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A estas alturas quedan pocas dudas de las bondades que cobija la dieta mediterránea. Recientemente escribí un artículo donde me hacía eco de uno de los últimos estudios publicados. Esta no era una investigación cualquiera, sino un verdadero compendio de toda la literatura científica existente ... hasta el momento sobre las opciones alimentarias que más fama de saludables atesoran. Las conclusiones arrojaban como indiscutible vencedora a la dieta mediterránea, y eso que los rivales no eran dietas de atrezo precisamente (baja en carbohidratos, alta en proteínas, baja en grasas, paleo, de bajo índice/carga glucémica, ayuno intermitente, nórdica, vegetariana, DASH y portfolio) ni tampoco los parámetros valorados (peso, IMC, colesterol total, LDL, HDL, triglicéridos, glucosa, insulina, HbA1c, tensión arterial sistólica y diastólica).
Teniendo claro ese punto no es menos obvio que se hace necesario aclarar en qué consiste, realmente, la dieta mediterránea.
Vivimos tiempos de zozobra y por primera vez, en varias generaciones, la población de occidente hace suyo una sensación casi ajena, la vulnerabilidad de la carne. Puestos a sacar consecuencias positivas, una podría ser la de no dar por hecho nuestra longeva esperanza de vida. Darnos cuenta de que la salud es lo que realmente importa y que para salir en la foto hay que moverse. Sensibilizarnos más con nuestro medio y con nosotros mismos sería una feliz consecuencia, y la del cambio de hábitos alimenticios una potente herramienta.
La dieta mediterránea no es simplemente un listado de alimentos más o menos aconsejables con cierta predisposición a la santidad. Se trata de una herencia cultural común de los países rivereños del Mare Nostrum que se ha ido enriqueciendo y perfeccionando durante miles de años. Hoy en día es unos de los miembros más destacados que forma el Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad auspiciado por la UNESCO.
Estos usos y costumbres empezaron a analizarse en los años 50 del siglo XX con el 'Estudio de los Siete Países', liderado por Ancel Keys entre 1958 y 1964, que comparó los hábitos dietéticos de EEUU, Japón, Finlandia, Holanda, la antigua Yugoslavia, Italia y Grecia. El seguimiento de estas poblaciones durante 5-15 años confirmó una menor mortalidad por enfermedad coronaria y general y una mayor expectativa de vida en los países mediterráneos, particularmente en Grecia.
Este informe tuvo que ser bastante matizado y complementado con ulteriores investigaciones; de hecho, el nombre de dieta mediterránea apareció posteriormente, pero supuso un prometedor comienzo.
La dieta mediterránea se sostiene en una serie de principios que debemos tener claros:
- Los cereales deben ser consumidos en su versión integral, asegurando un menor índice glucémico y una absorción más razonable.
- Comer frutas y verduras de temporada. Vivimos en la huerta de Europa y eso garantiza una increíble variedad de sabores con un contenido óptimo de fibra y vitaminas. Las famosas cinco raciones son un indicativo de la cantidad diaria mínima.
- El consumo de legumbres tiene que ser destacado. Hablamos de alimentos con alto contenido en proteínas, fibra, gran densidad de nutrientes y bajo contenido en grasa. Igualmente, su aporte de hidratos de carbono complejos contribuye a equilibrar el perfil calórico de la dieta.
- En el consumo proteico también destaca la presencia del pescado azul por su excelente combinación de grasas sanas ricas en ácidos grasos omega 3 y proteínas de alto valor biológico.
- El aceite de oliva virgen extra es el gran buque insignia de esta herencia cultural. Recordemos que se trata del zumo de un fruto que se recoge en un momento muy concreto del año. Es decir, hablamos de un producto de temporada que, al ser una grasa, se puede consumir todo el año, pero donde es muy importante el momento y el tratamiento que ha tenido la aceituna. ¿Ustedes se comerían una manzana que llevara dos semanas caída en el suelo? ¿Son de los que compran el aceite de oliva en abril? ¿Están seguros de la calidad real de lo que han comprado? Pues eso.
- Productos ultraprocesados y carnes rojas no están invitados a la fiesta. A los industrializados cargados de azúcar directamente ni les hablamos.
- Comer con moderación, una vida socialmente activa y deporte son también consustanciales a este modo de vida tan saludable.
Estas sencillas reglas son el núcleo de un profundo saber atesorado por miles de generaciones y por algunos de los pueblos más notables que han existido en la historia de la humanidad. Es normal que cuando luces referencias tan sobresalientes muchos quieran hacerse una foto contigo y presumir de que te conocen o que incluso comparten tus logros. Hoy en día vivimos una auténtica prostitución de la dieta mediterránea por parte de algunos sectores de la industria, que intenta blanquear la mediocridad de productos, perfectamente prescindibles, inventando filiaciones de alta cuna.
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