Iván Benito
Sábado, 14 de agosto 2021, 00:58
La afición está a las puertas de derribar una barrera: 526 días sin acudir a Mendizorroza a ver al Alavés. 24 partidos de grada confinada y pasión incorpórea, seguidores desahuciados de su casa por una pandemia que condiciona el regreso esta noche. Será con mascarilla ... y pasaporte covid o declaración responsable de estar libre del virus para acceder al estadio. Se prohíbe permanecer de pie en la tribuna y se aconseja encarecidamente que se vaya con una hora de antelación para evitar aglomeraciones. No será lo mismo que antes. Por de pronto, porque solo se autoriza la presencia de 3.968 abonados, el 20% del aforo, la asistencia más baja de la primera jornada de la Liga 2021-22. Una pequeña píldora tras año y medio de pandemia.
Publicidad
Hoy, los aplausos resonarán menos, pero se dejarán sentir. La salida al calentamiento, el retorno a la caseta, el comienzo del partido, un córner, un despeje de Laguardia… Aplausos porque sí. Por el mero hecho de estar ahí, sanos y salvos. Con la emoción de remontar la escalera hasta el asiento reservado, de oler la hierba, de contener el corazón, de pedir un penalti que no lo es.
Los habrá que fuercen la complicidad con un desconocido cuando se malogre un remate. El éxtasis del gol. Y el reloj del marcador: quedará mucho si gana el Alavés. Regresa el fútbol y su gente. La que comparte el sentimiento aunque sea con tres asientos de distancia. El fútbol de la grada en los estadios. El anhelado por siete albiazules que confiesan a EL CORREO sus emociones.
Noticia Relacionada
Su historia puede ser recurrente. Su cuñado, «socio de toda la vida», está de vacaciones en Murcia y, como afortunado en el sorteo, le ha cedido la localidad. Álvaro González cuenta que «cuando salió el calendario ya se me pusieron los dientes largos. Primer día, en casa y con el Madrid. Le pedí que se apuntara y le ha tocado», relata. La jugada redonda para un fiel del Baskonia que no anima al Alavés en Mendizorroza desde el choque con el Valencia, pero el de la Copa'18 con aquel cruel desenlace en los penaltis.
Publicidad
«Siempre trato de acudir a un partido al año con los críos para ver si se enganchan». Esta vez tampoco irá solo. Conoce a un amigo igualmente agraciado. «Queremos ver todo desde el calentamiento. Animar a los nuestros y comprobar la calidad técnica de un equipo del nivel del Real Madrid. La pega es el bocata», lamenta Álvaro. Sostiene que la prohibición de comer en el campo impedirá a los aficionados la apetecible cena del descanso a esas horas «tan intempestivas». Pero, ojo, el Alavés ha aclarado que sí se puede jamar el bocadillo pero con sumo cuidado.
«Hay factores por el que no ha habido un aluvión de peticiones, pero cada uno tiene su situación. Gente de vacaciones que no está dispuesta a sacrificarlas después de mucho tiempo con limitaciones en el ocio. Otros tienen miedo. Padres con niños pequeños que no se han arriesgado a que toque a unos y no a todos…», desgrana el hostelero.
Publicidad
Coincide en «las ganas de disfrutar». «4.000 tíos en 'Mendi' después de todo lo que hemos pasado este tiempo… Va a ser algo inolvidable que contaremos siempre». Un hervidero de emociones que ha superado la prueba de fidelidad que ha supuesto la pandemia. «No había runrún en la calle. Los medios no contabais el día a día en los entrenos, no teníais acceso a entrevistas… El club no se ha preocupado de conectar con la masa social en estos tiempos en los que estábamos más lejos que nunca», censura González.
María Antonia Santander e Íñigo Jiménez Madre y hijo44 temporadas de socio, toda una vida de albiazul. «Jamás había estado año y medio sin pisar Mendizorroza. Ni con Piterman». Seguidor y accionista babazorro, Alfredo Vázquez, que reconoce que «habrá cosas más trascendentales pero el Alavés es mi vida», derrocha ilusión ante su inminente regreso. «Es volver a entrar en nuestra casa», relata emocionado el abonado 414.
Publicidad
Sufrir delante de la televisión -«lo pasaba mucho peor»- da paso a la alegría e ilusión por ver al equipo 'in situ', la confirmación de un presentimiento. «Esperaba que nos tocara. Sin Iraultza y con la gente de vacaciones… Además, creo que el número de socios ha disminuido sustancialmente con la pandemia pese a las informaciones del club». Ni los horarios, «otra desconsideración más de la Liga hacia los aficionados», ni el sufrimiento de las últimas temporadas han logrado deteriorar su sentimiento. «En mi casa no fallamos aunque la cosa vaya torcida».
Alfredo Vázquez habla en plural. Acudirá con sus dos hijos, Lide (13 años) y Asier (10), que interrumpirán las vacaciones en Plentzia. «El pequeño lloraba al principio porque no llegaba la confirmación de su entrada y pensaba que no le había tocado. Llamé al club y era un error». También irá con ellos su sobrino Pablo, aún algo desubicado. «Cuesta hacerse a la idea después de tanto tiempo». Sorprendido porque la mitad de los socios hayan decidido no inscribirse al sorteo. El encuentro contra el Real Madrid siempre es una prioridad. «El día del Mallorca me pilla trabajando».
Publicidad
Pablo reconoce que «se ha hecho larga» la espera. «Sientes que el equipo es menos tuyo, aunque la pasión no se reduzca». Regresa el peregrinaje por Cervantes, el sentimiento de pertenencia, el Alavés en primera persona aunque se haya perdido dosis de romanticismo. «Es inevitable jugar contra el Madrid y no pensar en el gol de Manu García. Será triste no verle, es como si se hubiera caído un trozo del escudo».
«Si me dicen que el día del Valencia era la última vez que iba a ir a Mendizorroza hasta dentro de año y medio, no lo hubiera creído». Alucina, todavía incrédulo, Íñigo Jiménez, con 46 años de socio a sus espaldas. «Ya ni me acuerdo de aquel día», aporta con gracia su madre María Antonia Santander, con un carné algo más joven. «Al principio iba mi marido solo al campo y a mí no me llamaba el fútbol. Pero en cuanto empecé a ir con él, el ambiente me enganchó, y bien», rememora.
Noticia Patrocinada
Ambos, «locos por volver al campo» y familiares de Larrea, albiazul en la campaña 1964-65, no se han sentido identificados con lo visto en el televisor el último año y medio. «El sentimiento del Alavés no se pierde. Si ha habido desapego es por lo que se ha estado viendo por la tele, porque eso no es fútbol. Sin aficionados era muy triste, no ves los partidos con la misma intensidad», pronuncia tajante la mujer, ataviada con la camiseta de Karmona, aunque también se acuerda con pena de Manu García. «A ver si el gol de la victoria lo mete otro», espera.
Volver es un éxito. «Por la tele me pongo más nerviosa. Me gusta más el ambiente de la grada, te desfogas, gritas y animas. En casa das quinientas vueltas por los nervios», cuenta. Aunque la visita del conjunto blanco no es la fecha más señalada por la familia. «Yo estoy muy contento de que me haya tocado, pero por mucho que sea el Madrid, me gustaría más el encuentro con Osasuna. Es un equipo y una afición espectaculares. En cuanto al ambiente, es el mejor del año», aprecia Íñigo.
Publicidad
«A ver si amplían hasta el 40% del aforo». Es una petición unánime de la hinchada, que hasta ayer no recibió por email la entrada digital del primer encuentro. El nerviosismo se quedará en el Paseo de Cervantes para dar paso a «la emoción de volver a 'Mendi'». Su larga experiencia como inquilinos de un asiento de gol les hace conocedores del sentimiento que más aflora: «Si no sufrimos, nos aburrimos».
Iñaki hila su amor por el fútbol, el arte y la pintura. Sus 'garabatos' albiazules, retratos de jugadores históricos del Alavés y de la actual plantilla, copan su estudio-bodega en Salinillas de Buradón. «Están encantados, son muy cercanos. Casi cada semana se pasa uno por aquí. Le invito a picar algo, tenemos una charla amena y les hago su 'garabato'», desmenuza. Sus pinceladas también teñirán de azul y blanco un rincón de Limassol, la nueva casa de Manu García, y trazan el buen hacer de las Gloriosas.
Publicidad
Seguidor acérrimo, creador de una versión gloriosa de Wikipedia, que se llevó «un alegrón» el martes al comprobar que era uno de los 3.968 privilegiados. «Me ha costado asimilarlo. Nunca me había tocado nada. De hecho, ya había hablado con varios amigos para ir a verlo al bar».
El hombre considera el regreso del fútbol «desangelado», como un «experimento sociológico». «Quiero hacer una crónica para captar la realidad, las caras de la gente, las miradas… Reflejar la huella de salir a flote. El resultado casi que da igual. El hecho de dar un primer paso ya es la leche». La mascarilla esconderá las sonrisas. «Será incómodo para animar, pero es lo que toca. Mejor así que sentarte frente a la tele». Junto a su hermano Joserra -«tirará de mí para ver el calentamiento»-, recorrerán felices los casi 40 kilómetros que separan la localidad riojanoalavesa del estadio. «¿Mendizorroza sigue en el mismo sitio, no?», bromea.
Publicidad
Las recomendaciones y prohibiciones cambiarán su rutina. «Ahora no podré entrar cinco minutos antes» se lamenta. Desconocía que sí puede cargarse con el bocata de tortilla, que será de patata. Y hay también hambre de fútbol en el graderío, pese a que otros aficionados lo perciben de desigual manera. «Mi hijo no se apuntó porque es de Iraultza. Son 2.000-3.000 chavales que no sienten el Alavés de esta forma, con medias tintas, y han decidido quedarse en casa hasta que no puedan volver al fondo con normalidad».
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.