!["Mi condena es eterna. Ver a terroristas aquí, en la calle, aunque hayan cumplido su pena..."](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/pre2017/multimedia/noticias/201412/07/media/cortadas/caty-romero-ppal--575x323.jpg)
!["Mi condena es eterna. Ver a terroristas aquí, en la calle, aunque hayan cumplido su pena..."](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/pre2017/multimedia/noticias/201412/07/media/cortadas/caty-romero-ppal--575x323.jpg)
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a. gonzález egaña
Martes, 9 de diciembre 2014, 01:50
El 15 de diciembre de hace 20 años, el sargento de la Guardia Municipal de San Sebastián Alfonso Morcillo (Badajoz, 1956) fue asesinado por ETA en plena calle junto a su casa en Lasarte-Oria. Un disparo en la cabeza le dejó tendido en la acera en medio de un charco de sangre. Todavía con vida fue trasladado al hospital, pero no pudieron hacer nada por salvarle. Su viuda, Caty Romero, también extremeña, se quedaba sola en Euskadi, pero renunció a volver a su pueblo, Medellín, por mantener viva la memoria de su marido. Hoy planea su regreso sin una fecha concreta. "He tenido una condena de 20 años. Necesito recuperar todo o parte de lo que ETA me arrebató aquel jueves de diciembre de 1994". Caty todavía recuerda el mensaje que Alfonso dejó grabado la víspera en el contestador de su casa y que no llegó a escuchar hasta su regreso de Extremadura semanas después del entierro. "Cariño, hoy llego diez minutos más tarde", decía aquella voz de Alfonso, siempre tan "detallista", como ella le recuerda.
- Usted tomó la decisión de quedarse en Euskadi en memoria de Alfonso, pese a que su marido era lo único que le unía a esta tierra.
- Se lo prometí. Recuerdo que en la capilla ardiente, en el salón de plenos del Ayuntamiento, le dije: Vendrán mentiras, difamarán, dirán cosas terribles, pero yo estaré aquí para recordar lo buena persona y lo buen profesional que fuiste en la Guardia Municipal y en tu vida. Sabía, de años atrás, que cada vez que asesinaban a alguien luego se le difamaba. Y yo no estaba dispuesta a que eso ocurriera con Alfonso. Ahora, veinte años después he tomado la decisión de volver a mi tierra, a Medellín. Me voy. No tengo una fecha fijada, igual en un año. Me quedan por resolver flecos del trabajo en Covite, en el que he estado hasta el pasado septiembre. Necesito vender mi casa. Pero la decisión de marcharme está tomada. He tenido una condena de 20 años y necesito volver a recuperar todo o parte de aquello que perdí y que ETA me arrebató aquel 15 de diciembre de 1994. A él no le voy a poder recuperar, pero le tendré allí porque su sepultura está en Medellín (Badajoz).
-¿Cómo ha sobrellevado la vida sola y tras un trago tan duro?
- Fui a Medellín para enterrar a Alfonso, pero a los veinte días regresé a Lasarte-Oria. Sentía que aquél no era mi lugar. Que donde tenía mis recuerdos era en la casa en la que viví cuatro años con él. Necesitaba volver, quería estar con sus recuerdos. Quería oler la ropa y que ese olor no se fuera nunca. Dejé durante meses y meses la ropa colgada hasta que se perdió el olor... En el salón tenía diecisiete fotos de Alfonso, me parecía que así estaba conmigo. Conservo su cartera y la última bolsita que me dieron en el hospital con sus efectos personales, con su alianza, su boli... Fue todo muy duro. Los tres primeros meses me refugié en mi casa y no salí. Recuerdo que el primer día en Lasarte-Oria al regresar de Medellín, puse el contestador y escuché una voz que decía: "Cariño, hoy llego diez minutos más tarde". Era un mensaje de Alfonso del día anterior. No lo había escuchado y fue muy impactante. Me quedé pensando: ¡Qué diez minutos, si no vas a llegar nunca! (Su voz se entrecorta y no aguanta el llanto)
-¿Qué recuerda de aquel 15 de diciembre de 1994?
- La noche anterior, mientras estudiaba 'Romano' (cursaba Derecho tras aprobar el acceso de mayores de 25 años), me comentó: "tengo la sensación de que voy a morir". Aquello me impactó. No sé por qué tenía ese pensamiento. A la mañana me dio un beso y me dijo: "Nos vemos al mediodía". A los quince minutos sonó el telefonillo. Pensé que no era para mí porque yo no conocía a nadie en el barrio. Volvió a sonar y a la tercera contesté. Una voz me dijo si podía bajar porque mi marido se había mareado y estaba tirado en la calle. Llovía. Con el pijama y un anorak que me puse encima, no sé ni cómo bajé los cuatro pisos hasta la calle. Cuando le vi tenía la cabeza en un charco de sangre, cerca de un bordillo y pensé que se había mareado y se había golpeado allí mismo. Le agarré la mano, me senté en el suelo. Veía que estaba rodeada de gente pero nadie se me acercaba, me extrañó. Tardé mucho en enterarme que había sido un atentado. Empecé a ver algo raro cuando la Ertzaintza puso un cordón de seguridad. Pensé: ¿para una caída acordonar la calle? Me pareció raro. Se lo llevaron en ambulancia y a mí me metieron también en otra. El recorrido se me hizo interminable. Al llegar a la Residencia, estaba el alcalde Odón Elorza, el jefe de la Policía Municipal, Mikel Santamaría, y fue un compañero quien se me acercó y me dijo: "Acaba de fallecer, ha sido un atentado de ETA". Pensé: ¿un atentado, nosotros?
"No tenía a nadie"
-¿En quién se apoyó? ¿Conocía a alguien en Lasarte-Oria?
- La única amistad que tenía eran otros compañeros de Alfonso y ninguno era de Lasarte-Oria. No tenía a nadie, a ningún amigo. He pasado mucho tiempo sola.
- ¿Tenía trabajo o alguna ayuda?
- No tenía nada. Económicamente, me quedó muy poquita pensión porque yo era la segunda mujer. No llevaba más de cuatro años en Euskadi cuando le mataron, todavía estaba en un momento idílico de la relación. Solo llevaba dos años casada. Salí adelante con la indemnización del Ministerio de Interior, que esa sí que corresponde a la viuda legal. Con ese dinero pude comprar la vivienda.
-¿Qué le había traído a Euskadi?
- Vine de vacaciones a conocer San Sebastián. Yo había estudiado Magisterio y, casualmente, un verano había dado clases particulares en Medellín a unos niños que andaban un poco flojillos en los estudios. Resultaron ser los hijos de Alfonso. Al final del verano, cuando me vino a pagar, le dije que eran 2.000 pesetas y recuerdo que me respondió: "¡Qué barato cobráis aquí!". Me preguntó si conocía San Sebastián y le expliqué que iba a ir a ver a una hermana que entonces vivía en Beasain. Un 16 de septiembre del 1990 viajé a Donosti por primera vez, y ya no me fui.
-¿Tras el atentado, las instituciones le echaron un cable en algún momento? ¿Tuvo fuerzas para llamar a algún sitio?
- Llamé a su empresa, al Ayuntamiento. Les pedí ayuda. Lo único que me ofrecieron en aquel momento fue limpiar colegios.... (llora de nuevo, no puede seguir).
- ¿...?
- Me daba mucha pena, porque cuando iba a limpiar los colegios pensaba: Si yo podía estar dando clase y estoy aquí. Pero no había otra cosa. Previamente fue peor, porque estuve en ayuda domiciliaria, en atención a mayores, y lo llevé muy mal. No estaba preparada para ese trabajo. Tras la detención de Valentín Lasarte, en el juicio se le condenó a pagar una indemnización, pero se declaró insolvente. En el año 2000, con la Ley de Víctimas aprobada por el Gobierno central, el Estado se hace responsable del pago de la indemnización.
-¿Cuándo remonta su situación laboral?
- Con la creación de Covite, la asociación de Víctimas del Terrorismo del País Vasco. Los primeros años éramos voluntarias, no se podían hacer grandes cosas, pero Cristina Cuesta dijo que yo era la viuda que menos ayudas tenía en su pensión y decidieron contratarme a media jornada hasta que hace dos años y tras una baja de dieciocho meses por depresión dejé Covite el pasado septiembre. En estos 20 años no he podido dejar de asistir al psiquiatra, la última sesión la he tenido hace diez días. En eso me ha ayudado el Gobierno central, a través de la Fundación de Víctimas.
-¿Su entrada en Covite fue en cierto modo su refugio?
- Nos empezamos a reunir en el año 98 cuando la tregua de ETA, nos sentimos con fuerza para salir y dar la cara y ha sido mi refugio. Le debo muchísimo a Covite. La gente que hemos estado en el colectivo somos las que hemos vivido aquí. A mí me han reconfortado mucho las víctimas. Al ver otras tragedias me di cuenta de que yo no era la única. He relativizado todo mi sufrimiento al conocer a todas esas víctimas. Me han aportado muchísimo.
"Elegí la opción difícil"
- ¿En algún momento se ha arrepentido de no volver a su tierra en aquel momento tan dramático?
- He de decir que no es lo mismo ser víctima en el País Vasco que fuera de aquí. Convivir, estar cerca, ver a terroristas aquí en Lasarte-Oria, aunque hayan cumplido su pena... La condena mía es eterna, a mí nadie me redime. Yo podía haberme ido y haberme refugiado con los míos y quizás me hubiera dedicado a mi profesión, sin el problema del euskera. Hubiera sido mucho más fácil, pero elegí la opción difícil. Ya me dijo mi madre que me iba a pasar factura y así ha sido. Pero no me arrepiento, he conocido a tanta gente que sería arrepentirme de las buenas historias que me llevo de aquí. A mí es que esta tierra me encanta. Me gustaría poder mantener mi casa aquí...
-¿Siente odio hacia los responsables del asesinato?
- No, no. Es que no hubiese podido vivir. No les guardo rencor, que Dios les perdone, pero no les voy a guardar rencor porque la que me haría daño soy yo. Yo apoyo el acercamiento mientras cumplan su condena. Y eso que yo también tengo que hacer 800 kilómetros, pero para visitar la tumba de mi marido.
- ¿Qué balance hace de estos años?
- La Justicia me ha reconfortado porque hay dos condenados, Valentín Lasarte y García Gaztelu, aunque me queda la pena de que absolvieran a Karasatorre. Pero ante todo las víctimas han sido como mi familia. Han seguido reclamándome hasta cuando he estado de baja. Siempre he procurado animarles cuando me contaban sus cosas, el objetivo era que vieran la vida con optimismo, aunque yo estaba más hundida que ellas.
- ¿Cuando regrese a Extremadura seguirá apoyando a las víctimas?
- Allí va a ser más difícil, pero seguiré peleando por su memoria. Sigo, de hecho, con muchas dificultades luchando para que le hagan un homenaje a Alfonso en Medellín. En 20 años no ha sido posible a pesar de que hay un acuerdo de pleno en el que se decidió poner su nombre a una calle. La excusa es que hay una calle puesta en un plano donde no hay ninguna casa.
- ¿Se sigue preguntado por qué ETA eligió a Alfonso?
- Estuve esperando la carta de ETA durante días. 'Egin' la publicó un mes después del atentado y decía que le asesinaban por la relación que mantenía con la Guardia Civil. Alfonso mantenía contacto con todos los cuerpos de seguridad, estaba ocupado de un trabajo de cooperación, hay que recordar que la Ertzaintza se estaba desplegando entonces en Donostia y él mantenía relación con todos. Se publicó que estaban investigando la presencia de topos de ETA en la Guardia Municipal. Lo sacó a la luz Gregorio Ordóñez, algo que, por cierto, a mi marido no le gustó nada porque era una investigación que no tenía que darse a conocer. No creo que ese tema influyera. Los tres terroristas no le conocían, recibieron un encargo y ya está.
-¿Se ha sentido arropada durante estos 20 años?
- Muy pocas personas se me han acercado alguna vez. No he hecho vida en Lasarte-Oria, yo iba todos los días a trabajar a San Sebastián y no me relacionaba nada. Salía con la gente de Covite. Trabajo y casa, y no he hecho otra vida. Ahora es cuando me estoy empezando a relacionar. Este año y medio último, durante el tiempo de baja por depresión, es cuando he empezado a salir por el pueblo.
- ¿Cuáles son sus planes de futuro en Extremadura?
- Me encantaría poder ejercer mi profesión de profesora. No he podido hacerlo aquí por el euskera, pero quizás tenga ahora la oportunidad de hacerlo en mi tierra.
-¿La situación de final de la violencia de ETA ha influido en su decisión de marcharse?
- No. Los tiempos más duros del terrorismo han pasado, pero lo cierto es que han sido problemas laborales.
"Soy profesora; me encantaría llevar mi testimonio a las aulas"
-¿En algún momento el Gobierno vasco le ha propuesto tomar parte en la iniciativa de llevar el testimonio de las víctimas a las aulas?
- Hace un mes me han llamado para recoger el testimonio para que quede en el Instituto de la Memoria. He tenido mis dudas sobre si participar o no en el proyecto. No tanto por no dar mi testimonio sino por el uso que pudieran hacer de él. No soy de las personas a las que les ha costado contar su vida, al revés, me ha hecho sentirme mejor contándolo que guardándomelo. Pero me gustaría que quedara de alguna manera registrado qué uso se va a hacer de ello. Les he transmitido que no iba a participar en un tema de estos si luego sirve para poner mi testimonio al lado de la historia de una víctima policial que también lo puede ser y no lo discuto, para que dé la sensación de que al mío se le ha asesinado porque ha habido violencia policial antes. Sería injusta con Alfonso, una persona que ha sido tan correcta, tan profesional. Se puede preguntar a cualquier compañero en la Guardia Municipal.
-¿Pero le gustaría ir a las aulas a contar su testimonio?
- Durante esa conversación se me habló de la posibilidad de llevar los testimonios a las aulas y les ije que estaría encantada. Si hay algo que me gusta a mí es el contacto con los chavales.
- ¿Le molesta que el Gobierno vasco haya diseñado un plan para arropar a los presos que hagan un recorrido autocrítico? ¿Echa en falta que el Ejecutivo se ocupe más de las víctimas?
- Me da tristeza lo que ha hecho el Gobierno Vasco. Durante años, con cualquier reclamación o petición que he tenido que hacer desde Covite, no he visto una gran atención para resolver los temas, y mucho menos si era para pedir ayuda en el terreno laboral para alguna víctima. De todos modos, creo que lo de los presos también va a ser de cara a la galería.
-¿Le gustaría decirle algo a la cara a alguno de los responsables del atentado?
- No. Nunca participaría en un encuentro con terroristas. No tengo esa necesidad. Yo he pasado mucho. ¿Qué me iba a aportar? En esta vida ya, después de 20 años, lo que tengo que intentar es sufrir lo menos posible, quedarme con el recuerdo, la memoria. Muchas veces lloro por la soledad, pero no voy a hurgar en la herida.
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