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Una tirita para la agonía albiazul

El Alavés corta su mala racha en un partido áspero, con más miedo a perder que intención de ganar, y suma un punto que alivia su situación pero le aboca a seguir sufriendo para salvarse

Lunes, 13 de julio 2020, 18:34

Solo el tiempo dirá si el punto es bueno. Se sabrá en unos días. Ojalá el jueves. De momento es una tirita para la agonía del Alavés, que corta la pésima racha de derrotas y vuelve a sumar en la carrera por la permanencia, aunque sea un pasito corto. Podría valer, deja sin margen de error a los rivales por la salvación, pero sigue abocado al sufrimiento para mantener la categoría. La angustia sigue ahí. Reflejada fielmente en el partido ante el Getafe.

Áspero, de fútbol rudo. Mucha disputa, mucho trabajo. Poco juego combinativo, pocas oportunidades. Con más miedo a perder que intención de ganar. O de arriesgar. Y con un susto morrocotudo en los últimos minutos, cuando el VAR anuló, bien anulado, un gol azulón que había helado la sangre albiazul cuando ya se daba por bueno ese punto de sabor incierto. El mayor botín posible, por otra parte, cuando el plan pasa, fundamentalmente, por no cometer errores.

Alavés

Roberto; Aguirregabiriria (Tachi, min. 89), Laguardia, Ely, Adrián Marín; Manu, Pina (Camarasa, min. 80), Burke (Paulino (min. 74), Edgar; Joselu y Lucas Pérez (Borja Sainz, min. 89).

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Getafe

Soria; Cabaco, Djené, Timor, Olivera; Arambarri, Jason (Duro, min.83), Maksimovic, Cucurella (Amath, min. 92); Jaime Mata y Molina.

  • Árbitro: González Fuertes (Comité asturiano). Amonestó a los locales Martín (min. 21), Manu (min. 56), Laguardia (min. 75) y Ely (min. 82); y a los visitantes Cucurella (min. 12) y Mata (min. 35).

  • Incidencias: encuentro correspondiente a la trigésima sexta jornada de LaLiga Santander disputado en el estadio Mendizorroza a puerta cerrada.

Para un partido clave Muñiz tiró de la vieja guardia, recuperando el doble pivote que han formado Manu García y Tomás Pina en las últimas temporadas. Primera titularidad del capitán tras el parón. El asturiano quería agresividad e intensidad ante un rival que hace de la disputa un arte. Meter la pierna, en definitiva. Segundas jugadas, rechaces, duelos individuales... La primera parte no se movió ni un milímetro de ese esperado guión. Sin ocasiones claras hasta que Cucurella estrelló un balón en el poste en el minuto 42.

Antes, solo acercamientos tímidos al área. Y faltas. Muchas más que en los anteriores partidos del Alavés, más vehemente en su oposición al rival. Debió tener más cuidado, en cualquier caso, ya que el Getafe forzó varias faltas laterales que en un duelo tan cerrado sin apenas oportunidades podían resultar decisivas. No lo fueron. Y el primer tiempo no dejó rastro de los delanteros albiazules. Ni Lucas ni Joselu, bien cubierto en los duelos aéreos. Tampoco aparecieron apenas los extremos. Algo de Burke y varios fueras de juego evitables de Edgar.

Mucha tensión. Y nervios. Miedo a perder. Pesaba más el temor a fallar que el deseo de acertar. La premisa era no cometer errores. Cero riesgos. Un partido de pico y pala, con más choques que combinaciones. Absolutamente plano hasta el tiro de Cucurella a la madera. Un aviso, en cualquier caso: en ese contexto de fútbol enconado se estaban manejando mejor los de Bordalás.

Nada cambió en la reanudación. Cada equipo esperaba su momento, pero lo primero seguía siendo no hacer concesiones. Fue el Alavés el que encontró su ocasión, en las botas de Lucas Pérez, que se estrelló contra David Soria tras una jugada de Edgar a trompicones. El fútbol seguía sin fluir. Y no pasaban demasiadas cosas. Hasta que Hugo Duro, en el minuto 86, paró el corazón del alavesismo con un gol por la escuadra tras un rechace, que se quedó en un susto tras la intervención del VAR, que no podía dejar pasar por alto la mano de Mata en el control anterior.

Un susto enorme, porque la fatalidad parecía volver a cebarse con los albiazules, que ya dejaban entrever muchos nervios y demasiado miedo en su juego. La tensión y la fatiga estaban paralizando al Alavés en esos últimos minutos, cuando de lo que se trata es de no perder el punto que anteriormente no has sabido convertir en tres. Fue entonces, paradójicamente, cuando el duelo más se abrió, en los nueve minutos de descuento, pero ahí ya faltaba pausa con el balón y, sobre todo, fuerza en las piernas.

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