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Siempre hay una primera vez para todo. También para la industria de la moda, dominada mayoritariamente por los hombres desde los despachos directivos y con un perfil femenino más asentado en las principales cancillerías de las direcciones creativas de las grandes marcas. Donatella Versace, Miuccia ... Prada y Stella McCartney son tres ejemplos de mujeres hechas a sí mismas, provistas de un liderazgo indiscutible.
Sigue habiendo, sin embargo, cuestas empinadas. Pero incluso las ascensiones más complicadas comienzan a despejarse de obstáculos. Uno de los últimos hitos ha sido la ascensión al olimpo de Lacoste de la británica Louise Trotter. Hasta el pasado marzo, en que se estrenó en la pasarela parisina, nunca una mujer había estado al frente de la enseña del famoso logo del cocodrilo. Más allá de sus icónicos polos, su objetivo ha sido tan complejo como realista: convertir la marca deportiva en moda de lujo. Algo que hay que apuntar como un éxito en su currículum.
En su presentación, Trotter transformó chubasqueros, cortavientos y capas pluviales en prendas de sastrería con fibras naturales. La sucesora del portugués Felipe Oliveira Baptista se conoce la lección al dedillo. Funciona como aplicada mano derecha hasta que da el zarpazo definitivo y asume el control en solitario. Antes de tomar las riendas de la firma fundada por René Lacoste hace 86 años, pasó 9 en Joseph. Y a la muerte del creador de esta etiqueta, el empresario marroquí Joseph Ettedgui, lideró una primorosa transición.
Uno de sus mayores aciertos ha consistido en no meterse en ningún tipo de berenjenales y profesar fidelidad y respeto a los códigos históricos de las casas para las que ha trabajado. En Lacoste, por ejemplo, ha reactualizado distintas prendas típicas, ademas del popular polo, como el jersey de pico o el abrigo de paño mediante el uso de nuevos materiales técnicos. Trotter revisa la iconografía desde la sencillez y la comodidad y reinterpreta también el verde y amarillo, colores tradicionales de la firma gala. No es casual. Es de las que cree que no conviene agitar demasiado los cimientos de un emporio, propiedad del fondo familiar suizo Maus Freres, que registra unos ingresos anuales de unos 2.000 millones de euros y dispone de una red global de 1.200 tiendas.
Trotter sabe conjugar pasado y futuro y reivindicar una aspiración romántica sin ninguna connotación nostálgica al fabricar zapatillas inteligentes con un pequeño cocodrilo en la punta del pie. Nada demasiado revolucionario, pero al mismo tiempo una decisión muy inteligente porque, como advierten, nadie acude a Lacoste en busca de una moda insurreccional, sino por una especie de déjà vu en permanente revisión con nikis de enormes solapas y camisetas sin mangas de lana de rombos. Nunca faltan tampoco los logotipos de cocodrilo de gran tamaño y los suéteres escotados.
La chica de la raya en medio y en ocasiones de enormes gafas de pasta ha obrado un milagro para el que se preparó formándose en casas como Tommy Hilfiger, Calvin Klein o Gap. Ella carece de apellidos rimbombantes –tipo Versace, Prada o McCartney–, pero es una chica cocodrilo. Y ya se sabe cómo se las gastan estas chicas. Trotter también pega mordiscos y muerde terreno a otras casas. Si René Lacoste revolucionó en 1933 el mundo del tenis antes de trascender a la moda, Trotter está llamada a completar ahora otro giro igual de radical.
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