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Sábado, 14 de febrero 2015, 12:39
El papa Francisco ha nombrado cardenal al exobispo de Bilbao Ricardo Blázquez, y actual arzobispo de Valladolid, en una ceremonia celebrada este sábado en la Basílica de San Pedro del Vaticano en la que además, se han designado otros catorce nuevos cardenales electores y otros ... cinco no electores.
El acto comenzó con un saludo del primero de los nuevos cardenales, Dominique Mamberti, que pronunció unas palabras de agradecimiento al pontífice. Después, el Papa Bergoglio habló a los presentes para dar comienzo a la ceremonia de nombramiento de los nuevos cardenales.
Entre los asistentes al consistorio, en un lugar destacado a la izquierda mirando al altar está el Papa emérito Benedicto XVI, a quien Francisco saludó y estrechó las manos antes de dirigirse hacia el lugar donde se veneran los restos considerados de San Pedro, ante los que inclinó la cabeza en gesto de oración.
El papa Francisco dijo que los nuevos cardenales de la Iglesia Católica deben tener "un fuerte sentido de la Justicia, de modo que no acepte ninguna injusticia", les instó a practicar la caridad y a "amar sin límites" con "fidelidad a las situaciones particulares".
Al acto asistió una delegación oficial española encabezada por la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, que estuvo acompañada de los ministros españoles de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel García-Margallo, y de Interior, Jorge Fernández.
Este es el segundo consistorio del pontífice argentino, que creó cardenales a algunos religiosos procedentes de países que nunca los había tenido. Sólo dos son italianos, aunque Italia sigue siendo el país más representado en el Colegio cardenalicio, y los nuevos cardenales proceden de países que hasta ahora no los tenían, como Etiopía, Vietnam, Nueva Zelanda, Birmania, Tonga o Cabo Verde, entre otros.
En la lista de nuevos cardenales constan además Alberto Suárez Inda, arzobispo de Morelia (México); el español José Luis Lacunza Maestrojuán, arzobispo de David (Panamá), y Daniel Fernando Sturla Berhouet, arzobispo de Montevideo (Uruguay).
El exobispo de Bilbao
Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid, exobispo de Bilbao y dos veces presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) es considerado un hombre de diálogo y en línea con Francisco. Blázquez, que ha recibido la púrpura en el segundo consistorio de Bergoglio, nació en Villanueva del Campillo, en la provincia española de Ávila, el 13 de abril de 1942.
Su ordenación sacerdotal se produjo el 18 de febrero de 1967 y llevó a cabo sus estudios de Teología en la Universidad Gregoriana de Roma, en la que se doctoró en 1972. Acto seguido regresó a su Ávila natal, ciudad de Santa Teresa de Jesús, para ocuparse, como secretario, del Instituto Teológico y como docente en el seminario de la capital entre 1973 y 1977.
Fue ese último año cuando se trasladó a la próxima Salamanca, donde fue nombrado vicedecano de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia, hasta que en 1983 pasó a ejercer la docencia como catedrático de Teología Dogmática en la citada universidad. Su ordenación episcopal se produjo el 8 de abril de 1988, por orden del pontífice Juan Pablo II, que le nombró obispo auxiliar de Santiago de Compostela, capital de Galicia.
Cuatro años más tarde regresaría a Castilla y León para ocuparse de la diócesis de Palencia, como obispo, en sustitución de Nicolás Castellanos, que renunció al cargo para ir de misionero a Bolivia.
Polémico nombramiento
El exobispo de Bilbao llegó a la capital vizcaína en un tiempo muy complicado, marcado por la presión terrorista de ETA, con una Iglesia vasca dividida por razones políticas y con el rechazo frontal del nacionalismo. Corría el año 1995 y a Ricardo Blázquez le precedía su fama de hombre trabajador, con una enorme capacidad de autocontrol y adaptación, firme en sus convicciones, pero abierto al diálogo y la reflexión. No fue suficiente carta de presentación para el nacionalismo vasco, que vio en su figura una imposición del centralismo del Partido Popular.
El presidente del PNV de entonces, Xabier Arzalluz, se refirió a él como "un tal Blázquez", en una expresión que fue entendida como un desprecio. "Creo que hubo mucha manipulación en aquel comentario, como en otro que dije yo, porque en ningún momento se quiso hacer un gesto despectivo", valoró el jeltzale Iñaki Anasagasti la pasada primavera al conocer su nombramiento como presidente de la Conferencia Episcopal.
"Llegó a una diócesis ideológicamente muy fragmentada", recuerda el teólogo Rafael Aguirre. "El momento de la entrada, en la ceremonia de su nombramiento, fue convulso y dramático, con toda la gente de Herri Batasuna en las puertas de la catedral, sin que la Ertzaintza lo impidiera", recuerda.
Su profunda timidez queda compensada con la enorme inteligencia de la que hizo gala y que le sirvió para ganarse no sólo al clero local, sino lo que es más importante en Euskadi, a sus bases. José Angel Ubieta considera que Blázquez, "ante todo un hombre honesto", recorrió dos caminos que le permitieron conseguir esta meta. El primero de ellos consistió en dar al Plan Diocesano de Evangelización el impulso que necesitaba. El proceso parecía haberse quedado estancado, pero tuvo la suficiente habilidad para prorrogarlo con una segunda fase y después, una tercera.
No sabía euskera y era consciente de que ese desconocimiento de la lengua podía generarle más de un conflicto. Aunque no pudo con ella, se comprometió a aprenderla, pero por si acaso no lo conseguía, puso a su lado, como obispo auxiliar a Carmelo Echenagusia, "que le abrió las puertas a la zona más euskaldun de la diócesis".
La "alegría" del obispo Iceta
Su mandato se caracterizó por la enorme humanidad ?y austeridad? con que abordó no sólo su vida diaria, sino la resolución de todas las cuestiones que se plantearan, tanto en el plano religioso como social. Le ayudó a ello su enorme prudencia y capacidad de reflexión. Fruto de su carácter solidario y de su convicción de colocar al ser humano por delante de toda idea política, marcó una nueva frontera en la posición de la Iglesia vasca frente al terrorismo. La solidaridad a las víctimas dejó de ser un acto privado y rompió el discurso de la existencia de dos violencias enfrentadas, presidiendo personalmente los funerales por las víctimas.
El obispo de Bilbao, Mario Iceta, recibió ayer "con alegría" la noticia de su nombramiento. "En la homilía que pronunció al marchar ?evocó Iceta? dijo emocionado que aquí dejaba parte de su vida, "no sólo como tiempo empleado, sino sobre todo como alma que se ha repartido". Una parte quedó en Bilbao. Otra marcha a Roma.
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