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Josu García
Viernes, 28 de noviembre 2014, 17:06
Leva de Valdeporres es uno de los pueblos más recónditos de Burgos. También uno de los más bellos. Principalmente por dos motivos: el gusto de los lugareños para rehabilitar sus viviendas de piedra de estilo montañés y el maravilloso hayedo que circunda la localidad. La ... excursión de hoy nos llevará a conocer sus calles y también la frondosa masa boscosa que alcanza el cenit de su hermosura en otoño, cuando la hojarasca cubre el suelo húmedo del monte y la luz se filtra por entre una fantasmagórica maraña de ramas. La ruta tiene varias e interesantes variantes y es posible adaptarla casi a cualquier nivel.
Para los ciclistas menos en forma se puede subir en coche hasta el mismo Leva para disfrutar después de un paseo circular de unos 5 kilómetros por el hayedo. Los más experimentados tienen la posibilidad de empezar la jornada en Villarcayo, con lo que recorrerán los siempre agradables senderos que discurren paralelos al río Nela para encarar luego una buena subida por Brizuela y rematar la jornada con un descenso tan técnico como emocionante hasta Puentedey (34 kilómetros). Una tercera vía es empezar el día en esta última pedanía (15 kilómetros) y ahorrarnos el laberíntico serpentear junto al curso fluvial.
Empezamos a dar pedales, entonces, en Puentedey. Podemos dejar el coche en un aparcamiento que hay a las afueras del pueblo. Aprovecharemos para contemplar el espectacular monumento natural que caracteriza a esta majestuosa localidad. El río Nela ha horadado un colosal túnel en la roca. El río fluye bajo una gran bóveda de piedra. Por encima quedan muchas de las casas del pueblo.
Subimos un pequeño repecho por carretera, en dirección a Villarcayo, para inmediatamente girar bruscamente a la izquierda y coger una pista de tierra que nos llevará de forma rápida y directa a Brizuela. Atravesamos un bosque de ribera. El Nela queda a nuestra izquierda. Se escucha el rumor del río y de una presa cercana. Llegamos a Brizuela y podemos observar su espléndida estación de tren rehabilitada. La línea Santander Mediterráneo cerró hace varias décadas, pero su recuerdo permanece imborrable en la comarca. La terminal de Brizuela es uno de los vestigios mejor conservados de un pasado que enorgullece a sus vecinos.
Junto a la fuente de esta pedanía comenzamos la dura subida que nos llevará hasta un parque eólico. Son unos cuatro kilómetros y medio de ascensión para salvar un desnivel de algo más de 300 metros. El inicio de la subida es quizás lo más duro. Tras cruzar la carretera y seguir por una pequeña senda llana, aparecen los primeros muros. Las rampas cuentan con bastante pendiente y la pista tiene mucha piedra (sobre todo, en las curvas). Apenas hay vegetación, por lo que estamos muy expuestos al viento y, en verano, al calor. La situación mejora tras un giro a la derecha. Nos adentramos en un encinar y la pendiente suaviza considerablemente salvo en un par de puntos, donde hay dos repechos serios.
Ya casi en el alto y desde algún pequeño claro, se pueden observar unas vistas muy atractivas de la elevación ganada, con las montañas que dan forma a los canales de Dulla de fondo y todas las tierras que rodean a Puentedey y Brizuela bajo nuestros pies. Tras atravesar un pinar, cruzamos a la otra vertiente de la montaña y comienzan a vislumbrarse los gigantes de acero del parque eólico. El pueblo de Cubillos del Rojo no queda lejos. Pero antes de entrar en la zona dominada por los aerogeneradores, giraremos a la derecha, atravesando una cancela. No tiene pérdida porque hay una señal que impide el paso a los vehículos no autorizados. Discurrimos ahora por un camino que desciende lentamente hacia Leva.
Leva y el hayedo silencioso
Predominan los robles, aunque también hay encinas. Todavía no hay rastro del hayedo, que queda varias decenas de metros más abajo. Tras descender por un camino que bien pudo ser una vieja calzada medieval (se atisba la presencia de algunas piedras labradas) llegamos a la entrada del pueblo. Leva de Valdeporres contaba en 2007 con 16 habitantes censados. El núcleo urbano, que tiene más vida en verano y los fines de semana, está perfectamente definido, con un pavimento moderno pero muy adecuado, ya que no desentona con el conjunto monumental. Las casonas de piedra se levantan recias y sólidas. Hay también algunas infraestructuras públicas de interés como una pequeña plaza, un lavadero o la iglesia de San Julián Obispo. Un cartel recuerda la historia de la aldea y su hayedo, que perteneció durante mucho tiempo a la Casa Real.
Tras pedalear por una calle estrecha nos adentramos en el conocido bosque. Lo primero que llama la atención es el silencio. Los árboles y la hojarasca absorben y amortiguan el sonido que genera el transitar de nuestras ruedas. Tampoco se escucha ruido humano alguno. La carretera más cercana queda a unos tres o cuatro kilómetros de distancia. El hayedo sirve de escenario a la Maratón Alpina de Puentedey, que todos los veranos recorre la comarca con éxito de público y participación. Muchos espectadores se congregan ese día (normalmente primer domingo de agosto) en los márgenes del camino para animar a unos ciclistas que para cuando llegan a esta arboleda están exhaustos. Aún les queda remontar tres kilómetros de subida, que se hace realmente dura.
Nosotros, sin embargo, pedaleamos con soltura. Estamos aún frescos y no tenemos prisa. Nuestro único objetivo es disfrutar del entorno. De pronto nos encontramos con unos buscadores de setas. Vienen de vacío. "No se nos ha dado demasiado bien por aquí, pero siempre es agradable pasear por un sitio como éste", comentan. El otoño ha entrado de lleno. Se palpa en el ambiente, por la humedad, el frescor de las hojas caídas y los líquenes que rebrotan en los enormes troncos.
Poco a poco remontamos el bosque y lo dejamos atrás para llegar a la zona por la que hemos pasado antes, junto al parque eólico. Se presentan dos opciones: regresar a Leva por el bosque (para descender después por carretera) o animarnos a bajar hasta Puentedey por un descenso técnico y muy rápido en algún tramo. Optamos por la segunda posibilidad y, en un abrir y cerrar de ojos, estamos de vuelta en Puentedey.
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