

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
La dura derrota contra el Rayo en Mendizorroza reveló que aquel dulce momento que saboreó el Alavés tras su heroica victoria ante el Villarreal ... fue en realidad un oasis tan plácido como fugaz. La entidad del rival amarillo y la épica resistencia albiazul, que aguantó el resultado incluso con nueve hombres y obligado a recurrir al tercer portero, dieron un vuelco a la espiral de negatividad que empezaba a engullir a los vitorianos. Sin embargo, esa bocanada de aire, que parecía extenderse hasta Las Palmas, apenas duró un suspiro.
Los males conocidos volvieron a azotar a los de Coudet incluso antes de abandonar Gran Canaria, donde lanzaron por la borda una valiosísima renta de dos tantos. Aquel fatídico descuento continuó durante más de 90 minutos el sábado en Mendizorroza, como si el tiempo se hubiera detenido y el largo parón de más de dos semanas no hubiera existido. Los albiazules concedieron otro tanto en menos de dos minutos de pura fragilidad y confusión, y pese a firmar una reacción digna hasta que se quedaron pasmados tras el inexplicable penalti a lo Panenka de Jordán, apenas arrinconaron al Rayo.
El Alavés, que todavía se mantiene fuera de los puestos de descenso porque le acompañó el resultado del Leganés (Las Palmas juega hoy y aún puede meterlo en la zona roja), vuelve a una situación límite y sin apenas margen de error con sólo nueve jornadas por disputarse. La agonía del descenso es una situación desconocida para Coudet, tal y como ha reconocido el propio técnico en más de una ocasión, y tampoco ayuda que se encuentre tan lejos de conectar con la grada, nostálgica con Luis García Plaza. De hecho, el entrenador goza de un vínculo mucho más estrecho con la directiva, que prevé mantenerlo en el banquillo en Girona, que con la afición. No hay que olvidar, de hecho, que el Chacho admitió que percibía «indiferencia» por parte de la hinchada, algo que, con los últimos cánticos en favor de su predecesor, apenas ha cambiado.
Desde que el Alavés cayó en descenso por primera vez esta temporada con la derrota ante el Barcelona, la endeblez defensiva ofreció tímidos signos de mejoría hasta que la retaguardia volvió a desmoronarse en los dos últimos encuentros. Y, de forma paradójica, es a día de hoy la línea más reconocible del once albiazul. Pero, además, los escasos argumentos ofensivos que parecían valores seguros han empezado a titubear.
El ejemplo más nítido es el de Carlos Vicente, que ha pasado de ser objeto de deseo invernal y uno de los extremos más afilados de La Liga a poco más que un competidor por el puesto. El aragonés encadena cinco partidos sin disputar los 90 minutos; en concreto, desde el pasado 15 de febrero ante el Leganés. Y esa especie de desaparición del grupo de intocables es una de las cuestiones que causa estupefacción entre la afición, que mantiene el recuerdo vivo de la espectacular irrupción de Carlos Vicente, y del irreverente liderazgo que ejercía desde el costado derecho. Pese a que el brillo y el desequilibrio del 'vikingo' han menguado, al Alavés le cuesta digerir que el joven Cabanes le tome la delantera, aunque lo haga de manera intermitente.
Pero no es la única decisión táctica que se le ha cuestionado al técnico argentino desde su llegada. La acumulación de jugadores en ambas áreas en momentos críticos tampoco ha convencido. Ni para defender, como ante el Valencia, Leganés y Las Palmas, ni para buscar la remontada, frente al Getafe y, de forma mucho más reciente y clara, ante el Rayo. El Alavés acabó el encuentro con cuatro delanteros (Kike García, Villalibre, Toni Martínez y Carlos Martín), dos extremos (Conechny y Carlos Vicente) y un solo centrocampista (Blanco). Un dibujo que lo mismo podía provocar un asedio caótico que un desgobierno peligroso. Sucedió lo segundo.
A pesar de que la directiva le ha transmitido «confianza» incluso cuando ha encajado duros reveses, como el del sábado, el entrenador es consciente de que camina sobre el alambre. De hecho, ha llegado a mostrarse comprensivo ante una eventual destitución. Primero, tras el mazazo ante el Espanyol en el último minuto, que hundió a los albiazules. Entonces, sin que le preguntaran de forma directa por su futuro, dijo que «cualquier decisión que pueda llegar a tomar el club sería entendible» por sus resultados. El sábado, en un contexto algo distinto porque vino de una pregunta, dejó una reflexión similar: «No me quiero ir ni que me echen, pero es parte de este trabajo».
A ojos de la directiva albiazul, a favor de Coudet juega la unión que ha logrado en el grupo y los datos de rendimiento físico, además de fases de juego en las que el equipo ha merecido un mayor premio. Los resultados, sin embargo, han reflejado una peligrosa irregularidad, sobre todo en Mendizorroza. Los albiazules también mantienen la cabeza fuera del descenso, algo que siempre amortigua las crisis, aunque con un margen tan exiguo que hoy mismo puede saltar por los aires. Todo apunta a que Coudet tendrá el sábado en Girona una reválida muy similar a la que superó en Mallorca con enorme sufrimiento, gracias a la resurrección del Alavés cuando parecía ya un alma en pena y el oportuno indulto de Muriqi.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Los libros vuelven a la Biblioteca Municipal de Santander
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.