño del Café Suizo, en la calle de la Estación, la actual Dato).
Al mismo tiempo, adquirió del Ayuntamiento la finca del Paseo de Cervantes, donde hasta ese momento jugaba el Alavés, al precio mínimo tasado en la subasta que había fracasado anteriormente. De este último terreno se disgregaba «la parte que se necesita para la calle que desea abrirse en nuestra ciudad pasando por el mencionado campo. Y para que siempre figure el Ayuntamiento como dueño de esa faja de terreno, pagará el club un canon de una peseta por año». Además, el Alavés compró al mencionado Casiano de Landa, tras muchas negociaciones, otro terreno colindante. Más tarde, realizó una permuta de terrenos con Cobo, completando así los 26.500 metros cuadrados definitivos del complejo deportivo.
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Una vez adquiridos los terrenos, se derribó un caserón que existía en la finca y se comenzó a nivelar el suelo. La idea inicial era realmente ambiciosa: levantar un estadio de fútbol en condiciones, con una tribuna fija, dos pistas de tenis, una de patinaje, un espacio para el tiro de pichón, un cuarto para baños y duchas y un despacho de refrescos, a los que más tarde se añadirían una pista de atletismo y un velódromo. Alrededor se construiría una valla «para que nadie pueda presenciar desde fuera los espectáculos».
El presupuesto total, incluyendo la compra de terrenos, era de unas 85.000 pesetas, de las que poco más de 24.000 se pagaron al Ayuntamiento, aunque este descontó la cantidad consignada en su presupuesto como subvención al club. Para financiar las obras, el Banco de Vitoria, presidido por el propio Guinea, avaló el crédito solicitado por el club. No faltaron los donativos personales de aficionados pudientes. Entre, ellos destacaron los directivos José Gabriel Guinea, Félix Alfaro Fournier y Federico del Campo, que más tarde fueron objeto de un homenaje «como gratitud por la donación de un hermoso campo de deportes a Vitoria», lo que demuestra su implicación personal en el proyecto.
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Las obras para levantar el estadio comenzaron en mayo de 1923 y se llevaron a cabo con bastante rapidez, aunque menor que la pronosticada inicialmente. Se preveía que el campo de fútbol y la tribuna, diseñada por el arquitecto Luis Díaz Tolosana, estuvieran terminados para inaugurar el campo el 25 de julio o el 5 de agosto de 1923. El 4 de julio comenzó a levantarse la valla que rodeaba el campo. El mismo día, una comisión de la Directiva marchó a Bilbao para pedir el ingreso del Alavés en la Federación Vizcaína.
Aunque brigadas de obreros trabajaron día y noche, no fue posible inaugurar tan pronto el campo. El terreno de juego sí estaba en condiciones e incluso el 25 de julio se jugó un partidillo entre jóvenes y veteranos jugadores babazorros, pero el conjunto suponía un trabajo más arduo de lo previsto. También se decidió jugar en el nuevo campo tres partidos para amenizar las fiestas de la Virgen Blanca de 1923: dos entre el Athletic de Bilbao y un combinado de jugadores de la Real y del Alavés, y un tercero entre este último y la Cultural de Durango. Esos días hubo incluso una caseta de refrescos provisional, que regentó precisamente Manuel Cobo. No era aún la inauguración oficial, pero el público acudió al campo a ver esos tres partidos «lleno de entusiasmo».
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Este entusiasmo contagió a la Directiva albiazul, que en septiembre de 1923 anunció que estudiaba la construcción del velódromo junto al campo de fútbol, que no se haría realidad hasta 1925. A la vez, habían comenzado las obras de la casa del guarda que se encargaría de vigilar el complejo. En diciembre de 1923, se anunció que se estaba preparando el espacio destinado a tiro de pichón, pero lo cierto es que la parte correspondiente al campo de fútbol seguía dando problemas, en especial en lo concerniente al saneamiento, que permitiría contar con un césped en condiciones.
De hecho, en diciembre de 1923 todavía seguían las obras, mientras el Alavés, a la espera de poder competir con los poderosos clubes vizcaínos, debía entrenarse en otros espacios. Por ejemplo, en febrero de 1924 pidió prestado su campo al Álava F. C., pues el suyo estaba inhabilitado por las «obras de saneamiento que se vienen realizando y los últimos toques que se dan para terminar cuanto antes».
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En efecto, la idea era plantar la hierba en breve para, aprovechando la primavera, inaugurar por fin el estadio. El encargado de diseñar el terreno fue el ingeniero agrónomo Alberto Martínez de Aragón, inspector técnico municipal de paseos, jardines y arbolado, que sería asesinado el 18 de septiembre de 1936, durante la Guerra Civil, como consecuencia de sus ideas izquierdistas. Para lograr una calidad contrastada, el material de drenaje se compró a la conocida fábrica de Valladolid 'La Cerámica'. Tratando de acelerar el proceso, la Junta Directiva se dirigió a varias personalidades conocidas de la ciudad castellana para que «pongan a disposición de la 'Cerámica' de aquella localidad, a cuya fábrica se han encargado los tubos de saneamiento del mencionado campo, los vagones necesarios para su rápido transporte por la Compañía del Norte, creyendo fundadamente que a fin de este mes podrán estar terminadas las obras de saneamiento, quedando así convertido nuestro campo en uno de los mejores de la Península».
Tampoco se descuidaron otros aspectos del estadio, como la instalación de publicidad: en las mismas fechas, el club había recibido varias ofertas de empresas especializadas para gestionar los anuncios de las vallas del campo, aunque la Directiva dudaba si aceptar alguna de ellas o explotar directamente los reclamos publicitarios. Mientras tanto, las obras llegaban a su fin: el 7 de abril 1924 se hizo saber que el Alavés ya se estaba entrenando en el nuevo campo y enseguida aparecieron por la ciudad carteles anunciadores de su inauguración oficial, de los que desgraciadamente hoy no se conserva ningún ejemplar. No obstante, un nuevo retraso en la plantación de césped hizo que esta se dejara para el año siguiente. Solo en enero de 1925 se sembró la hierba, estrenándose el nuevo césped en mayo de ese año, con un partido contra el Sestao Sport. Por eso, el flamante campo de deportes del paseo de Cervantes se inauguró aún sin hierba.
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En efecto, por fin, el 27 de abril de 1924, víspera de San Prudencio (el patrón de Álava), tuvo lugar la apertura solemne. Para festejarlo, el club organizó una carrera ciclista y un cross, pero el plato fuerte fue el partido inaugural entre el Alavés y la Unión Deportiva Deusto. El párroco de San Miguel, Faustino Mendieta, bendijo el campo, que tenía entonces unas dimensiones de 106 por 75 metros, «en medio del mayor silencio».
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El público llenaba las gradas que, según los datos oficiales aportados algo más tarde por la Federación, tenían capacidad para 7.200 espectadores, buena parte de ellos de pie. El alcalde de Vitoria, Jaime Ignacio Echevarría (designado por la Dictadura de Primo de Rivera) fue «el encargado de dar el kick-off». El Alavés se impuso por 2-0 y jugó reforzado por el famoso delantero internacional del Athletic José María Belausteguigoitia ('Belauste'), originario de Llodio, que por su vinculación con Álava se ofreció a participar en el evento.
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El club, que desde su fundación solo había disputado amistosos contra equipos locales o de localidades cercanas, ya contaba con un estadio, condición indispensable para disputar partidos oficiales, una vez federado. Empezaba un sueño que, a punto de cumplir cien años, sigue haciéndose realidad cada jornada en Mendizorroza, pese a que el campo inaugurado en abril de 1924 aún no tenía nombre.
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