Alavés 1-3 Barcelona

Balas, fútbol y golpes de calidad

«Entre diez y quince», dijo en lo que parecía un reto demasiado ambicioso para un chaval de 19 años que, con la cabeza limpia tras liberarse de la ansiedad en Almería, es una amenaza constante para las defensas rivales. Le aguantó bien el joven Cubarsí en el cuerpo a cuerpo, mejor que Koundé en la primera vuelta, pero se acercó al gol en otras dos ocasiones en la primera mitad. Más apagado estuvo el talentoso Yamal, que emergió al final con una ruleta más efectista que efectiva y una galopada que dio aire a su equipo cuando ya estaba con diez.

Buena puesta en escena del Alavés, que quería calcar el guión de la primera vuelta en Montjuic, aunque la asimetría catalana le desajustaba en defensa. Porque este equipo es solidario, sacrificado, esforzado y todo eso, pero también juega bien. A ver si por ensalzar el enorme corazón que tiene nos vamos a olvidar de ponderar un fútbol capaz de tutear al Barça. Que también sabe a jugar a esto. Aunque esté deprimido y frágil, la calidad individual sale al rescate en tiempos de zozobra. Vaya golazo de Lewandowski. Y de Gundogan.

Ahí estuvo el factor diferencial, aunque las balas, Sola y Samu, dieran lustre a la esperanza albiazul. Los quilates particulares de uno y otro equipo. Cuestión de acierto, que por normal general suele ser más frecuente en las figuras de los equipos grandes. Después de estrellarse contra el larguero contra el Cádiz, Guridi se topó esta vez contra un paradón de Iñaki Peña. No tiene suerte el todocampista azpeitiarra. Y, así, el notable del Alavés no basto para ganar al suficiente de un Barça al que le vale con sus figuras para superar al escuadrón de Luis García, que, eso sí, no dejó de intentarlo hasta el final.

Guevara juega con esmoquin hasta cuando no tiene su mejor día. Y esta explosión de Javi López, con la confianza por las nubes, no la esperaban ni los más fieles devotos del potente carrilero canario. Otro gran partido en un día de máxima dificultad, precisamente ante Yamal. Y bienvenido sea Panichelli.

Muchos focos también apuntando al árbitro, como cada vez que el Barça juega en la que Xavi define como competición «adulterada». Ya tiene excusa el técnico culé en la expulsión de Vitor Roque, pero Martínez Munuera lo tenía muy claro desde el principio: en caso de duda, al amarillo. No dudaba, en realidad. Eso y montar el numerito en el banquillo del Alavés sin venir a cuento. La tarjeta a Samu por protestar una clarísima falta de Araújo dejó constancia de que las cartulinas no tenían el mismo precio en ambos bandos.

El defensa uruguayo parecía muy interesado en llevarse la camiseta del delantero melillense, al que no dejó de agarrar durante todo el encuentro. Mano en al área de Joan Cancelo a centro de Antonio Blanco (m. 38), pasapalabra.

Fin a la racha. Pero bravo equipo albiazul, pese a todo. Orgullo en la derrota. Hay maneras y maneras de perder y este Alavés elige siempre la del compromiso infinito.