
izaskun lópez
Viernes, 23 de octubre 2015, 02:18
Cifras de record cuantifican la importancia de una de las rutas protagonizadas por la madera que hemos elegido en Álava: el robledal de Munain a ... Okariz: 385 hectáreas cubiertas de robles; 608 de ellos con al menos 5 siglos de antigüedad, otros con 8 siglos y unos pocos con más de 1.500 años. 428 centímetros perimetrales medios de tronco. 103 especies de escarabajos. 2 especies nuevas para la fauna ibérica que sirven de alimento a los vegetales y otras 25 novedosas en el País Vasco. 5 nuevos registros de plantas sin flores. 92 de musgos, 129 variedades de líquenes. 225 de hongos... La suma impuso la declaración de la zona como Lugar de Interés Comunitario. Incluso jardineros de Isabel II de Inglaterra han viajado hasta allí para contemplarla.
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Marcas blancas y amarillas señalizan el trazado que comienza tras cruzar el pueblo de Munain, a los pies de la Sierra de Entzia. Sigue la carretera paralela al río hasta el cruce donde girar a la derecha hacia una campa en la que se distingue el camino de balizas. El entorno es privilegiado. Impactante. Especial. Allí nace el río Zadorra cuyo curso ha horadado la llanada alavesa a través de los siglos. Entre robles y quejigos centenarios que dejaban crecer los vecinos durante la Edad Media hasta cierta altura para talarlos y conseguir leña o carbón vegetal. Entre vegetación y arbustos junto a los que aún corren libres zorros, corzos y liebres, jabalíes, tejones...
A la sombra del tejo
Sin salir de Álava, otra cita imprescindible es Antoñana, hermosa villa nacida en 1182. La localidad se ha convertido en puerta de acceso al Parque Natural de Izki por su parte oriental. Durante la primera parada de esta ruta, no dudes en perderte por la estrechura de sus callejas entrelazadas a base de cantones y pasadizos que sustenta esa madera. Tras asombrarte con esta excelente obra humana toca engrandecer el alma con la natural de la mano de la segunda visita, el término de Los agines, con salida desde allí.
Camina con tranquilidad, el bosque aguarda silente tus pasos. En la pared del monte Soila hallarás un simbólico tejo catalogado como árbol singular. Es el tejo de Antoñana, cuyos 13 metros de alto y 5,3 de perímetro hacen que su figura destaque sin esforzarse sobre el entorno. Siguiendo siempre las marcas amarillas que te han ido guiando camino a Korres. Cuando menos te lo esperes aparecerán ante ti varios tilos también calificados con el título de árboles singulares. Las sorpresas son muchas y fascinantes.
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Y no podemos dejar el periplo alavés de la madera sin visitar Valdegovía, donde se encuentra la única presa de madera del País Vasco. Fue fabricada en el siglo XVIII. La Sebe, nombre con el que se la conoce popularmente, nació para derivar las aguas del río Omecillo hasta un molino que aprovechaba la energía. Fue declarada Bien de Interés Cultural en la categoría de monumento en 2011.
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