Carlos Benavídez Protesoni, el guerrero que siempre está al servicio del grupo
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Montevideo (Uruguay), 1998. Tercera temporadaSecciones
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Montevideo (Uruguay), 1998. Tercera temporadaPegamento para el grupo, cemento para el centro del campo cuando el partido necesita elevar el nivel físico. Carlos Benavídez, ahora Protesoni por el apellido de su madre, un joven veterano de 26 años, encarna a la perfección lo que es un jugador de equipo. Que siempre responde en el rol que le toque, ya sea desde el banquillo o en el once, donde acabó la temporada pasada.
Virtud que le convierte en uno de los pretorianos de confianza de Luis García. Y en uno de los hombres fuertes de un vestuario donde afronta su tercer año con todos los galones. Importante en el ascenso a Primera, supo aceptar un rol secundario mientras se adaptaba a la máxima categoría hasta que le llegó su momento.
Un guerrero que ha ido moldeando la vehemencia de sus inicios en el fútbol europeo hasta convertirla en un perfil más equilibrado que destaca en la contención, ayuda en la creación y se asoma al área contraria con peligro, como atestiguan los cuatro goles que marcó la campaña pasada (tres en liga y uno en la Copa).
Vivió muchos meses a la sombra del gran rendimiento que ofreció la dupla formada por Ander Guevara y Antonio Blanco, pero dejó claro que es una alternativa real que ofrece variantes y soluciones al eje del conjunto albiazul. El arte de brillar en la oscuridad desde un fútbol honesto y comprometido que engancha con el técnico, el equipo y la grada.
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