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Jorge Barbó
Jueves, 8 de enero 2015, 17:53
Unos monigotes con barba y turbante están detrás del atentado más grave sufrido por Francia en los últimos 40 años. La reiterada publicación de caricaturas de Mahoma en el semanal satírico 'Charlie Hebdo' terminó el miércoles con una terrible viñeta teñida de sangre: doce personas, ... entre ellas varios miembros históricos de la revista, murieron en un brutal acto terrorista a manos de tres encapuchados que irrumpieron armados en la redacción parisina para abrir fuego contra quienes sólo podían defenderse con palabras, lápices y rotuladores. Conmocionada por una barbarie yihadista de imposible comprensión, la sociedad francesa se ha echado a la calle para defender su 'Liberté', al grito sordo de "Je suis Charlie', y para defender su radical rechazado a quienes han dibujado un siniestro mensaje con plomo y sangre: representar a Mahoma y hacer chistes con el islam se paga con la vida.
La hemeroteca de 'Charlie Hebdo', una de las publicaciones más mordaces que se pueden encontrar en los kioscos galos, está repleta de portadas que traspasan muy de largo esa fina línea que marca los límites de lo políticamente correcto. Entre los ejemplos más recientes se encuentra aquella caricatura en la que el presidente François Hollande aparecía enseñando el pene cuando salió a la luz su tórrido idilio con la actriz Julie Gayet o las muchas que protagonizó el expresidente Nicolas Sarkozy en las más grotescas y calenturientas posturas. Líderes y figuras religiosas, como el papa emérito Ratzinger dibujado abrazado en pose homoerótica a un guardia suizo o un Jesucristo a la cabeza de una 'cena de los idiotas', tampoco han escapado a los afilados rotuladores de los dibujantes del semanal, algunos asesinados frente al folio en blanco. Sin embargo, han sido las recurrentes críticas relacionadas con el islam y, muy en concreto, las caricaturas que muestran a Mahoma, el profeta de Alá, las que han llevado a la publicación a enfrentarse a la página más negra de su historia con la muerte del director, Stéphane Charbonnier, 'Charb'; los dibujantes Jean Cabut, 'Cabu'; Bernard Verlhac, 'Tignous'; y Georges Wolinski, y del columnista Bernard Maris.
Los estudiosos de la religión musulmana sostienen que el Corán no recoge de forma expresa la prohibición de representar figuras humanas o animales. Sin embargo, la tradición islámica -que sí huye de los iconos tan frecuentes en otras religiones, como la cristiana-, ha hecho que se considere una blasfemia en toda regla la mera representación en cualquier forma artística de Alá o de su profeta. Aunque no siempre ha sido así. "Varios ejemplos de arte figurativo islámico han sobrevivido, la mayoría de la época medieval, especialmente de Irán. En ellos se observan representaciones de diversos eventos en la vida de Mahoma, los profetas, escenas del Paraíso y del infierno, batallas entre reyes iraníes y escenas de la vida diaria", asegura el profesor Fernando Klein en un artículo publicado por la Universidad Complutense de Madrid.
"Guardaos de representar al Señor"
Según los expertos, lo más parecido que se puede encontrar en las sagradas escrituras de los musulmanes sobre la supuesta prohibición de representar cualquier figura humana en general y al profeta, muy particular, es un vago pasaje, contenido en la sura quinta del Corán en el que se puede leer: "¡Oh creyentes! ¡El vino, los juegos de azar, las estatuas y la suerte de las flechas son abominaciones inventadas por Ax-Xaythan! ¡Evitadlas y seréis felices!". En realidad, aunque el texto hace referencia a la adoración de falsos ídolos, posteriores interpretaciones han hecho que se llegue a poner en boca de Mahoma frases que reforzarían la idea de que dibujar al profeta es un pecado y quien lo hace, un pecador que merece la muerte. "Dios me ha enviado contra tres clases de personas para aniquilarlas y para confundirlas: son los orgullosos, los politeístas y los pintores. Guardaos de representar sea al Señor, sea al hombre, y no pintéis más que árboles, flores y objetos inanimados", se recoge en un hadiz, uno de los diálogos que, según la tradición islámica, llegó a mencionar el profeta a lo largo de su vida.
Otras citas como la que reza "Aquellos que pinten ilustraciones serán castigados en el Día de la Resurrección y se les dirá: ponle un alma a lo que has creado", bastan a los más fanáticos para llegar a justificar actos terroristas como el cometido en París. O asesinatos como el del cineasta holandés Theo van Gogh, que fue tiroteado, acuchillado y degollado en plena calle por un fundamentalista a raíz de sus críticas a la religión islámica y sus continuos comentarios jocosos en los medios de comunicación con Alá y su profeta como protagonistas. Aquello ocurrió en 2004, sólo un año antes de que el periódico danés 'Jyllands-Poster' publicara en noviembre de 2005 una docena de caricaturas de Mahoma, entre ellas una en la que se podía ver al profeta con una bomba escondida en su turbante. La iniciativa satírica prendió la mecha del odio en el mundo islámico, provocando un estallido de protestas cada vez más violentas que no tardaron en tornar imparables. Llegaron a morir cuatro personas en Afganistán, Líbano y Somalia y se produjeron ataques a embajadas occidentales, sobre todo danesas.
Al mismo tiempo que se quemaban sedes diplomáticas por todo el mundo islámico, surgían iniciativas como el cómico 'Día de dibujar a Mahoma', surgido de las amenazas por representar al profeta en la serie de dibujos animados 'South Park' en Estados Unidos y algunos medios europeos, como el propio 'Charlie Hebdo', decidieron seguir reproduciendo las caricaturas de la discordia en nombre de la libertad de expresión, con el respaldo de intelectuales como Salman Rushdie y Bernard-Henri Lèvy y también con la oposición frontal de aquellos, alejados de las posturas más radicales, que aseguraban que, en el fondo, esos dibujos en apariencia pueriles estaban en realidad destinados a despertar la islamofobia.
En aquel escenario, las máximas autoridades diplomáticas europeas de entonces se afanaban en tratar de sofocar un fuego que ardía al calor del miedo en un tiempo en el que el 11-S todavía estaba muy presente y los rescoldos del 11-M español todavía quemaban en Europa. Hoy, con 'Charb', 'Cabu', 'Tignous', Wolinski y otros viñetistas y periodistas del 'Charlie Hebdo', además de los dos policías que trataron de detener a los terroristas, todos convertidos en protagonistas involuntarios de la página más triste de la historia de la prensa satírica francesa, es la amenaza del Estado Islámico y la de aquellos capaces de matar por la cara de Mahoma la que hace contener el aliento al mundo.
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