José Ángel Cuerda, exalcalde de Vitoria y Joseba Arregi, exconsejero del Gobierno vasco.

"A falta de inteligencia se abusa de comparaciones personales"

Cuerda y Arregi, ya retirados de la arena política, coinciden en que la dinámica del insulto debe ser detenida "cuanto antes"

Anje Ribera

Domingo, 24 de agosto 2014, 01:20

El exconsejero vasco de Cultura Joseba Arregi cree que es "cuestión de inteligencia", aunque quizá quiso referirse a la ausencia de ese don; el exalcalde de Vitoria, José Ángel Cuerda, sostiene que "la corrupción también invade el comportamiento político" y el joven parlamentario vasco de ... UPyD, Gorka Maneiro, es de la opinión de que los insultos que salpimentan el verano político de Euskadi delatan que algunos partidos han comenzado ya la campaña para la inminente cita electoral de la primavera. Los tres coinciden en que la dinámica del mamporro verbal debe ser detenida "cuanto antes".

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Ejemplo de caballerosidad en su dinámica y retórica políticas, Arregi es de la opinión de que "el insulto, y no sólo en política, es cuestión de inteligencia, y ésta depende en parte de la capacidad lingüística. Ambas, inteligencia y capacidad lingüística, cotizan a la baja, y no sólo en la política, aunque en ésta de forma especial".

Y como ejemplo de lucidez parlamentaria recuerda que "un miembro femenino de los commons, en Westminster, espetó a Churchill: 'si yo fuera su esposa, hace tiempo que le hubiera puesto arsénico en el güisqui'. A lo que histórico primer ministro británico respondió: 'y si yo fuese su marido, hace tiempo que me lo hubiera bebido'".

Ahora, opina el exgestor del Gobierno vasco, "a falta de inteligencia se abusa de comparaciones personales. Debieran estar fuera de uso por decencia. Pero el insulto inteligente es una herramienta importante en la crítica. El insulto inteligente no pretende sustituir al análisis y a la crítica objetiva".

Cree, asimismo, que "la comparación con personajes execrables para todos los demócratas pone de manifiesto la incapacidad intelectual de quien lo usa, su incapacidad para el análisis serio objetivo".

Cuerda, por su parte, recuerda que "en veinte años de alcalde de Vitoria, con cinco mandatos con grupos políticos de todas las ideologías, no hubo nunca ningún rifirrafe de esas características". Y lo atribuye a que en aquellos tiempos "había probablemente una mayor ilusión, una mayor motivación. Todo se hacía con respeto, pensando que no hay dogmas, que cada uno tiene puntos de vista y todos debemos tener como objetivo el bienestar de los ciudadanos".

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"No aportan nada"

Por eso le producen pena "descalificaciones a ciudadanos protagonizadas por quien debería tener una mayor responsabilidad", en referencia a los casos del alcalde de Sestao, Josu Bergara, y de la capital alavesa, Javier Maroto. "Creo que no aportan nada. Tras una descalificación aparece otra nueva descalificación. Lo de llamarle Hitler vitoriano no digo que no tiene nombre, porque sí lo tiene, y muy sonoro por cierto. No es admisible".

Y todo el problema radica en que "la gran enfermedad de la democracia es la corrupción. La económica es quizá la que más llama la atención, pero también hay corrupción en el comportamiento, en las relaciones. Eso es muy penoso".

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Maneiro, frente a los anteriores un recién llegado a la política, advierte de que "nos estamos contagiando de algunos de los males que en los últimos tiempos han venido caracterizando a la política española en general. Recurrimos al improperio, al insulto, a la palabra gruesa, en lugar de a la utilización de argumentos. Reina la exageración para llamar la atención".

En un momento en el que los grandes partidos hablan de regeneración, para el portavoz de UPyD estos comportamientos "alejan a los ciudadanos de la política, crean desconfianza". Sostiene que "algunos están claramente en campaña, pero ante la falta de ideas y propuestas, insultan y utilizan la mentira".

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