El Castillo de Javier se erige sobre la roca viva.

Castillos y fortalezas en Navarra, los vestigios de un antiguo reino

Una ruta por diecinueve alcázares y baluartes históricos lleva al viajero a algunos de los lugares más emblemáticos de la comunidad foral. Obras mágicas que han hecho de la región un foco de arte e historia

Miriam Cos

Lunes, 11 de agosto 2014, 17:46

Navarra, cuna de reyes y princesas durante más de 1.000 años, guarda miles de tesoros entre sus paisajes. Se trata de los vestigios de un antiguo reino, grabados a fuego en la tierra. Cada piedra esconde tras de sí leyendas y secretos inconfesables, capaces ... de hacer enmudecer al visitante, ya impresionado ante el derroche de belleza de cada rincón.

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La comunidad foral atesora fortificaciones, murallas e iglesias dignas de ser contempladas. Y por ello, el Gobierno de la comunidad ha creado la Ruta de los Castillos y Fortalezas, destinada a aquellas almas curiosas que quieran acercarse a la cultura de uno de los lugares más místicos y legendarios de la Península.

La ruta reúne una veintena de construcciones de diferente tipo que se desperdigan por los Pirineos, la cuenca de Pamplona, la zona media y la Ribera. Un perfecto comienzo podría ser en la Ciudadela de la capital y su recinto amurallado. Aunque en la actualidad sea la vigilante de una de las fiestas más conocidas del mundo, San Fermín, en el pasado nació para proteger la ciudad del enemigo. Es el principal recinto verde de la ciudad y se construyó en el año 1571 por orden de Felipe II para evitar los constantes ataques de los ejércitos llegados de Francia. Ha sido considerada como la mejor obra arquitectónica militar del Renacimiento español.

A 14 kilómetros de Pamplona, en la merindad de Sangüesa, nos encontramos con el castillo-palacio de Tiebas, situado en la localidad que lleva su nombre. De arquitectura gótica, construido en el siglo XIII, sirvió de residencia de algunos de los reyes navarros, como Teobaldo II, Enrique I y Carlos II. Poco después sería destruido en una guerra con Castilla, para ser rematado en en el siglo XVII, al quedar abandonado y desprotegido ante los avatares de la guerra de la Independencia. Pese a todo, sus antiguas ruinas dejan entrever algo de lo que algún día fue, con sus suelos de baldosas de colores y tejas barnizadas en verde, amarillo y marrón.

A 42 kilómetros al norte de la capital y muy cerca del Parque Natural de Bertiz, está una curiosa torre, la de Donamaria, popularmente conocida como 'Casa Tablas'. Se trata de un palacete de estilo gótico del que no se sabe muy bien la época, aunque podría ser del siglo XV. La piedra abraza sus dos primeras plantas, mientras que la tercera está hecha en madera, de ahí su mote. Aunque fue restaurada hace tiempo, aún conserva vestigios de su pasado, lo que la convierte en un perfecto ejemplo de arquitectura civil y uno de los últimos reductos de este estilo que existen en la actualidad.

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En la Navarra media, a solo ocho kilómetros de Sangüesa, se alza imponente uno de los castillos más famosos de la zona. Construido en honor a un santo, el Castillo de Javier, ubicado en la localidad que lleva su nombre, es una de las fortificaciones más impresionantes de la comunidad y de las que mejor se conservan, junto al Palacio de los Reyes de Navarra de Olite, cuna de principescas historias y protagonista de numerosos reportajes por su mágica belleza.

El Castillo de Javier es una fortaleza medieval que se erige sobre la roca viva. Se accede a él a través de un puente levadizo, y permite al visitante conocer de primera mano sus almenas, troneras y saeteras... las mismas que vieron nacer a San Francisco Javier, cofundador de la compañía de Jesús y unos de los primeros y más conocidos misioneros. Por ello, cada año miles de personas peregrinan al lugar en su honor los dos primeros fines de semana de marzo.

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Las primeras huellas del lugar se remontan al siglo X. Su estratégica ubicación en la frontera entre Navarra y Aragón le convirtió en un sitio inmejorable para asentarse. Así se empezaron a edificar torres y almenas. Aunque no fue hasta siglos después, en el XVI, cuando el cardenal Cisneros mandó construir la basílica en honor a San Francisco Javier. En la actualidad, pasear por cada uno de los rincones de la fortaleza hace al visitante viajar a un pasado medieval repleto de intrigas.

El Palacio de Olite, lejos de parecer un castillo fortificado, recuerda a los típicos de cuentos de hadas con sus rosados muros. Fue corte de los reyes de la comunidad hasta la conquista de la misma, y es uno de los castillos medievales más lujosos de Europa. Aunque en la actualidad se encuentra completamente vacío -a diferencia del Castillo de Javier, donde se pueden encontrar muebles de la época-, es fácil imaginarse los cortinajes, camas o espejos que se ocultaban tras sus preciosas torrecillas.

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Su estructura, aposentada sobre una fortaleza de la época romana, ha sufrido diferentes cambios debido a las vicisitudes que ha vivido a lo largo del tiempo. Ahora, en la zona denominada Palacio Viejo, se puede encontrar el Parador Nacional 'Príncipe de Viana'. El pueblo de Olite, situado a 42 kilómetros de la capital, se funde con la majestuosidad de su palacio, a través de su callejuelas y portalones típicos de la época medieval.

Dentro de la ruta propuesta para ver estas muestras arquitectónicas también podemos encontrar edificios religiosos. La iglesia-fortaleza de Santa María de Ujué, ubicada en la parte alta del pueblo medieval, es una de las más impresionantes. Ha sido distinguida como Monumento Nacional y entre sus muros se adivinan los diferentes estilos arquitectónicos bajo los que fue construida y modificada: principalmente el románico y el gótico. Así, con sus torres almenadas, juega al despiste haciendo creer al visitante que se encuentra ante un castillo, pero nada más lejos de la realidad.

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Durante varios siglos fue reformada por los diferentes reyes que ocuparon el trono hasta convertirse en lo que actualmente es. Uno de sus tesoros es la arqueta en la que descansa el corazón de Carlos II, devoto amante de la virgen de Ujué, que se puede visitar al entrar al templo. Aunque hay más. En la cabecera románica, con sus diferentes partes góticas, reposan un sinfín de piezas de arte, como en la Portada Sur, del siglo XIV y una de las mejores obras del gótico navarro, que recoge en sus capiteles diferentes decoraciones dedicadas a la vendimia.

Algo más lejos, a 94 kilómetros de la capital navarra, nos encontramos con la Torre Monreal, en el municipio de Tudela. Al igual que la mayoría de los sitios ya mencionados, esta edificación se erigió en su momento con motivos defensivos. Ahora, reformado y actualizado, solo mantiene una evidencia de la época medieval: su aljibe, un depósito subterráneo destinado a guardar agua potable procedente de la lluvia.

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Además, se ha convertido en la primera cámara oscura de Navarra, a través de la cual, con un dispositivo que gira 360 grados, capta la imagen de la zona que rodea a la torre en tiempo real y se proyecta en su interior. También cuenta con un centro de interpretación con paneles explicativos de las diferentes culturas que convivieron en la ciudad: judía musulmana y cristiana.

El resto de lugares a visitar no se quedan atrás en cuanto a importancia dentro de la arquitectura de la comunidad foral. Acudir a algunas de las zonas propuestas un fin de semana para poder disfrutar de la belleza del paisaje y de retazos de historias puede ser un plan perfecto para estos días de verano. Aunque en invierno, remarcado por las nieves, puede ser un capricho para la vista. Ya sea por el norte, por la Ribera, por la zona media o por la comarca, el número de castillos y fortalezas es grande, pese a que el tiempo y las batallas hayan acabado con la mayoría del conjunto histórico de Navarra.

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