Vistas desde Atxabiribil, en Sopelana.

Pedaladas con sabor a salitre

Un paseo agradable en bicicleta de montaña por la costa vizcaína, entre Getxo y Barrika, ideal para huir del barro y la nieve del invierno vasco

Josu García

Lunes, 5 de mayo 2014, 20:17

Con el invierno embarrando caminos y descargando nieve con furia sobre nuestras montañas, hoy os traemos un recorrido a nivel del mar para pedalear y no morir congelado en el intento. Una propuesta que, además, nos permitirá alcanzar rápido algún punto a cubierto si somos ... víctimas de un aguacero. La excursión nos llevará a conocer el litoral vizcaíno entre Getxo y Barrika. Serán 36 tranquilos pero divertidos kilómetros.

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La jornada arranca en el Puente Colgante, uno de los transbordadores más bellos del planeta. Si venimos desde Portugalete, podemos subirnos a la barquilla con la bicicleta y disfrutar del escaso minuto que tarda en cruzar la ría. Inaugurado en 1893 es Patrimonio de la Humanidad desde hace unos pocos años. Tras desembarcar nos topamos con un bidegorri. Lo seguimos en dirección hacia el muelle de Evaristo Churruca (hacia la izquierda). A continuación giramos a la derecha para enfilar el paseo de Las Arenas. Circulamos junto al Real Club Marítimo del Abra. Disfrutamos de estos primeros y apacibles kilómetros por un carril-bici que discurren junto a un buen número

de lujosas villas que se asoman al mar.

Un poco antes de arribar al puerto deportivo tendremos que salir al asfalto para atravesar Algorta. Es un tramo urbano de apenas un kilómetro. Comienza con una pequeña cuesta. Callejeamos hasta llegar a la zona de Bidezabal desde donde alcanzaremos el molino de Haizerrota y el paseo de La Galea. Desde aquí tenemos vistas espectaculares de la desembocadura del Abra y de la playa de Arrigunaga. Pedaleamos por el estrecho sendero que se asoma a los acantilados, dejaremos a nuestra derecha la vía peatonal. Esta parte de Getxo tiene mucha historia y, además de albergar el cementerio, es escenario de un gran concurso de paellas el día de Santiago (25 de julio).

La primera parte del camino por el que ciclamos es propiedad privada, pero la parcela no está vallada. Por ahora es de libre uso y disfrute para los vecinos y paseantes. Así lo ha querido la familia propietaria, que mantiene varios litigios con el Consistorio, después de que el Tribunal Supremo les reconociera sus derechos sobre el suelo. El Ayuntamiento empezó entonces un proceso expropiatorio.

Aunque en ligera subida, pedaleamos de forma fácil. Nos acercamos al fuerte de Punta Galea, que se encuentra en un mal estado de conservación. Las autoridades llevan años planificando una restauración que no termina de convertirse en realidad. No muy lejos de allí aún se pueden ver los vestigios de una vieja casamata militar. Antaño hubo en este punto una importante batería artillera encargada de defender la costa vizcaína durante la Guerra Civil. Desde aquí, por ejemplo, se disparó contra el crucero Canarias, mientras el buque destrozaba los barcos del bando vasco-republicano durante la batalla de Matxitxako.

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Por los acantilados

Pronto giramos hacia la derecha y encaramos un ligero descenso. A nuestra derecha quedan los terrenos del campo de golf de La Galea. Ahora nos metemos ya de lleno en la zona de los acantilados, con continuos sube-bajas. Resulta muy divertido ciclar por la senda, que se pega al mar, pero no de manera peligrosa. Tan sólo hay que tener precaución en un par de pasos muy concretos.

Dejamos atrás la playa de Azkorri y nos desviamos hacia la izquierda. Pronto aparece frente a nosotros el arenal de Atxabiribil. Momento para descansar e, incluso, para recobrar fuerzas tomando un refrigerio en algunos de los bares que rodean el acceso a la playa. Estamos ya en terrenos de Sopelana. Pasado este punto afrontaremos la única subida de cierta entidad. Remontamos un repecho que nos obligará a apretar un poco los dientes. Subimos hasta unos 120 metros de altitud sobre el nivel del mar. El aire huele a salitre y el viento otoñal sopla con fuerza. Nos cruzamos con varios surfistas que aguardan el momento de entrar al mar y coger la ola buena.

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La parte final del recorrido nos lleva a serpentear por un estrechísimo sendero (es la zona más virgen y menos urbanizada), en los alrededores de Barrika. Cerca del establecimiento El Golfo Norte hay una pequeña cala que cuenta con unos pliegues geológicos estratográficos muy interesantes. Tras una ligera bajada desembarcamos en el punto final de la ruta, una pequeña pero coqueta campa verde que se asoma a la bahía de Gorliz-Plentzia. Desde esta encrucijada hay unas vistas magníficas del entorno. Para el regreso hay varias opciones: bajar hasta Plentzia y coger el metro o volver hasta el punto de salida por el mismo recorrido. Y, si se dispone de tiempo y ganas, también se puede volver grupas y tentar la suerte, tomando alguno de los múltiples desvíos que hay en la zona para acabar pedaleando a través de algunos bosques de coníferas que están situados un poco más al interior.

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