![¿Bombardear al Estado Islámico es una guerra justa?](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/pre2017/multimedia/noticias/201410/28/media/cortadas/decapitado-aviones--575x323.jpg)
![¿Bombardear al Estado Islámico es una guerra justa?](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/pre2017/multimedia/noticias/201410/28/media/cortadas/decapitado-aviones--575x323.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Pedro Ontoso
Miércoles, 29 de octubre 2014, 00:05
¿Está cambiando la doctrina del Vaticano sobre el uso de la fuerza militar en caso de una agresión injusta? La intensificación del terror por parte de las milicias yihadistas del Estado Islámico, que está masacrando a las minorías étnicas y religiosas, principalmente a los cristianos y a los yazidies, ha espoleado las denuncias de la Santa Sede, que ha abogado por frenar al agresor injusto. Siempre dentro del respeto al derecho internacional, bajo el paraguas de la ONU. El vicesecretario general para los Derechos Humanos de esa organización ya ha calificado la campaña de los extremistas islámicos liderados por Abu Bakr al-Baghdadi como un intento de genocidio.
¿Se puede permanecer con los brazos cruzados frente a la barbarie de un yihadismo que exhibe y presume de sus decapitaciones y lapidaciones mientras se extiende el fanatismo? ¿Se puede permitir un nuevo genocidio? En el Vaticano se va imponiendo la idea de la guerra justa. Hay que cortar eso, parece ser el mandato. La diplomacia vaticana tiene que andar con pies de plomo y utilizar un lenguaje de celofán, sobre todo cuando se trata de musulmanes y en vísperas de un viaje del Papa a Turquía para fortalecer el vinculo entre Roma y Constantinopla. Oído y leído lo dicho, parece que el Vaticano no se opone al uso de la fuerza militar. El Papa no da nombres y lo dice con mucha delicadeza y discrección, sin exponerse directamente. Francisco calificó la actuación del Estado islámico (sin nombrarlo) de «terrorismo de dimensiones antes inimaginables» y pidió una «adecuada actuación de la comunidad internacional». Su secretario de Estado, Pietro Parolin, sí citó al Estado Islámico, antes de señalar de «es lícito detener al agresor injusto».
El tono de las intervenciones es más duro que el de hace un año cuando Francisco convocó una jornada de oración para buscar la paz en Siria y se opuso a una intervención militar en la región, una postura secundada por Rusia. O cuando reunió en los Jardines Vaticanos al presidente de Israel, Simón Peres, y al presidente de Palestina, Mahmud Abas. El Pontífice ha realizado numerosos llamamientos al diálogo y al entendimiento entre religiones, mientras desde otras instancias se apela a soluciones laicas y políticas para enderezar el endiablado tablero de Oriente Próximo.
Primero el diálogo. El Vaticano ha puesto a su máxima velocidad la maquinaria diplomática. El cardenal Jean-Louis Tauran, responsable del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, realizó un profundo informe sobre los impulsores del califato. Francisco también envió al prefecto para la Evangelización de los Pueblos, Fernando Filoni, a la región para conocer sobre el terreno las dimensiones del conflicto y el alcance de la tragedia. Pietro Parolin, el número dos de la jerarquía católica, se reunió en Roma con los nuncios de la zona y lo obispos de Irak fueron escuchados en la ONU. Pero las hordas del líder terrorista Abu Bakr al-Baghdadi han seguido imponiendo su ley a sangre y fuego. Ante el fracaso de la diplomacia, la propia Iglesia se encuentra dividida ante el uso de la fuerza para frenar el genocidio.
El nuncio del Vaticano en Irak, monseñor Giorgio Lingua, creía hace cuatro meses que una intervención militar internacional sería «una catástrofe» y abogaba por una mesa de negociación con todas las partes para frenar el riesgo de un enfrentamiento sectario. El patriarca de los caldeos, Louis Raphael I. Sako, opinaba lo mismo. En Francia, sin embargo, los obispos llamaban al uso de la fuerza en Irak para ayudar a los cristianos y a los yazidíes, al tiempo que criticaban el «inmovilismo» de Europa. Hay que combinar la oración con la diplomacia, pero también la fuerza militar para evitar males mayores. Esa parece ser la doctrina.
El principio de la intervención humanitaria para conseguir el desarme del agresor fue acuñado por Juan Pablo II, que actualizó la doctrina de la Santa Sede impulsada por Pío XII tras la Segunda Guerra Mundial o Pablo VI con el conflicto de Vietnam. La guerra de los Balcanes y la limpieza étnica en Kosovo obligaron a Karol Wojtyla a fijar una posición prudente pero clara sobre el papel de la comunidad intenacional. «Los estados europeos y las Naciones Unidas tienen el deber y el derecho de interceder para desarmar a quien quiere matar». También sostuvo que «sea obligatorio intervención humanitaria en las situaciones que comprometen gravemente la supervivencia de los pueblos y de enteros grupos étnicos».
Refugiados de la minoría yazidí huyen de los yihadistas.
¿Es lo que ya está ocurriendo en Siria e Irak con los cristianos y los yazidíes, con cientos de muertos y más de 500.000 desplazados? El Estado Islámico declaró un califato a finales de julio y, desde entonces, se está dedicando a expulsar a las religiones minoritarias de la zona por considerarlos infieles, además de asesinar y esclavizar a quienes profesan un credo distinto y amenazarlos de muerte por no convertirse al islam.
La Convención sobre la Prevención y Castigo del Crimen del Genocidio, firmada en 1948, define el genocidio como un intento de destruir total o parcialmente un grupo nacional, étnico, racial o religioso. La convención contempla que esto sea hecho a través de la ejecución de los miembros, causando daños mentales o físicos graves, imponiendo condiciones deliberadas destinadas a su destrucción física, impidiendo los nacimientos o trasladando de forma forzosa a los niños nacidos en dicha comunidad. El vicesecretario general de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Ivan Simonovic, asegura que los hechos «indican que las acciones contra los yazidíes podrían equivaler a un intento de genocidio». Los milicianos de Estado Islámico han ejecutado, quemado vivos o vendido como esclavos a miles de miembros de esta comunidad.
El yazidismo es una religión minoritaria que se remonta al año 2.000 a.C. y que tiene sus orígenes en el zoroastrismo, es decir, se basa en las enseñanzas del profeta y reformador iraní Zoroastro. Aunque no hay una cifra exacta del número de miembros, se estima en unas 500.000 personas en Irak, además de otras 200.000 repartidas por el resto del mundo, según la Organización por los Derechos Humanos de los Yazidíes. Viven mayoritariamente en la provincia de Nínive, en el norte de Irak, y en las regiones de Jabal Sinyar y Shaija, con su epicentro en la ciudad de Mosul. También hay yazidíes en algunas zonas de Irán, Turquía y Siria.
La doble cara de Qatar
Lo que también ha hecho el Vaticano es denunciar a los padrinos del Estado Islámico, a «las fuentes que sostienen sus actividades terroristas a través de un apoyo político más o menos claro, así como por medio del comercio ilegal del petróleo o el suministro de armas y de tecnología». Los yihadistas obtienen dinero con los rescates de sus secuestros o el impuesto revolucionario que imponen en sus zonas conquistadas, pero, sobre todo, con la venta del petróleo de los yacimientos que han tomado por las armas en el mercado turco e incluso al régimen de Bashar el Asad, con lo que, según algunas fuentes logran un millón de dólares cada día.
Pese a que la Santa Sede no proporciona nombres, el foco se ha puesto sobre Qatar, el país que presume de tener los mayores ingresos por habitante del mundo gracias al petróleo, y al que se acusa de ser el mayor exportados del extremismo islamista. «De ser un tábano regional se ha transformado en un granuja elefante internacional. Por el bien de la seguridad regional e internacional, hay que domeñar a ese elefante», escribe B. Chellaney, profesor de Estudios Estratégicos del Centro de Investigaciones de Nueva Delhi. El analista recuerda que Qatar alberga la base aérea de Al Udeid, con 8.000 militares y 120 aviones, incluidos los aviones cisterna que abastecen en vuelo a lo bombarderos, desde la que EE UU dirige sus ataques sobre Siria e Irak. Qatar y Arabia Saudí facilitan armas y fondos a los fundamentalistas suníes. Pero es que Qatar también compra armas a los americanos.
Aquí se juega a muchas bandas y con distintos intereses. A finales de septiembre Obama hizo un hueco en su apretada agenda para recibir en la Casa Blanca a cinco patriarcas de las Iglesias arraigadas en Oriente. La cita la organizó In Defense of Christians, un nuevo lobby que presiona al Gobierno de EE UU no solo para que proteja a las minorías religiosas sino para que se replantee sus negocios con los países que apadrinan a los extremistas de la yihad. Obama mira de reojo a Moscú. Gianni Valente, un especialista en Oriente del Vatican Insider, recuerda que la Rusia de Putin, en sinergia con el patriarcado ortodoxo de Kirill, sigue reivindicando con fuerza su papel de potencia «protectora de los cristianos», como lo ha reafirmado con ocasión de la guerra en Siria. ¿Apoya el Vaticano una guerra justa frente a la guerra santa de unos yihadistas que asesinan a quienes consideran infieles? La naturaleza de la guerra determina la naturaleza de la paz, predica el confucionismo.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.