'Underboob', el selfie más picarón

La primera en autorretratarse de esta forma y compartir la foto con el mundo fue la modelo Suki Waterhouse, amiga de la también supermodelo Cara Delevigne, que presumió de chicha en las redes embutida en un bikini con talla de niña. La excéntrica Miley Cyrus también ha sacado su Iphone, se ha apuntado a su delantera y se ha quedado más feliz que unas pascuas. La diva ya es toda una profesional de los escotes: en los Grammy del año pasado, sorprendió con un descocado 'sideboob', el antecesor del 'underboob', que deja al descubierto la parte lateral de los pechos.

La 'selfitis' aguda que les ha entrado a muchos no tiene límites. Esta modalidad de expresión 'artística' es tan vieja como la fotografía. Pero desde que se le ha buscado un nombre en inglés se ha convertido en todo un éxito. El selfie más conocido y practicado es el 'usie', que consiste en una autofoto con más gente. Esta modalidad es la culpable del rebote que se cogió Michelle Obama con su marido en el funeral de Mandela.

El 'bookselfie' también está de moda, la clave está en hacerse el más cultureta posible retratándose con un libro, y si es con unas gafas de pasta mejor. Le supera en picarón el 'belfie', es decir, pasar de hacerse fotos de la cara para ceder todo el protagonismo a la retaguardia. Kim Kardashian, Rihanna y Beyoncé han creado escuela en esto de estamparse para la posteridad en bragas. Pero el rey de este fenómeno es el 'welfie', el más saludable y pijo de todos. Se trata de fotografiarse entrenando duramente o, al menos, haciendo que lo parezca. Eso sí, esta autofoto exige tener un máster en postureo. Hay que meter tripa, tensar piernas, poner cara de esfuerzo y, por si fuera poco, sonreír para la toma. Casi nada. Sólo está a la altura de profesionales como la actriz Úrsula Corberó y la modelo Alessandra Ambrossio. Hoy en día parece que no eres nadie si no tienes un selfie viral. Hemos visto a gente hacerse autofotos con un accidente detrás y hasta protagonizando un desgraciado autorretrato mortal. Ni siquiera las tetas se salvan de la estupidez.