Pedro Ontoso
Viernes, 6 de febrero 2015, 02:10
La última vez que había visitado Sos del Rey Católico fue para escuchar la magia de la guitarra del maestro Paco de Lucía y la batería de Borja Barrueta -este último en el concierto 'Amar la trama' de Jorge Drexler- en la lonja medieval que ... acogía el festival Luna Lunera. He regresado varias veces más para recorrer las callejuelas de esta villa aragonesa, plató natural de 'La vaquilla', una magnífica y corrosiva película del cineasta García Berlanga, para detenerme en los portalones y plazas de la judería y para disfrutar de las pinturas góticas en la cripta de San Esteban. Fue allí donde mi tío y amigo Jesús Fuertes, un hombre curioso e ilustrado, me planteó hace tres semanas acercarnos a Hecho para conocer 'in situ' la historia de aquellos aviadores aliados y refugiados, algunos de ellos judíos, que escaparon de los nazis en la Francia ocupada y fueron acogidos en el corazón del valle, en la comarca de la Jacetania.
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Fue como hacer un tramo del Camino de Santiago, pero al revés, en dirección, primero, a Ruesta, un pueblo abandonado, todavía en la provincia de Zaragoza. Un día luminoso de enero, con el cielo azul cobalto, y en el que oteamos innumerables rapaces, algún que otro zorro gris, bandos de perdices y una garduña color canela fuera de horario. Nada más salir del bosque aparece el 'skyline' que conforman las ruinas de este enclave que se tragó -las aguas se quedaron más abajo- el embalse de Yesa, junto a las poblaciones de Esco y Tiermas. Fachadas de casas, un iglesia que hace las veces de almacén, las torres del antiguo castillo... Por un momento me viene a la memoria un esbozo de San Gimignano, pero es un recuerdo fugaz.
Banderas de la República, carteles de la CGT -la Confederación Hidrográfica del Ebro cedió la aldea al sindicato-, mensajes libertarios y placas que recuerdan a los presos que trabajaron en la zona durante el franquismo. Forma parte del paisaje de estas tierras. Hacía muy poco que había subido hasta Canfranc, donde también te contaban relatos y leyendas de maquis, cuando los nazis ocupaban el andén francés en la emblemática y legendaria estación ferroviaria.
Ruesta era el escenario propicio para evocar historias de pantanos e ingenieros que volaban las casas de los vecinos -para que no regresaran una y otra vez- y, al mismo tiempo, convertían en escombros la memoria de sus ancestros. "A golpe de dinamita", me traslada un visitante que ha recorrido otros pueblos desahuciados, como Jánovas, en el valle del Aran, expropiado por decreto para un pantano que nunca se construyó. En Ruesta, qué coincidencia, casi se paladea el olor a pólvora de las tamborradas de San Sebastián, patrón, también, de esta villa zaragozana fantasma.
La salida hacia Hecho resulta obligada por una carretera plagada de baches, ahora con más cicatrices por las obras del empalme a la Autovía del Camino. Pero pronto se alcanza el cruce de Puente la Reina -luego volveremos a Euskadi por Ansó, otro pueblo que merece la pena- y la desviación hacia el murallón pirenaico, ahora coronado de nieve. Dejando Embún a la izquierda, el curso del río Aragón Subordán te acompaña hasta Hecho, un pueblo coqueto, arracimado entre casas de piedra rematadas con unas chimeneas troncocónicas muy peculiares. En la plaza junto a la iglesia dos placas recuerdan la historia de los evadidos y de quienes les ayudaron en aquél frío y duro invierno de 1944. Adela Alcázar González la contó en la revista 'Jacetania' (número 14). La primera placa la colocó en 1999 el conde Renaud de Changy para agradecer a los vecinos de Hecho por haberle acogido en sus casas. La segunda fue a iniciativa de un sobrino, Jain Primrose Liston , en homenaje a los que hicieron posible aquella fuga.
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Una fuga de película
Todo comenzó el 28 de noviembre de 1943, cuando Renaud de Changy partió de Bruselas en tren camino de España vía París. La Francia de Vichy había sido ocupada por los alemanes en noviembre de 1942 y la Resistencia hostigaba a los nazis. El conde fue detenido en Pau y trasladado a la cárcel de Mont-de Marsan, de la que intentó escapar. Acabó en la prisión de Fort du Ha, en Burdeos, de la que se fugó cuando fue enviado a la base submarina de la ciudad. Los alemanes empleaban a los prisioneros como mano obra en la construcción del Muro Atlántico. Cruzó el departamento de Lot-et-Garonne hasta llegar a Vic-en- Bigorre y, finalmente a Pau, donde le acogió una familia que formaba parte de una red de evasión.
El 7 de febrero de 1944 Renaud y otros nueve huidos salieron desde la aldea de Saint Christau, a pie, camino hacia España, guiados por Tino, un joven de 20 años, y Catherine, de 17. Cerca de Lescun se unieron a un grupo de diez americanos e ingleses, la mayoría aviadores, guiados por Baptiste. La expedición estaba formada ya por 23 personas, que salieron rumbo a la montaña por el valle de Lhers, infestado de patrullas alemanas. Nevaba y había mucha niebla. La tercera jornada reanudan la fuga a media noche, ya solo con Tino y Catherine como 'paseurs'. Siguen ascendiendo hasta que llegan al Puerto de Palo, a 1.942 metros de altitud, que conecta la comuna de Lescun con el Valle de Hecho. Los otros dos guías regresan a Francia con los esquíes que otros miembros de la red han dejado escondidos.
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Los 20 evadidos inician el descenso por el barranco de Las Foyas, exhaustos y ateridos de frío, hasta llegar la cuartel de La Mina de la Guardia Civil, donde son bien atendidos con pan, leche y brandy. Son las tres de la tarde del 10 de febrero de 1944. Más tarde son acogidos en casas de los vecinos de Hecho, donde pernoctan tres días antes de ser trasladados a la prisión de Jaca. Renaud pasaría luego por la cárcel de Zaragoza y el campo de Miranda de Ebro antes de que su embajada le consiguiera un visado para Lisboa, donde llegó el mismo día del desembarco de los aliados en las playas de Normandía. Habían sido seis meses de fuga.
Hasta aquí, la historia, muy resumida, según la ha documentado Adela Alcázar. Pero este fue el final feliz. No les fue tan bien a los guías, salvo a Catherine Traille, que ayudó a pasar al otro lado a más gente y envejeció cerca de Pau. Por el contrario, Baptiste Capdaspe y Tino fueron detenidos por la Gestapo y deportados a un campo de concentración donde fallecieron. El caso de Tino - Teodoro Troitiño- lo he vuelto a encontrar tras otra placa, esta vez en Canfranc, donde se le recuerda desde 2013. Su historia la ha recuperado en su blog Juan M. Calvo, autor del libro 'Itinerarios y entidades. Republicanos aragoneses deportados a los campos nazis'. Tino era miembro de una familia republicana que tuvo que exiliarse a Francia, donde se dedicó a ayudar a quienes huían de los nazis. Calvo señala que Troitiño fue deportado al campo de concentración de Neuengamme, en Hamburgo, de donde pasó al de Revensbruck (Puente de los cuervos), una zona pantanosa al norte de Berlín. Fue allí donde murió el 24 de abril de 1945, el día en que cumplía 28 años, apenas una semana antes de la liberación del campo de exterminio por las tropas del Ejército Rojo.
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Un paraíso natural
El Puerto de Palo es un de los atractivos del Valle de Hecho. Por él han pasado romanos -se conservan restos de la antigua calzada Caesaraugusta Benneharnum- peregrinos del Camino de Santiago, fugitivos de la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial y miles de montañeros que disfrutan de la Ruta de los Francos en lo que ahora es un espectacular sendero del G.R. 65.3.3. También hay un Centro de Interpretación del Megalitismo Pirenaico por los dólmenes y los círculos prehitóricos que perduran en la zona. Y una torre, la de Ysil, que hacía sus veces de vigía y control en estos angostos senderos que serpentean por la muga. Y una selva, la de Oza, plagada de hayas, pinos y abedules. Y un cañón espectacular, la Boca del Infierno. Y cimas que invitan a trepar, como las de castillo DAcher.
Prehistoria, visigodos, romanos, Edad Media, grandes guerras... El filón para novelar es inagotable. Carolingios, Carlomagno, la Chanson de Roldán... Intrigas y codicia en tiempos imperiales. Algún historiador ha reivindicado que la batalla de Roncesvalles, en realidad, se libró en este territorio. Y una joya del románico de obligada parada: el antiguo monasterio de San Pedro de Siresa, vinculado a la fundación del Condado de Aragón, que en su día albergó una gran biblioteca. Espectacular. En su día, el Valle de Hecho fue un sitio 'de paso', ahora es un sitio para quedarse. Al menos, unos días.
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