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Ni el escenario presentaba su aspecto más distinguido ni el espectáculo que albergó fue espléndido, pero nada impidió que el
Es obvio que el cartel de la cita había perdido glamour, porque al Alavés se le cayó el caramelo cuando ya lo había desenvuelto. Que ni el tiempo ni la (bendita) saturación de eventos deportivos acompañaban a que el equipo albiazul monopolizara la atención. Pero quedaba por ver el último capítulo de una temporada trepidante y el agradecimiento a los actores que no defenderán el escudo albiazul, que son muchos. Todos querían salir en la última fotografía del curso con una sonrisa pletórica. Lo intentó
No era para menos. El discreto cierre, con un partido por momentos espeso y sin chispa, escondía una trayectoria que no se olvidará con facilidad. Y eso que el digno epílogo llegó a estar en peligro ante el Girona, que llegó con aspecto moribundo y un puñado de zarpazos, muy insuficientes para lograr uno de los mayores milagros de la historia de la Liga. Ni siquiera cuando el choque se presenta tan plácido, con la única incógnita de saber si el Alavés finalizará décimo o decimotercero, evita que a uno se le cree un breve nudo en la garganta con un disparo ajustado como el que realizó
Alavés
Sivera; Vigaray, Laguardia, Navarro, Adrián Marín; Pina Manu García y Wakaso; Jony (Blanco, min. 85), Calleri (Guidetti, min. 85) y Rolan (Twumasi, min. 73).
2
-
1
Girona
Iraizoz; Bernardo, Alcalá, Muniesa; Valery, Granell, Pere Pons, Planas (Aday Benítez, min. 67); Soni (Roberts, min. 46), Lozano (Doumbia, min. 38) y Portu.
Goles. 1-0, min.40: Wakaso. 2-0, min.83: Calleri. 2-1, min. 86: Portu.
Árbitro. Melero López (Comité andaluz). Amonestó a los locales Tomás Pina (min. 45), Calleri (min. 54), Rolan (min. 55) y a los visitantes Sony (min. 33), Muniesa (min. 59) y Planas (min. 66).
Incidencias. Partido correspondiente a la última jornada de LaLiga Santander (38º) disputado en el estadio de Mendizorroza de Vitoria ante 11.549 espectadores, con varios seguidores gerundenses.
El equipo albiazul había cumplido el ingrato trámite de certificar la defunción del Girona, que estaba ya en fase terminal. La indefinición le acompañó siempre al cuadro catalán, hasta sus últimos minutos en Primera. No sabía muy bien si despedirse con un partido honroso o lanzarse a por una quimera y salir vapuleado. Hasta que la entrada de Doumbia y sus remates de cabeza (ejecutados con una soledad inexplicable) parecieron marcar el camino, el Alavés buscó la sentencia con la energía que le quedaban a sus mejores hombres, hambrientos de una ovación cerrada que después recibieron. Calleri se encontró hasta tres veces con Iraizoz, pero el argentino se marchó con los brazos en alto tras una espectacular galopada de
La historia estaba casi escrita, aunque el triunfo incluso peligró por la incomprensible inestabilidad y fragilidad que arrastra la retaguardia del Alavés. La falta de conexión entre
Pero para entonces había pasado ya el desfile de Calleri, que se golpeó con cariño el escudo, y de Jony, ovacionado como la estrella que ha iluminado el ataque del Alavés en el presente curso. Bastaba con aguantar el triunfo, aunque fuera mínimo y poco lucido, para alcanzar con una amplia sonrisa de satisfacción la vuelta de honor de toda la legión albiazul. Abelardo no pudo reprimir las lágrimas, símbolo de su etapa más exitosa en el deporte de élite. Y Mendizorroza, sin embargo, ya empieza a añorar el fútbol.
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