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Iñigo Muñoyerro
Viernes, 5 de diciembre 2014, 16:29
Las peñas de Cervera son un espigón calizo en el corazón del Espacio Natural de la Yecla y los Sabinares del Arlanza, un área protegida de más de 26.000 hectáreas al sur de la provincia de Burgos. Allí encontramos pueblos y villas tan cargados ... de historia como de encanto, entre los que destacan Covarrubias y Santo Domingo de Silos.
Cerca de esta última población, en dirección a Hinojar de Cervera, la peña aparece tallada por una espectacular y estrecha garganta, que los naturales de la comarca conocen como La Yecla. La maravilla natural de la tierra de las sabinas, una reliquia de la glaciación que dicen puede vivir 2.000 años.
Lo más cómodo es llegar en coche hasta el desfiladero, pero resulta más interesante salir de Silos. El paseo comienza detrás del monasterio, al otro lado del río Mataviejas -antiguo Ura-. Un letrero señala la dirección a La Yecla. También es 'Camino del Cid'. Con la ladera cubierta de encinas de Santa Bárbara a la izquierda y el río a la derecha la pista parcelaria cruza cultivos y barbechos.
Pasa junto a un molino arruinado, que aún conserva el canal y la presa. Enormes sauces y álamos protegen el cauce. Endrinos, evónimos y frutales asilvestrados sirven de refugio a los pajarillos. La pista llega suave hasta el cruce con la carretera. Al lado del río, junto a una chopera, un panel informa que quedan "718 metros" al desfiladero.
Lo hacemos por asfalto. Nos aproximamos las peñas del desfiladero que se ven verticales e inaccesibles. Vuelan buitres y otras rapaces. Les persiguen los grajos. Aparcamiento en la entrada de los túneles de la carretera (45 minutos). El desfiladero aparece como una grieta que se sube del cauce Cauce es el nombre del río- hasta lo más alto del roquedo. Parece infranqueable. De la carretera baja una pasarela metálica (cartel) que nos sumerge en la penumbra. La temperatura cae de golpe. Lejos de la luz, sólo se oye el rumor del agua que cae en cascadas y marmitas. La hendidura tiene cerca de 300 metros para recorrer con calma, disfrutando del espacio. Troncos encajados indican la furia del agua en época de crecida.
Otra escalera y vuelta al asfalto y a la luz. Las peñas de La Yecla ofrecen su cara sur, más cálida. Además de buitres nidifican especies raras. Entre ellas el treparriscos, un ave que vuela desde Picos de Europa para invernar.
Hay otro aparcamiento, mesas para el picnic y un merendero, bar La Yecla, que abre en verano. Es la oportunidad de pisar campo. Internarnos en el bosque y disfrutar de la naturaleza. Además de sabinas (Juniperus thurifera, 'productora de incienso') la vegetación agrupa especies adaptadas a los rigores atmosféricos como encinas, robles, rebollos, pinos resineros y negros. Enebros, endrinos, jaras, brezos y las molestas aulagas, además de un sotobosque donde prosperan la gayuba, el espliego, la ajedrea, el tomillo y el romero. Letreros convenientemente distribuidos informan que está prohibido coger setas.
Volvemos por los túneles de la carretera. Están acondicionados con aceras, desde donde hay una perspectiva diferente del desfiladero, sus pasarelas y escaleras metálicas. Por asfalto y luego por la pista regresamos a Silos.
Un paseo por Silos
La historia de Silos es la historia de Castilla. Fue arruinada por Almanzor. Alrededor del año 1000 recibió al monje riojano Domingo, que reedificó el convento y lo convirtió en un importante centro espiritual y cultural. Brilló de manera especial entre los siglos XI-XIII. Ahora es una villa acogedora de buenas casas y calles empedradas y limpias, con el monasterio en su centro. Estuvo rodeada por una muralla de la que aún perduran el muro que da al río y dos puertas.
Se entra de Lerma por la calle de Sto. Domingo. A la izquierda está la entrada a la hospedería del monasterio. Frente a ella se alza un formidable ejemplar de secuoya roja (Secuoyadendron giganteum), que algunos visitantes confunden con el famoso ciprés, que está en el claustro.
La plaza mayor además del ayuntamiento y la farmacia reúne la iglesia de San Pedro (siglos XIII / XIV), palacios blasonados ahora hoteles y varios restaurantes. La especialidad local es el cabrito con ensalada de berros, que se prepara solo en primavera. Y para beber, vino de D. O. Arlanza.
Destacar la calle de La Cadena, que baja al río Mataviejas. En ella encontramos el lavadero y una enorme balsa de agua cristalina que pudiera tener su origen en un estanque celta. Recordar que Lerma fue un asentamiento de la poderosa tribu celtíbera de los vacceos.
No se puede abandonar Silos sin visitar el monasterio benedictino. La visita guiada incluye el claustro románico, con los capiteles y el ciprés; la botica; el museo y la biblioteca. Los servicios religiosos de los monjes ofrecen la posibilidad de escuchar el canto gregoriano, de origen medieval que se puso de moda en los años 80. También tiene una hospedería, sólo para varones.
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