Miriam Cos
Domingo, 5 de octubre 2014, 16:00
Cuenta con 40 habitaciones. Otras 70 están destinadas al personal de servicio. Una sala de cine de hasta cien metros cuadrados, o un lago donde practicar la pesca son algunas de las perlas que se pueden encontrar en la villa alemana de 16,8 hectáreas ... rodeada de bosque. Podría parecer una bicoca para cualquiera que cuente con un bolsillo lleno de un buen contante de dinero, pero Villa Bogensee tiene puntos fuertes más allá de sus características inmobiliaras, y no precisamente buenos. Refugio, vivienda y picadero del ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, esconde tras sus imponentes muros cientos de historias que nadie quiere recordar. La única vivienda de un jerarca nazi que aún pervive en el país. Será por todo esto que pese a su fastuosidad no hay quien la venda.
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Cuando la bandera de la cruz gamada se podía ver en todas las esquinas de Berlín, Hitler quiso hacerle un buen regalo a su fanático ministro de propaganda. Goebbels recibiría así la enorme villa por su 39 cumpleaños, un lugar donde además de vivir con su mujer y sus hijos, utilizaría como 'hotel del amor' para recibir a numerosas actrices del régimen. Artistas que sustituían a las que eran judías, y que posteriormente morirían en las famosas cámaras de gas. Así, acabó por ganarse el apodo de 'el macho de Babelsberg' -este era el nombre de los estudios de cine-, y el odio de su mujer, que le amenazó con el divorcio. Fue entonces cuando el Führer tuvo que intervenir para que Goebbels dejara sus idilios a un lado.
Nadie la quiere
Pese a que el famoso ministro y su esposa se suicidaron tras envenenar a sus seis hijos en el ya mítico búnker de Hitler, la casa que les vio vivir el día día, y que seguramente fue testigo mudo de muchas de las aberraciones del loco Goebbels, permanece impasible ante el tiempo. Y es que nadie quiere hacerse con la villa, por muchas ventajas y comodidades que tenga, debido a su oscuro pasado, muestra de una de las etapas de la historia más terribles.
Tras sobrevivir a los bombardeos de la II Guerra Mundial, se convirtió en un exclusivo centro para las juventudes comunistas de la época hasta el derrumbe del muro de Berlín. Tras esto, pasaría a manos del propio gobierno de la capital, que aún hoy, no sabe que hacer con semejante complejo.
Ahora, intentan encontrarle una utilidad para que no se convierta en el sitio de pergrinación de fanáticos y neonazis, aunque la tarea se está poniendo complicada. En el siglo pasado, Berlín intentó convertir el lugar en un hotel, pero nadie quiso hacerse con la concesión. Ya en 2006 y 2008 la ciudad intentó vender la villa sin éxito. Ahora, Berlín vuelve a abrir una licitación para ver si de una vez por todas se consigue hacer algo con la faraónica vivienda.
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Las ideas son diversas, y en realidad, todas buenas. Desde convertir la villa en un internado, una clínica, o un complejo turístico, hasta un centro cultural internacional. Pero el comprador, además de olvidarse de la figura del repelente Goebbels, deberá hacerse con 15 millones de euros para obtener dicha propiedad. Todo son pegas, pese a que el ministro nazi, en sus diarios, alababa el precioso regalo que le había hecho su líder. "Es un idilio de soledad. Aquí se puede pensar, trabajar, leer, y no recibir llamadas ni cartas", escribía.
Ahora, vista la situación, el gobierno alemán asegura "no tener prisa en vender la propiedad". Algo que es probable que al berlinés de hoy no le haga mucha gracia, ya que el mantenimiento de la casa y su terreno cuesta 150.000 al año sacados de los impuestos del contribuyente.
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