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Anje Ribera
Domingo, 24 de agosto 2014, 01:20
La Euskadi veraniega ha contemplado entre más nubes que claros cómo el insulto, la descalificación y las acusaciones sin pruebas afloraban en la tradicionalmente estéril arena política del período vacacional. Los vascos comprueban desde hace unas semanas cómo sus representantes públicos se han lanzado definitivamente ... al barro en la dialéctica, armados de lenguas viperinas, repertorios descalificantes y hasta ofensas personales.
Modos que se creían ausentes en la contienda partidaria de estos lares y más propios de otros foros se han instalado en las tres provincias. El famoso "Dales caña Alfonso" que solicitaban al que fuera vicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra ha anidado también a orillas del Cantábrico.
Proyectiles en forma de injurias han sido intercambiados en la búsqueda de un efectismo mediático contundente, que ha llegado incluso a banalizar al nazismo o a recurrir a figuras simbólicas actuales de la intransigencia y el fanatismo como la de la líder ultraderechista y xenófoba gala Marie Le Pen.
Quizá comenzó antes -Javier Elzo, catedrático emérito de Sociología de la Universidad de Deusto, sostiene que "el insulto no es cosa de hoy"-, pero el estío político vasco empezó a arder cuando el presidente del PNV alavés, Xabier Agirre, llamó "Hitler vitoriano" al alcalde de la capital vasca, Javier Maroto, a raíz de que el regidor del PP atribuyera a los marroquíes y argelinos empadronados en la ciudad un uso fraudulento de las ayudas sociales.
El exdiputado general tardó dos días en pedir perdón, pero no fue lo suficientemente rápido como para impedir el incendio. La mecha había prendido, como casi estuvo a punto de hacerlo unos meses antes en Sestao, cuando el primer edil, Josu Bergara, compañero de partido de Agirre, se negó a inscribir a inmigrantes llamándoles "mierda".
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La pelota estaba en el lado que defendía el PP, que en voz de sus dirigentes Iñaki Oyarzábal y Nerea Llanos, hizo uso de la metáfora para vincular sutilmente al PNV con supuestas prácticas políticas copiadas de Jordi Pujol. Las acusaciones de financiación ilegal de los batzokis provocaron de inmediato que Joseba Egibar calificara a los populares de "indecentes" y que de los excesos verbales se pasara a los literarios de la mano del burukide Koldo Mediavilla, quién llegó a creer necesario que afiliados jeltzales sumaran firmas para buscar "una compensación judicial".
El dirigente del EBB hizo gala de una prosa fluida para denunciar la "sospecha torticera y maliciosa" lanzada sobre su partido. "Mentir es fácil frente a una sociedad harta de comportamientos impúdicos y castigables. Pero extender el infundio, propagar la injuria, sin prueba alguna, resulta irresponsable, condenable y perseguible", sostuvo en su blog. "Denuncia que algo queda, aunque sea falso", subrayó.
Utilizó también su bitácora para responder a las "pedradas" que, a su entender, lanzó contra los jeltzales el secretario general de EA y miembro de la dirección de EH Bildu, Pello Urizar. Para él fueron varias lindezas. El político guipuzcoano fue calificado por Mediavilla de "meritorio que busca como alma en pena sobresalir en un conglomerado político en el que parasita, convirtiéndose en la radicalidad más radical". También le tildó de "superviviente a quien le da igual todo con tal de mantener el rol de subalterno subsidiario".
Las llamas del rifirrafe eran ya intensas cuando llegó con más leña Unai Rementeria. El portavoz de la Diputación de Bizkaia acusó a Maroto -de nuevo diana de las iras del PNV- de emplear "el discurso de Le Pen".
Pero ¿por qué se ha elevado la temperatura política vasca? La primera hipótesis apunta hacia la proximidad de un año electoral, como será 2015. Los expertos, sin embargo, son de otra opinión y no se creen a quienes dicen que todo se debe al nerviosismo de los partidos o al miedo por el efecto Podemos.
El catedrático de Sociología Ander Gurrutxaga sitúa este intercambio de "epítetos desagradables" en la ausencia de un debate real. En su opinión, se trata de "entretenimientos veraniegos", en los que "todos los que juegan saben que esto no lleva a ninguna parte". Puro teatro público. En el fondo, el profesor de la UPV detecta pobreza política. "Son tan poco sutiles que a veces dicen hoy para desdecirse mañana. Lo que no puede ser es que hoy parezca de una enorme trascendencia y que mañana o pasado mañana aquello que se consideró fundamental para el devenir de la historia resulta que deja de serlo".
"Pura retórica"
Y va más allá. "Los representantes públicos -sostiene- "se olvidan de lo que representan o de para qué han sido elegidos. Son incapaces de llevar a cabo su actividad. Se quedan en pura retórica. La clase política actual no sabe cómo hacer política".
Parece evidente que los políticos transitan por caminos diferentes a los que siguen los ciudadanos. Aunque para Gurrutxaga los votantes "saben el pelaje de lo que se dice. Seguramente consideran que esto forma parte de los juegos florales a los que ciertos políticos nos tienen acostumbrados, especialmente en época veraniega. La ciudadanía no lo va a tener en cuenta. Va a considerar aquellas políticas que se ocupan del empleo, de la sanidad, de la educación...", sostiene.
Su colega Javier Elzo también estima que el desfase verbal de los políticos se produce "cuando están faltos de argumentos. Es una constante incluso en la vida civil cuando discutimos y nos faltan argumentos: alzamos la voz, emitimos frases rotundas y denigratorias, que, además, repetimos bajo la estúpida idea de que la repetición da más valor a la argumentación".
Considera el investigador social que "el político profesional sabe que, sobretodo, debe convencer a los propios, a los de su cuerda, y darles argumentos, no solamente simples y sencillos, sino simplistas y reiterativos: la herencia de la legislatura pasada, la tasa de paro que aumenta y, de forma especial, los casos de corrupción que afectan al adversario político. Así se instala el Y tú más, magnificado en telediarios y tertulias".
Todo ello genera "nefastas consecuencias para la convivencia ciudadana, para la cohesión de un país y para concitar proyectos colectivos de futuro". Se dan dos fenómenos para Elzo: "Las acusaciones entre políticos sin pruebas que los avalen -si las hay deben ir al juzgado al mismo tiempo que al Parlamento, mientras que si son suposiciones deben callarse- y la costumbre del anonimato en los comentarios a lo publicado en la prensa. Es imposible dialogar con anónimos. Eso no es participación ciudadana sino vomitorio de las malas leches de cada cual, que no se atreven a formular con nombre y apellido".
El filósofo y ensayista bilbaíno Daniel Innerarity sostiene que "la política vasca ha abandonado los grandes asuntos y se ha convertido en un barrizal de pequeñeces". Lo explica en el hecho de que en esta legislatura hay que afrontar "temas que exigen acuerdos amplios y profundos, como pudieran ser la salida de la crisis sin lesionar nuestros sistemas de protección social y evolucionando hacia un modelo económico diferente, el futuro del autogobierno, el final de la violencia o la mejora del sistema educativo".
En su opinión, transcurrida la mitad del mandato de Iñigo Urkullu, "es evidente que ni Bildu, ni PSE, ni PP están interesados en contribuir" a la "máxima disposición" del lehendakari. "Bildu está más cómodo en un programa de máximos y sin disposición al compromiso que le exigiera alguna renuncia, el PSE cuestiona ahora incluso el acuerdo presupuestario con el PNV porque cree que eso le permitirá perfilarse en el nuevo escenario y el PP parece jugar a que no se le creen más problemas al Gobierno de Madrid, a reivindicar su función de representante del Gobierno de España, impidiendo cualquier tipo de bypass".
En este contexto, "el alcalde de Vitoria atraviesa una raya roja en relación con los inmigrantes con una acusación de la que no da pruebas y uno de los dirigentes alaveses del PP, partido sobre el que pesa una grave causa de corrupción, lanza una sospecha sin ninguna prueba sobre el patrimonio del PNV".
La única solución, según Innerarity, "es recuperar el debate sobre las grandes cuestiones, lo cual probablemente exigirá que el lehendakari, en vez de esperar tanto de las ponencias parlamentarias, concrete sus propuestas y recupere la iniciativa y emplace al resto de los partidos con contenidos que eleven el tono del debate".
"Uno de los rasgos característicos -y no precisamente positivo- de nuestra cultura política es la excesiva comprensión que existe con el insulto y la descalificación en las relaciones entre quienes protagonizan la vida política en nuestro país. Ello hace que esta práctica sea considerada como algo normal en las relaciones políticas", advierte.
El profesor de Derecho Constitucional Andoni Pérez Ayala alerta de la presencia en "la vida política de insultos y descalificaciones del adversario que no se consentirían en otros ámbitos de la actividad social como las relaciones vecinales, profesionales...". Se refiere a una práctica difícil de combatir porque "no faltan sectores de la opinión pública -y de los medios de comunicación también- que demandan dar más caña para mantener el interés. Siempre tendrá más gancho un rifirrafe personal debidamente publicitado que una discusión sobre la asignación de una partida presupuestaria", sostiene. Hay "un cierto grado de aceptación social de la descalificación y el insulto".
Envenenamiento
El experto universitario estima que existe un comportamiento "tan rechazable o más que éste, ya que contribuye a envenenar las relaciones políticas. Se concreta en dejar caer dudas y sospechas genéricas sobre los rivales políticos, sin aportar prueba alguna, con la intención de que la propia dinámica de los hechos y la colaboración de los medios afines debilite su posición".
En un país en el que la querella es deporte nacional, no obstante, son pocos los políticos que recurren a los tribunales para buscar castigo a las ofensas recibidas. Sólo Pablo Iglesias, líder de la emergente Podemos, ha emprendido acciones legales contra la expresidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, por vincularle al entorno de ETA. Iglesias recurrió al crowdfunding para pedir aportaciones a sus seguidores con las que afrontar el proceso jurídico.
Jorge Campanillas, abogado experto en comunicación digital, cree que el uso de las redes sociales para insultar a rivales "puede ser tipificado como delito. Se erigen en un altavoz que distribuye mucho más quizás que un mitin". No obstante, es consciente de que los insultos entre políticos se quedan en nada, "en su propio mundo, porque si se tira de hemeroteca todos tienen cosas que esconder".
Recuerda que por la vía penal "se pueden dar incluso condenas de cárcel. En el ámbito civil se debe apelar a la vulneración del derecho al honor y solicitar un resarcimiento o una indemnización". Sin embargo, el especialista guipuzcoano aboga porque sean los propios partidos los que impongan sanciones, de acuerdo a códigos internos. "No estaría de más recordárselo, para que ellos mismos tuvieran cierto decoro", señala.
Algo impensable en España, al contrario que al otro lado de los Pirineos, donde recientemente el diputado francés y alcalde de Cholet, el centrista Giles Bourdoyleix, fue condenado a abonar una multa de 3.000 euros y expulsado de su partido.
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