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Virginia Melchor
Miércoles, 22 de octubre 2014, 00:49
Dicen que en la cirugía menos es más, que más vale pecar de prudente que dar la nota de por vida con una delantera exagerada o labios como salchichas. Pero hay algo peor todavía: no reconocerse a uno mismo tras pasar por el quirófano. Espejito espejito, ¿quién es la más bella del reino? ¡Otra, porque esa no eres tú!, parece responder enfurruñado el reflejo de algunas famosas más estiradas que unos leggins.
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El viaje en el tiempo de Donatella Versace se ha dado la vuelta, porque desde que se enganchó al bisturí parece 'Barbie geriátrica'. También la exuberante Pamela Anderson, que con semejante pechuga y estiramiento facial bordaría el papel en una playa con medusas asesinas del miedo que da. Lástima que la cirugía estética no aumente la esperanza de vida. La actriz Renée Zellweger pasó de ser una gordita maravillosa en Bridget Jones, a una delgadita con ojos como platos en la vida real. Su retoque en los párpados la han dejado prácticamente irreconocible. La inexpresiva cara de Nicole Kidman también parece puesta por el Ayuntamiento, y para colmo, en un museo de cera. La actriz de 57 años confesó en público que no sólo había sido una asidua a las inyecciones de botox, sino que estaba arrepentida y que no le había gustado el efecto. Dicen que se quejaba de sus pecas y que también recurrió a la cirugía para disimularlas. La cantante Sharon Osbourne, esposa de Ozzy Osbourne, ya renegó hace años de su adicción al botox. Llegó a decir que le daba miedo acabar como esa gente que parece que tiene el rostro planchado y congelado. Lo mismo que Kylie Minogue, que se prometió una y no más. Ya no lo hago, ni siquiera me acerco al botox. Tengo arrugas. Puedes ver las arrugas en mi cara..., dice orgullosa.
Otras están satisfechas con los resultados porque han conseguido una aparente naturalidad. Es el caso de Elsa Pataky, que si ya era mona antes de cambiarse la nariz, el mentón y los pómulos, aumentarse los pechos y los labios y realizarse una lipoescultura en los muslos y en los glúteos, ahora lo es más. Así cualquiera, pensarán. También doña Letizia es cada vez menos Letizia pero los expertos dicen que los numerosos retoques estéticos de la Reina -Casa Real sólo confirmó la septorrinoplastia- han dulcificado y armonizado su cara.
Ellos también lo han dado todo a cambio de aparentar ser más jóvenes. Normalmente, entregan su calva para que se la devuelvan con pelo. Los actores John Travolta, Jud Law y Mathew McConaughey han pasado de lucir más frente de la cuenta a presumir de cabello gracias a los transplantes capilares. Pero no son los únicos que se han hecho sus arreglillos. Brad Pitt redujo sus orejas de soplillo, Tom Cruise se puso dentadura y nariz nueva y Ben Affleck una barbilla menos prominente. Otros mejor que no hubiesen hecho experimentos, o al menos, no tantos. Los actores Sylvester Stallone y Mickey Rourke han abusado de tal manera del botox, que solo queda esperar que no sean de los que sacan morritos en las fotos.
Otras famosas reivindican fervientemente los retoques. Es el caso de Marta Sánchez y sus comparaciones. ¿Qué prefieres subir una montaña en bici o en moto? Yo en moto, la verdad. Las que no se operan se lo pierden, declaró en una revista. Alaska también presume públicamente de que su batalla por parecer eternamente joven se libra en los quirófanos: Que lo que no me ha dado la naturaleza, me lo de la ciencia.
Pero también las hay que reniegan del lifting, botox, ácido hialurónico, implantes mamarios y cualquier cosa por el estilo. A Mercedes Milá ni mencionarle el tema. Por mucho que os empeñéis no me voy a operar, afirma con frecuencia. Lo suyo es destapar clínicas fraudulentas de cirugía estética en el programa 'Diario de'. Tampoco Penélope Cruz es partidaria de desacelerar el paso del tiempo a golpe de bisturí. La actriz mantiene que ha visto a sus abuelas envejecer y están hermosas. Cada arruga en sus caras cuenta una historia.
No es de extrañar que a Martin Scorsese le cueste cada vez más encontrar actrices que transmitan emociones en los planos cortos. Vamos, que a este paso a la protagonista se le va a quedar la misma expresión en una escena de cama que en una de terror. La creencia de que la felicidad consiste en tener una cara bonita está demasiado implantada. Vivimos en una deuda permanente con las apariencias, porque -que se sepa- nadie ha pedido un transplante de cerebro para ver si le mejoran de ideas y sentimientos. Eso sí, mientras algunas mujeres viven sometidas al botox y los lifting que bombardean sus rostros, otras muchas plantan cara a la vida con toda su riqueza gestual y expresiva.
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