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Jorge Barbó
Domingo, 18 de enero 2015, 01:33
Un tipo barbado, uniformado y armado hasta los dientes le da una palmada en la espalda a un chaval que levanta poco más de un metro del suelo. Con su pequeña mano derecha empuña un arma con la que se aproxima con una seguridad impropia ... de un crío de diez años hacia dos hombres que están arrodillados frente a él, de espaldas y con la cara descubierta. A pocos centímetros de sus cabezas se detiene, levanta la pistola y, sin apenas inmutarse, descerraja dos tiros a los prisioneros, dos presuntos espías rusos. El inquietante vídeo es el último de esos virales del odio rodados bajo el guión del fanatismo con los que el Estado Islámico pretende sembrar el terror en el mundo occidental junto con turbadoras grabaciones de decapitaciones, tuits pensados para inocular el veneno del extremismo en las mentes más maleables y sofisticados programas diseñados para no dejar rastro en la red. La yihad también se libra en Internet.
Los mismos que pretenden llevar al mundo a la Edad de Piedra, extendiendo su Califato del miedo desde las Cíes hasta el Deoasai, han demostrado una gran pericia a la hora de subirse al tren de las nuevas tecnologías. Un absoluto control de las redes sociales, un marquetiniano y perverso uso de las plataformas de distribución de vídeo y un dominio de la piratería informática sin parangón, sólo comparable al de los más famosos hackers -aquellos que consiguen burlar a golpe los sistemas de seguridad más inexpugnables-, se suman a los actos terroristas, como los acaecidos la semana pasada en París, que se cobraron la vida de 17 personas en la redacción del semanario satírico 'Charlie Hebdo' y en un supermercado judío del este de la capital francesa. Aunque diferentes, todos son piezas del mismo puzzle del miedo que los fundamentalistas intentan armar a plomo y sangre.
El uso de la red por parte de los grupos relacionados con el extremismo islámico se remonta mucho más atrás del 11-S, pero no fue hasta finales de 2001 cuando Al-Qaeda lanzó su primera web oficial. En aquel rudimentario portal en el que ondeaba su bandera negra pixelada, el grupo terrorista entonces liderado por Osama bin Laden se limitaba a colgar sus comunicados en árabe y reservaba sus mensajes en vídeo para las televisiones, como Al Jazeera. La plataforma no tardó en cerrar, asediada por los efectivos internacionales de la lucha antiterrorista, pero casi al mismo tiempo comenzaron a brotar como hongos nuevos foros en los que aquellos que llamaban a la guerra santa encontraron cobijo de forma anónima, parapetando su identidad bajo 'nicks'. A través de cables y temas se fue tejiendo una sibilina red del mal en la que muyahidines (guerreros) y simpatizantes se comunicaban y difundían mensajes y fotografías en baja resolución de las 'estrellas' del momento, como los mártires Mohamed Atta y Ziad Jarrah, dos de los suicidas responsables del ataque contra el World Trade Centre.
Con el paso del tiempo, las imágenes pixeladas dieron paso a vídeos, como los de ejecuciones de 'infieles' occidentales. Uno de los que más conmocionó al mundo fue el de la decapitación, este mismo verano, del periodista estadounidense James Foley al cuchillo de un terrorista del Estado Islámico. Consiguió su objetivo: máxima difusión en las grandes cadenas y ediciones digitales de las principales cabeceras de todo el mundo, un siniestro recurso publicitario que, repitiendo el mismo vestuario naranja Guantánamo, los terroristas han seguido utilizando para hacer llegar su mensaje de terror. Y si en Youtube han encontrado un canal más rápido, efectivo y global para llegar a su 'target' predilecto que la televisión convencional, en las redes sociales han visto el medio perfecto para pescar adeptos a su causa a base de repetir a machamartillo consignas que apelan a la decadencia de Occidente.
En perfiles de Facebook y, sobre todo, en cuentas de Twitter que aparecen y desaparecen en un parpadeo, las distintas facciones del extremismo islámico y sus seguidores ejercen el papel de una suerte de 'community manager' del terror difundiendo sus mensajes impregnados de odio, que incluyen amenazas en toda regla al mundo occidental y pasajes del Corán que justifican matanzas como las de París. De hecho, estos días, han pululado por la red de los 140 caracteres hastags como '#JeSuisCoulibaly' y '#JeSuisKouachi', además de tuits de algunos usuarios que han celebrado los actos terroristas al tiempo que cambiaban sus fotografías de perfil por las de los terroristas, acompañadas por un 'Merci Frères' (gracias hermanos), unas campañas que no responden a la espontaneidad sino al fanatismo más organizado.
Captar por Whatsapp
La sofisticación para la captación de muyahidines dispuestos a dejarse la vida por el nuevo Califato ha traspasado ya las fronteras de las redes sociales. Aunque algunos expertos en materia antiterrorista creen que, en realidad, se trata de una creencia popular más que de una realidad, hay quien sostiene que los grupos terroristas tratan desde hace años de convencer a jóvenes a través de partidas 'on line' de videojuegos bélicos como 'Call of Duty', en concreto a través de los chats que se desarrollan en paralelo a las partidas. Incluso hay quien asegura que se utilizaba el mundo virtual 'Second life' para concertar reuinones y planear actos terroristas. Lo que no es una sospecha rayana en lo conspiranoico es el uso de los grupos privados de Whatsapp que algunas células están adoptando para reclutar a jóvenes.
Fueron mensajes a través de la aplicación de mensajería instantánea en los que se llamaba a "pasar a la acción" ante "la crisis de valores de Occidente" e incluían promesas de vida "como verdaderas guerreras yihadistas" a lo 'Lawrence de Arabia' los que pusieron hace unos meses a la Policía Nacional sobre la pista de un grupo que desde distintos de España estaba a punto de enviar a 12 chicas, la mayoría de Ceuta y Melilla, a Siria. En otras ocasiones, las fuerzas de seguridad lo tienen bastante más complicado para interceptar las comunicaciones y averigual el emisor de los mensajes. Desde hace unos años, los yihadistas vienen utilizando diversos programas pensados para codificar archivos y mensajes, de forma que su cotenido sea infranqueable para los servicios de inteligencia.
'The Global Islamic Media Front' es uno de los portales de referencia para las organizaciones islamistas. En él se ofrecen tutoriales y enlaces para descargar este tipo de programas de encriptación de datos, que también permiten la codificación de comunicaciones. El más conocido es 'Los secretos del muyahidín', un software especializado pensado para "hacer seguras las comunicaciones entre los muyahidines", según el sitio web. Se considera que fue creado por el brazo informático de Al Qaeda y de él han surgido diversas versiones, que tratan de mejorar su seguridad, como 'Asrar al-Dardashah'. Incluso, han desarrollado una especie de aplicación destinada a la encriptación de datos a través del móvil (disponible para Android, según se puede comprobar en la web) y también extensiones especiales para los servicios de mensajería como MSN y Google Talk. Sin embargo, son los ataques informáticos dirigidos contra páginas gubernamentales y webs de medios internacionales los que más preocupan a los servicios de seguridad. Tecnología punta al servicio del mal.
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