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Virginia Melchor
Sábado, 19 de julio 2014, 01:30
Dolor, consternación, impotencia... Indignación. Todo eso y mucho más sacude Holanda, donde la historia ha vuelto a repetirse. La masacre aérea de este jueves al ser derribado por un misil un avión de Malaysia Airlines que enlazaba Amsterdam y Kuala Lumpur se ha cobrado la vida de 189 holandeses, que figuraban entre los 298 fallecidos que iban a bordo del aparato. La catástrofe es la mayor que ha conocido el país en casi cuatro décadas. Una sangría que ha hecho revivir otro día negro, aún más negro: un fatídico 27 de marzo de 1977, en el que 225 holandeses murieron en el siniestro más grave de la historia de la aviación. En medio de la niebla, dos aviones Boeing 747 de las compañías KLM (holandesa) y Pan Am (norteamericana) chocaron en la pista de despegue del aeropuerto de Los Rodeos, en Tenerife. El accidente se cobró 583 víctimas mortales.
La mala suerte se cebó con los ocupantes de sendos jumbos, el modelo civil más grande de la aviación hasta aquellas fechas. Ese día, ninguna de las dos aeronaves debería haber estado en Tenerife. Además, se trataba de un aeropuerto peligroso, según los expertos, a causa de su emplazamiento inadecuado y de sus habituales problemas meteorológicos. De hecho, este accidente era el sexto de importancia registrado en Los Rodeos desde 1965; los cinco anteriores habían causado 251 fallecidos.
La fatal coincidencia de varios factores facilitaron la tragedia. Los 373 pasajeros del avión americano y los 234 del holandés tenían como destino el vecino aeropuerto de Gran Canaria. Sin embargo, la explosión de una bomba de la organización separatista MPAIAC en una floristeria de la terminal de Las Palmas y el anuncio de una segunda deflagración truncaron su destino. Las autoridades aéreas se vieron obligadas a desviar los vuelos al aeropuerto de Los Rodeos.
En Tenerife la visibilidad era escasa, con bancos de niebla a ras del suelo. No obstante, los aterrizajes y despegues se desarrollaron con normalidad hasta que, como consecuencia de la llegada de los vuelos desviados, pronto se saturaron las zonas de aparcamiento y los aviones tuvieron que ser aparcados en las calles de rodadura. Con los accesos a la zona de despegue bloqueados por otras aeronaves, ambos jumbos tuvieron que utilizar la pista principal para ubicarse en la posición idónea para el despegue una vez que el tráfico con Gran Canaria fue restablecido. Esta circunstancia, sin ser del todo irregular, influyó en el accidente.
El piloto, causante del siniestro
El informe del suceso elaborado por la Comisión de Investigación de Accidentes española determinó que el piloto de la compañía holandesa KLM fue el causante del siniestro. Velthuyzen van Zauten no interrumpió el despegue cuando le comunicaron desde la torre de control que el aparato de la Pan-Am todavía estaba en pista, y a la pregunta del ingeniero de vuelo sobre sí el jumbo de la compañía norteamericana había abandonado la pista contestó con una afirmación rotunda. La comisión investigadora del accidente se preguntó cómo era posible que un piloto de la capacidad técnica del comandante holandés, que durante la escala efectuada en Tenerife parecía encontrarse en un estado de ánimo normal, pudiese haber cometido un error tan grave y tan básico, a pesar de las advertencias.
El siniestro de Los Rodeos sirvió para cambiar las normas de seguridad de los aeropuertos de todo el planeta. Los protocolos de comunicación entre las torres de control y los aviones se hicieron mucho más estrictos y completos. Además, en la formación de los pilotos y de la tripulación se incluyeron desde entonces cursos específicos de psicología y liderazgo.
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