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Iñaki Juez
Martes, 28 de octubre 2014, 20:34
El portavoz oficial del Estado Islámico no ha nacido en el desierto de algún recóndito lugar de Oriente Medio. Todo lo contrario. Jon Cantlie, de 43 años, se crió en las verdes campiñas británicas pero ahora se dedica a realizar crónicas en las que ensalza ... los asaltos triunfales de las fuerzas del Estado Islámico en Siria. No lo hace por gusto. El periodista fue secuestrado por el grupo yihadista hace casi dos años. Y todos sabemos que los informadores occidentales en manos de los extremistas islámicos no suelen durar mucho tiempo con vida. Como para contradecirles en algo.
De hecho, fue raptado al mismo tiempo que James Foley, el reportero estadounidense al que rebanaron la garganta en una horripilante ejecución, grabada en vídeo y difundida posteriormente en Internet, que parece sacada de los libros sobre el medievo. Tras su última aparición mediática en la que relata la inminente toma por parte de los muyahidines de la estratégica ciudad de Kobani, en la frontera con Turquía, muchos se preguntan simple y llanamente por qué sigue vivo tras todo ese tiempo y cuatro compañeros de celda ajusticiados por el grupo armado.
En ese sentido, se está especulando con la posibilidad de que Jon Cantlie, cuyo padre falleció recientemente sin que pudiera ver a su hijo en libertad, pueda estar bajo las garras del síndrome de Estocolmo tras pasar tanto tiempo con sus raptores. El caso del periodista británico sería similar al que se describe en 'Homeland', la popular serie de televisión. En ella, Nicholas Brody es un sargento del Ejército de EE UU liberado en Irak del que se sospecha que pudiera haber sido captado por Al-Qaeda para realizar un atentado.
"Espero mi turno"
Salvando las distancias, el informador parece encontrarse muy cómodo en sus crónicas en vídeo difundidas por el EI e incluso se toma la libertad de desautorizar a los medios occidentales cuyas fuentes "no tienen la menor intención de decir la verdad" sobre la ofensiva de los muyahidines. Eso sí, y para evitar malentendidos, no tiene ningún problema en reconocer que "espero mi turno", pese a que todavía no ha sido señalado por el grupo islamista como una de sus potenciales víctimas. De hecho, viste de negro y no el naranja que lucen en sus apariciones públicas los rehenes de los extremistas como burla al color de uniforme de los presos de la cárcel estadounidense de Guantánamo.
En todo caso, Jon Cantlie, que a punto estuvo de ser secuestrado pocos meses antes de su captura definitiva y que logró escapar de unos muyahidines británicos con un balazo en el brazo, sigue ganando tiempo en su particular carrera por sobrevivir. En una entrevista difundida por el propio Estado Islamista, relata lo que en noviembre de 2012 les dijo a su compañero Foley y a él mismo el jeque que les capturó: "Para soportar esto os hace falta un corazón de piedra". Desde entonces, asegura que trata de mantenerse "en calma, tolerante y aceptando mi situación. Los musulmanes lo llaman 'Qadr Alá', la voluntad de Dios, que determina todo de antemano. Estoy agradecido por todo el consuelo que recibo y por cada plato de comida". Quizás, tanto agradecimiento le pueda estar pasando factura de algún modo en su interior.
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