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René Zellweger: a la izquierda, como Bridget Jones, a la derecha, el pasado lunes.
Encantada de no conocerse

Encantada de no conocerse

Detrás de la última metamorfosis de Renée Zellweger se esconde una chica insegura que nunca estuvo a gusto con su físico

arantza furundarena

Sábado, 25 de octubre 2014, 00:39

La doble de Renée Zellweger debe de estar de los nervios. Tiene ante sí una terrible encrucijada: o se opera o se va al paro. Porque la famosísima actriz que encarnó a Bridget Jones ya no es la que era. A sus 45 años se ha transformado en otra. No es que haya engordado o adelgazado en extremo, como le ocurría cuando encarnaba a la lunática reportera. Es que hoy se parece tanto a sí misma como se parecían los Chunguitos a los personajes que imitaban en 'Tu cara me suena' (o sea, nada). Y el resultado es que su cara ya no nos suena. Aquellas facciones aniñadas, aquel rostro de manzanita y aquellos ojillos rasgados que eran dos rayas risueñas se han ido para no volver. Han sido eliminados de su mapa facial por culpa de un abuso de la cirugía plástica. ¿Dónde estás Renée?, se preguntan sus fans a través de Twitter. «Aquí -podría contestar ella-, sepultada bajo una tonelada de bótox». La aparición de la actriz el pasado lunes en la gala de la revista Elle en Beverly Hills no solo conmocionó al mundo y traumatizó a sus seguidores (estaban ante la metamorfosis más inquietante después quizá la de Kafka), sino que se convirtió además por un buen rato en 'trending topic' con comentarios como este: «Cuando Renée sonríe se le suben los calcetines».

Tan global y unánime ha sido la crítica que la coprotagonista de Cold Mountain se vio obligada a ejercer su derecho a la réplica y envió un comunicado al semanario estadounidense People en el que no reconocía ningún tratamiento estético y aseguraba estar feliz con su nuevo aspecto. Zellweger está encantada de no conocerse. «Me alegro de que la gente diga que se me ve diferente -puntualiza-. Esto se debe a que estoy más feliz y más sana que nunca, viviendo una vida distinta, más plena. Y me parece genial que se note». Sin embargo, diferente no es sinónimo de mejor. En su caso, el cambio ha empeorado su aspecto. Aquella piel de porcelana de la que hacía tanta ostentación como Madonna o Nicole Kidman (otras dos transfiguradas) ha dado paso a una tez enrojecida y estresada.

Bótox y ácido

«Su nuevo rostro es fruto de un combinado de tratamientos quirúrgicos y médico estéticos mal planteados», ha explicado la doctora Mar Mira a la revista Telva. «En la frente parece que le han infiltrado tanto bótox que le ha provocado una asimetría en las cejas, sus ojos han perdido toda su viveza por el bótox y una posible blefaroplastia o remodelación de los párpados. También tiene una corrección en el dorso nasal que cambia mucho la expresión de la cara. En cuanto a los labios, parece que se ha retocado el arco mandibular y se ha infiltrado ácido hialurónico». En resumen, una restauración exhaustiva y tal vez cargada de buenas intenciones. Pero también Cecilia Giménez creyó estar mejorando el original cuando restauró el Ecce Homo de Borja...

La realidad es que la tejana Renée Kathleen Zellweger, hija de un ingeniero suizo y una enfermera noruega, nunca ha estado a gusto con su físico. Cuando rodó el musical Chicago junto a Catherine Zeta Jones ya dijo tener clarísimo que la guapa de la película era su compañera de reparto, a cuyo lado ella se sentía insignificante y vulgar. Ganadora entre otros premios de un Oscar, dos Globos de Oro y un BAFTA, Renée tampoco ha cosechado en su vida privada el éxito que le ha proporcionado el cine. Ha sido pareja inestable del espasmódico Jim Carrey, ligue de George Clooney, novia durante un año de Bradley Cooper... Y esposa del músico Kenny Chesney pero por muy poco tiempo, ya que tras una rutilante boda playera, Zellweger pidió el divorcio a los cinco meses alegando fraude. «Parecía un hombre honesto y de buenas palabras pero en realidad el carácter de Kenny era muy distinto», confesó la actriz decepcionada.

Su pareja desde hace dos años es el guitarrista zurdo Doyle Bramhall II, un tipo de pelo afro y aspecto desaliñado que es hijo de una leyenda del blues. Junto a él, Renée, que lleva más de tres años apartada del cine, dice haber reconstruido una vida caótica, causada por una «actividad frenética que me hizo caer exhausta». Hasta que consiguió «parar, construir un hogar, querer a alguien y crecer como persona. Mis amigos -dice Renée- me ven como una persona que transmite paz». Su público en cambio la ve como un alguien «virtualmente irreconocible».

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