Jorge Barbó
Miércoles, 12 de noviembre 2014, 01:36
En Marinaleda hay un enorme mural dedicado al Che sobre una pared encalada con desconchones, como una especie de versión cañí del que da lustre subversivo a la muy castrista Plaza de la Revolución en La Habana. También hay una plaza Salvador Allende, una calle ... Ghandi y una guardería en la que los chiquillos llegan a casa ya con la tripa llena por 12 euros al mes. Allí, en este municipio sevillano de apenas 2.700 habitantes que se levanta entre inmensos latifundios cuyos límites la vista no alcanza a divisar, han construido un rosario de casitas adosadas de fachadas blanquísimas, con patio y todo, en las que los currelas, jornaleros y empleadas de la cooperativa municipal se resguardan de 'la caló' y duermen a pierna suelta sin miedo al siguiente plazo de la hipoteca: por allí no gastan de eso. Es la tierra de Juan Manuel Sánchez Gordillo (Marinaleda, 1949), el hombre que desde crío, cuando se llevaba a la boca ese pan con manteca colorá, soñaba con merendarse a los mandamases, a los señoritos y a los ogros del capital e instaurar en su pueblo su utopía socialista en el corazón de Andalucía. Y en eso ha estado. Hasta ayer.
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Se sentó en el sillón del despacho de la alcaldía con 30 años y deja su mesa, presidida con un retrato del Che, una bandera republicana y otra de Andalucía, con 65 años de ocupaciones de fincas, polémicas y detenciones a las costillas. Desde el 6 de mayo de 1979, cuando las urnas auparon por primera vez al poder a este barbado azote de los Alba, los Carrefoures y los Mercadonas, Gordillo ha dirigido con el puño en alto un municipio que saca pecho por su justicia social, su igualdad y su fraternidad sin parangón en el resto de la piel de toro. Han sido 35 años en los que se ha enfrentado a malogrados banqueros engominados, cayetanos pudientísimos y hasta el mismísimo Ejército para ocupar fincas por las bravas, seguido siempre por el pueblo, su pueblo, como si fuera una suerte de Moisés con palestino separando para los jornaleros las aguas cenagosas del capital rumbo a la tierra prometida. Un paraíso que para él y los suyos no se encuentra en Israel -¡Faltaría más!-, sino más hacia el cono sur, hacia esa Venezuela de Chávez donde deben, todavía, de atar los perros con longanizas.
Como el fallecido Chávez, Sánchez Gordillo contaba en la televisión local de Marinaleda con su propio programa de televisión, una versión andalusí y con decorados con sillas de plático de ese 'Aló presidente' desde el que el todopoderoso expresidente venezolano sentaba cátedra y trataba de callar las voces críticas. Quizás aquella privilegiada tribuna, los asaltos a carro armado a supermercados como un Robin Hood de barrio y las generosas políticas sociales que siguen disfrutando los suyos en una época de tijeretazos explique que en siete lustros nadie fuera capaz de arrebatarle a Gordillo la alcaldía. Desdel el 76 este hombre, que se definía "comunista, como Cristo, Ghandi y Marx" en una entrevista a 'Diario de Sevilla', ha ido encadenando mayorías absolutisímas que le han permitido convertir a Marinaleda en un lugar en el que todo el mundo parece feliz, como en ese mundo que retrataba Huxley sólo que con olor a olivos, tierra y mucho sudor. Entonces, ¿por qué se larga el camarada Gordillo?
En los mentideros políticos sureños se viene rumiando desde hace tiempo con la idea de que Gordillo ha estado coqueteando con la formación de Pablo Iglesias. "Me siento más cerca de Podemos que de IU", llegó a decir el pasado mes de septiembre en una de las muchas apariciones públicas que ha ido desde hace años viene encadenando, llegando a convertirse en un rostro habitual de las tertulias políticas. Pero la realidad, al menos en principio, es bastante más prosaica. Gordillo deja la alcaldía de Marinaleda después de 35 años al conocer la sentencia del Tribunal Constitucional que avala la Ley Electoral andaluza, que a su vez declara incompatible el puesto de parlamentario con el de alcalde. Es por ello que el que parecía eterno alcalde de Marinaleda ha decidido presentar su renuncia como regidor y mantener su puesto como diputado autonómico de Izquierda Unida, aunque tal y como ha asegurado su partido, mantendrá su puesto como concejal en el consistorio. Se larga, pero no de todo. Tiene que ser durísimo dejar de mandar en tu propio paraíso.
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