Uno de los caballos de la Asociación Winston recibe mimos.

Un final feliz

A los que dieron la voz de alarma del estado de los caballos de Gordexola y Okondo les preoucupa cuál será su hogar definitivo. Una asociación de Ávila se ocupa desde hace dos años de buscar familias de acogida a equinos que han pasado por situaciones similares

Julia Fernández

Domingo, 30 de noviembre 2014, 01:37

A la política ecologista Ana Montero, de Equo, y a la protectora APA SOS les preocupa ahora el destino de los animales maltratados en Okendo y Gordexola. Saben que en sus hogares de acogida están perfectamente atendidos, pero temen que cuando se entreguen a sus ... futuros dueños finales no tengan el futuro que merecen: "Después de todo lo que han pasado, como van a ser gratis...", suspira Montero. Por eso, piden que quien los reciba no solo los cuide y los atienda, sino que no les "cosifique".

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En Ávila, la Asociación Winston se ocupa de esto. Esta entidad sin ánimo de lucro lleva funcionando un par de años gracias al trabajo de Rafael Gómez y su mujer, María Dolores Pérez. El nombre de la entidad responde al de un caballo propiedad de la familia y al que rinden un homenaje con su esfuerzo diario. Están en La Cañada, un municipio rural donde tienen una finca en la que actualmente cuidan de unos 17, que están "en libertad".

Su objetivo es hacerse con animales que han sido maltratados y recuperarlos en las instalaciones. Les dan comida, bebida y cuidados veterinarios. Si el animal está sano, se gastan entre 90 y 100 euros por cabeza al mes. Si requiere atención sanitaria, ni lo calculan. Gómez asegura que es un trabajo cuyo mejor pago es el cariño del propio animal, y eso que él no es el aficionado de la familia, sino su mujer. "A mí ya no me dan miedo, pero sí respeto, que son muy grandes", bromea.

Pero además de esto, también se ocupan de encontrarles nuevos dueños, "fuera del circuito comercial". A esta asociación lo que les preocupa es proporcionarles un hogar donde sean queridos y respetados. Por eso, ponen sus condiciones. Entre ellas, está permitir el seguimiento posterior a la entrega del animal, así se aseguran de que éste recibe los cuidados a los que se ha comprometido el adoptante.

Cuando empezaron, se ocupaban de casos muy cercanos, en la provincia. Luego, les llamaban de la comunidad. Y ahora, tienen voluntarios y colaboradores en varios puntos de la península, desde el País Vasco hasta a Andalucía. Además, su red de socios, los que aportan dinero para que la fundación pueda seguir con el trabajo, también ha comenzado a nutrirse.

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