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Centenario de Mendizorroza
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Centenario de Mendizorroza
El pilar de un campo que se queda pequeñoMendizorroza sopla cien velas con el privilegio de hacerlo rodeado de sus seres más queridos. El anciano albiazul recibe cada quince días la visita de sus hijos, sobrinos y nietos más fieles. Los que nunca faltan a la cita con el Deportivo Alavés aunque ... un viento cortante se cuele por sus rendijas y enfríe los huesos o la incesante lluvia amenace con mojar el bocadillo del descanso. Sea el partido memorable, solo bueno, una sonrojante goleada o un plomizo empate a cero sin tiros a portería que levanta suspiros de desesperación en la grada. Ir cada quince días a Mendizorroza es una cuestión de fe. Ahí poco tienen que decir normalmente los fríos datos. Pero la realidad es que los números también avalan esa fidelidad.
El coliseo albiazul es el sexto de Primera en lo que respecta a porcentaje de ocupación. A lo largo de esta temporada ha acogido un promedio de 17.196 espectadores en sus gradas. Es decir, un 86,6% del total de los 19.840 que puede acoger desde su gran remodelación a la que fue sometido hace más de dos décadas, con el ascenso a Primera de 1998. Por delante y a escasa distancia tiene a recintos de similares dimensiones como el Nuevo Mirandilla (87,3%), Los Cármenes (87%) y el Estadio de Vallecas (87,5%). Comandan la tabla Mestalla (88,5%) y un Santiago Bernabéu que, eso sí, cuenta debido a sus obras con un aforo algo reducido durante esta temporada. El estadio del Real Madrid llena de media el 89,5% de sus asientos cada partido.
Aunque Mendizorroza no ha podido celebrar este año un lleno rotundo -en la práctica hacerlo es casi imposible y más aun con los complicados horarios que ha sufrido el equipo, castigado a jugar demasiadas ocasiones en lunes y viernes- sí que dado en varios momentos la sensación de no caber un alfiler. Una caldera de principio a fin y con muy pocos huecos disponibles. Hasta ahora el techo del curso lo marcan los 19.480 espectadores que acudieron en febrero al partido contra el Barcelona. Ese día se agotaron las entradas. También para el choque ante el Real Madrid y los derbis frente al Athletic, Real Sociedad y Osasuna. Si Mendizorroza nunca falla, menos aun iba a hacerlo en esos días grandes. De los marcados en el calendario desde que se sortea el calendario en verano y que obligan a más de uno a tirar de dialéctica para salir antes del trabajo o cambiar el turno con un compañero ajeno al dulce veneno alavesista.
Ese techo de asistentes cuenta a su favor con la certeza de apoyarse en unos cimientos muy sólidos. Los que le dan una fiel base de abonados. El club acreditaba en diciembre, antes de la campaña invernal, 17.752 abonados. Su techo histórico y que representa casi un 90% de la capacidad total de Mendizorroza. Un club moderno que cada vez es más joven y paritario. Porque el 36% de sus abonados son menores de 25 años. Muchos de esos se hicieron alavesistas en su tierna infancia, en esos partidos de Segunda B contra el Guijuelo, Lemona o La Muela. Con esa base, la pasión es a prueba de balas y sinsabores. Además, el público femenino ya supone un 20% de la masa social albiazul.
La obligación de mantener un espacio para la grada visitante (387 localidades) reduce la venta destinada al público general a apenas unas 1.700 localidades y también limita por posibilidad de seguir sumando socios. Por eso, la fuerza albiazul no está tanto en los números como en la irrefrenable pasión que muestran de principio a fin sus fieles. Un activo que no deja de crecer. Solo la pandemia y la posterior desafección por la titubeante marcha del equipo frenaron el ritmo. Pero incluso entonces muchos abonados renovaron sin saber siquiera si las restricciones les permitirían acudir al campo. El curso pasado, tras descender a Segunda, se mantuvieron alrededor de 13.500 fieles. Con más fe que dolor pese al mazazo. En contexto, una cifra superior a la que manejaba el equipo el curso que terminó subcampeón de la UEFA (13.200). Tendrá achaques, pero el centenario Mendizorroza cumple un siglo con la moral por las nubes gracias al cariño de los suyos.
Mendizorroza alcanza con su centenario un hito que muy pocos estadios a nivel nacional han logrado. En el fútbol profesional español solo otros tres estadios llevan más tiempo en su misma ubicación. Invariables, aunque como el coliseo albiazul hayan sido sometidos a sucesivas modificaciones. Mendizorroza recibió su último gran lavado de cara en 2016, tras el penúltimo ascenso a Primera. Ahí estrenó, entre otras instalaciones, marcador, sala de prensa o el uniforme color azul que lucen sus asientos.
Entre todos, ninguno tiene más experiencia que El Molinón. El campo gijonés, nombrado así en referencia al gran molino junto al que se situaba, está en su ubicación actual, al menos, desde 1908. Fue en una crónica de El Comercio publicada el 20 de mayo de ese año donde se hizo referencia por primera vez. Le sigue Mestalla, que el año pasado celebró su centenario. En 2006 fue presentado el proyecto para construir un nuevo Mestalla, que empezó a edificarse en 2007. Pero desde 2009 las obras están paradas y el proyecto, en un laberinto.
También El Madrigal -ahora Estadio de La Cerámica-ocupa su ubicación actual en el centro de la ciudad que anima al Villarreal desde 1923. Rodeado de casas, en un emplazamiento de otros tiempos. Fuera del fútbol profesional también destacan El Rubial (Águilas, Murcia; 1913), el Camp d'Esports de Lleida (1919), La Murta (Xátiva, 1920), El Malecón (Torrelavega, 1922) o Las Llanas (Sestao, 1923).
Lejos de España destaca entre todos Bramall Lane. Ubicado en la ciudad inglesa de Sheffield, es en la actualidad sede del Sheffield United de la Premier. Pero, inaugurado un 30 de abril de 1855, fue primero casa del Sheffield FC, uno de los clubes más antiguos del mundo. Tiene el honor, además, de haber acogido en 1878 el primer partido de la historia jugado bajo luz eléctrica. El Georgios Karaiskakis de El Pireo (casa del Olympiacos desde 1895) o el Gran Parque Central (Nacional de Montevideo; 1900) también son más que centenarios.
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