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La ruta de Arabako Txakolina es la única en la que se puede disfrutar de este vino blanco y afrutado, madurado a los pies de la Sierra Salvada, que se ha convertido en seña de identidad de toda una comarca donde las viñas se extienden por llanuras como las de Artomaña o Delika o trepan por laderas imposibles como las de Okondo. En cada uno de estos rincones se puede encontrar un vino cada vez más complejo, fruto de la dedicación de siete bodegas que se esfuerzan en crear nuevas tendencias. Su éxito se reconoce cada vez más en mercados internacionales como el japonés, cuya cocina marida genial con el vino alavés. Con apenas un centenar de hectáreas, es la Denominación de Origen más pequeña de España, pero eso no impide que se abra paso en el complejo mundo del vino. En ese camino cuenta con la colaboración de EL CORREO, tan vinculado a Ayala como al resto de Álava, para hacerse eco de todos los éxitos que ha cosechado Arabako Txakolina desde que en 1988 se organizó como asociación de viticultores y evolucionó hasta la creación de la Denominación de Origen en 2002.
Uno de los frutos de ese trabajo es la Ruta del Txakoli, que no solo ofrece catar caldos. Bodegas como Txikubin sugieren toda una experiencia en su visita a la torre de Murga del siglo XII, reconvertida en palacio. Artomaña, Astobiza, Beldio o Gárate garantizan un baño de paisaje y en algunas de ellas se puede comer de lujo. Son bodegas familiares en las que padres e hijos trabajan codo con codo manteniendo tradiciones que se remontan a diez siglos atrás, cuando se documentaron las primeras vides en la zona.
Al txakoli, convertido en el embajador de Ayala, le acompañan otros productos artesanales, como el queso Idiazabal, el de cesto, el azul o los yogures que elaboran las queserías gracias a una ganadería que da forma al paisaje. La excelencia que marida todos estos productos se puede encontrar también en los restaurantes que jalonan la ruta, como Balintzarreketa y Palacio de Anuncibay en Llodio; Bideko, en Amurrio; Gurzitegi, junto al pantano de Maroño; y Arcos de Quejana, en el antiguo palacio construido para un hijo bastardo del señor de Ayala, donde da gusto quedarse a dormir.
El paisaje lo envuelve todo. La Sierra Salvada, plagada de hayedos, antiguas 'txaulas' para guardar el ganado, cuevas, arroyos y senderos, es una invitación a descubrir un paisaje tan cercano que resulta asombroso que sea tan desconocido. Los 350 metros de desnivel comunican la meseta con el valle y el salto del Nervión hace de cordón umbilical. Su recorrido en Delika invita a un paseo que bordea el cauce en el que descubrir antiguos molinos y puentes medievales, casas torres para proteger el territorio, santuarios como los del Yermo o Artziniega y la joya de la corona, el Conjunto Monumental de Quejana, que aspira a convertirse en el referente turístico de toda una comarca, donde museos como el Etnográfico de Artziniega o el del licor de Amurrio juegan un papel fundamental a la hora de conservar la memoria colectiva sin olvidar el guiño al arte moderno del Museo Santxotena, también en Artziniega.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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