Casa rural Durango
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Casa rural Durango
Una pareja transforma una vivienda en una casa rural de ensueño cerca de DurangoMaría de Maintenant
Miércoles, 9 de agosto 2023, 01:21
A veces las oportunidades llegan de forma inesperada. Carmen y Manu vivían en Garay, y desde la ventana de su antigua casa llevaban tiempo observando un caserío a la venta. La vida está hecha para las personas valientes, así que tras darle varias vueltas, decidieron ... lanzarse a la aventura y comprarlo. Manu nació en Galicia, pero se ha criado en Ermua, al igual que Carmen, y a ambos les encanta la naturaleza, así que vieron la oportunidad perfecta para cambiar su modo de vida. «Pensé que era el momento de hacer realidad la ilusión que Manu ha tenido siempre», cuenta ella.
Se embarcaron en el proyecto en plena pandemia: con cierto miedo, pero con ilusión por el nuevo comienzo. Con paciencia y mucho trabajo, convirtieron un caserío del año 1520 en lo que hoy es OAR Cottage, un oasis en plena naturaleza, en el municipio vizcaíno de Garay, a unos ocho kilómetros de Durango. «El proceso de rehabilitación fue muy bonito», recuerdan.
En un mundo donde tener ratos de calma parece un privilegio, han conseguido crear un espacio exclusivo para desconectar de la rutina y conectar con las pequeñas cosas, manteniendo la esencia de «sentirse como en casa». Más allá de ofrecer un alojamiento, la pareja también quería dar un rumbo diferente a su vida, así que decidieron utilizar una zona de la casa para hacer su propia vivienda. A día de hoy, viven en el caserío junto a su perrita Coco compartiendo experiencias, anécdotas y momentos especiales con los huéspedes.
El nombre de OAR Cottage viene de 'Oar', el pequeño barrio en el que está situado, y los propios dueños afirman que ha tenido gancho desde el principio. «Todo el mundo dice que al entrar hay una atmósfera especial, es un sitio con alma. No se puede plasmar ni fotografiar, es algo que sientes». Nada más cruzar la puerta, se aprecia un amplio y acogedor portal de piedra con una chimenea, una de las joyas de la casa. «En invierno se enciende todos los días, y tiene su historia. Lo de alrededor son tejas del antiguo caserío hechas a mano. Se escogieron las más viejas», apunta Manu.
Al fondo, hay una pequeña cocina y un comedor donde salta a la vista la presencia de la madera en muchas zonas, como por ejemplo, en las encimeras. Carmen y Manu cuidan mucho los detalles y apuestan por mantener «la esencia de lo natural y lo imperfecto». De hecho, a él siempre le ha encantado crear con madera, y muchos de los elementos decorativos están hechos por él. Durante su trayectoria como constructor, ha participado en la rehabilitación de diferentes caseríos, y muchas veces, ha reciclado materiales para darles una segunda y hasta tercera vida. Esas piezas ahora forman parte de la decoración de OAR Cottage. «Siempre he sido muy manitas, lo heredé de mi padre. Cuando le veía hacer cosas, pensaba: '¿Cuándo aprenderé yo?'».
Al lado de las mesas del comedor, una puerta lleva al espectacular y amplio jardín, cuidado con mimo y con unas vistas impresionantes a las montañas. En verano, los huéspedes pueden desayunar fuera y disfrutar en las hamacas de un entorno inigualable. En los árboles destacan varias casitas de pájaro hechas por el propietario, que aportan un toque especial y entrañable al lugar. «Me encanta el entorno rural. De pequeño iba de vacaciones a una aldea de Galicia y era la persona más feliz del mundo. Ayudaba a mis tíos a dar de comer al ganado, a segar hierba, a recogerla… De hecho, el jardín de aquí lo cuido yo», explica Manu con una sonrisa.
La decoración de OAR Cottage ha sido un proyecto en equipo. Los propietarios han contado con la ayuda del interiorista Fran Ugarte, «uno más de la familia». Fran ha sabido dar forma a las ideas de la pareja, y su gusto e implicación han resultado claves para mantener la estética antigua del caserío. Entre los tres, han conseguido crear una fusión perfecta entre modernidad y tradición manteniendo la imperfección y el toque hogareño en 400 metros cuadrados. Y en esta mezcla tan armoniosa reside uno de sus encantos. Entre las marcas de decoración, destacan Becara, VAP en el caso de algunas telas de tapicería o Lino Rodríguez en los accesorios de baño, pero los vizcaínos afirman que la mayoría de elementos están creados a mano con el objetivo de mantener el alma de lo único y exclusivo. «Queremos resaltar lo antiguo. En algunos casos, hemos tenido que poner forjados y madera nueva, pero siempre apostando por la imperfección», explica la pareja.
Manu y Carmen prestan atención a cada detalle. Por ejemplo, en función de la temporada del año, utilizan el lino o la lana en las tapicerías de algunas partes del mobiliario e incluso renuevan las macetas de las zonas comunes semanalmente con ramas de árboles autóctonos. El esmero por mantener una armonía visual se aprecia en cada esquina. En el baño del portal, llama la atención un suelo con una especie de motivos étnicos, que en realidad son baldosas hidráulicas que han conservado de la obra.
Las lámparas también tienen su toque artesanal: están hechas con los residuos de madera del suelo que se aprovechó de las ruinas. «Un día en pandemia estuvimos los tres trabajando: pusimos todos los trocitos de residuo en el suelo y a partir de ahí empezamos a crear», recuerda Carmen. El arte y el diseño continúan arriba, en la zona de habitaciones, donde el olor a madera se va notando a medida que se suben los escalones. El alojamiento cuenta con un total de ocho habitaciones de diferentes tipos: Junior Suite, Doble Deluxe, Deluxe con Jardín, Doble Superior y Doble Petite.
Los dueños también recomiendan lugares y experiencias a los huéspedes para garantizar una estancia inolvidable que despierte todos sus sentidos, como por ejemplo, rutas gastronómicas y de senderismo. «Hay restaurantes impresionantes por la zona y la ubicación es excelente. Está el parque Urkiola, Abadiño, Elorrio, el valle de Atxondo… Son zonas muy especiales», dicen.
A Manu y a Carmen, que se caracterizan por su naturalidad, les encanta estar con la gente. Y es precisamente esa energía la que ha dejado huella en cada uno de los huéspedes que se han alojado en OAR Cottage. Durante estos años, han tenido varias experiencias y anécdotas con varios de ellos. Algunas comenzaron con una paella en casa y otras con una ronda de vinos por Durango. «La gente nos invita a todos lados, y eso nos hace muy felices», agradece Carmen. Los inicios fueron muy duros, pero a día de hoy disfrutan con una ilusión inmensa de su proyecto. La esencia de OAR Cottage va más allá de transformar un caserío, se trata de dar vida a un sueño y, a la vez, de compartirlo con los demás. «Está hecho con mucho amor», concluyen.
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