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Ser entrenador del Deportivo Alavés es una profesión de riesgo. Lógico que Julio Velázquez tuviera el semblante tan serio en su primer partido. Como quien hace su bautismo en paracaídas con la duda de si se va abrir o no. Como interrogándose a sí mismo ... si estos son los bueyes con los que tiene que arar el milagro que le ha encargado el club. Ni siquiera cambió el rictus cuando Fernando Pacheco le paró el penalti a Rubén García. Todos los integrantes del banquillo saltaron de alegría a su espalda. El nuevo entrenador seguía con los brazos cruzados y ese gesto pensativo que le acompañó durante todo el partido.
No lo vería demasiado claro cuando mandó a calentar a Jason y Pellistri en el minuto 13. Y eso que su Alavés había empezado bien, con una buena ocasión de Joselu en apenas un minuto. Un inicio furioso con el aliciente del cambio como motor de arranque. Pero no duró mucho el estímulo. Tampoco lo vería demasiado claro cuando aprovechaba cada parón del juego para repartir consignas tácticas entre sus jugadores. Que Ximo Navarro está siendo atendido en el suelo, repaso de la lección con Escalante y Loum. Que Luis Rioja se sale del campo cerca del área técnica, 'espera, no te vayas que tengo algo que decirte'.
Un cabreo con Loum por un balón que le roba Moncayola, un pulgar hacia arriba como gesto de aprobación a Manu Vallejo, los brazos levantados con las palmas hacia abajo para pedir más serenidad a sus jugadores, un discreto segundo plano cuando el colegiado va a consultar el VAR en el penalti de Ximo Navarro. Y a sacar de nuevo el papel que se había guardado en el bolsillo poco antes. Y otra vuelta para hablar con su segundo, Jaume Mut, reclutado del Manacor para esta compleja causa.
«Nos conocemos desde hace veinte años, casi todas las semanas tenemos contacto directo, hablamos de fútbol, del juego. Es una persona complementaria a lo que puedo ser yo como primer entrenador. Entiende bien el juego y al jugador, análisis de balón parado... Creo que me puede aportar muchísimo desde su experiencia», explicó Julio Velázquez durante su presentación. Con corbata el jefe, de chándal el ayudante, que salía a dar indicaciones, sobre todo, en las acciones de estrategia, para corregir algunas posiciones de jugadores. Muy activos ambos, que recibieron un toque de atención del cuarto árbitro por salirse del área técnica.
En el apartado táctico, como ya había avanzado, nada de revoluciones. Ximo por Duarte en el lateral izquierdo como novedad más destacada en un 4-2-3-1 versátil que quería jugar en largo para evitar problemas en la salida de balón, en busca de la cabeza de Joselu, los espacios de Edgar y Rioja en bandas y las segundas jugadas que peleaba Manu Vallejo. Los cambios, a demanda de la situación, ya que tres de los cuatro jugadores sustituidos ya habían sufrido calambres antes de enfilar el túnel de vestuarios –Edgar, Tenaglia, Escalante –. Reflejo de la tensión.
Y si poco cambió la forma, nada cambió el fondo. Más de lo mismo. Tampoco se le pueden pedir peras al olmo. Y este Deportivo Alavés no da frutos, independientemente de quién agite el árbol. Tampoco con Julio Velázquez, que selló su estreno como entrenador albiazul con una derrota similar a lo que viene siendo toda la temporada (1-0). Un estreno amargo que el técnico se iba rumiando después de aplaudir a los aficionados albiazules desplazados a Pamplona. Serio. Muy serio. Como para no estarlo si el paracaídas no se abre.
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