Cada segundo domingo de octubre toca sentarse a la mesa en Pobes para deleitarse con el sabor de un buen puchero de alubia pinta alavesa. Así lo manda la tradición desde hace 28 años, cuando se inauguró la Feria de la Alubia para reconocer a este producto «estrella». La cita, en la que colabora EL CORREO, es inamovible en el calendario. «Debe hacerse cuando acaba la cosecha», matizan en la actualidad los impulsores, un equipo de una treintena de personas formado por el equipo municipal y la asociación de Ribera Alta Mendi Artean. La siembra suele iniciarse en mayo y se alarga durante unos 120 días. «Es esencial hacerlo con la tierra caliente porque esta legumbre odia el frío», aseguraba a este periódico hace unos años –y en la misma línea– Pedro Ibáñez, uno de los primeros promotores de este evento culinario.
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Precisamente el cultivo de la alubia pinta alavesa se recuperó en la zona a principios de la década de los noventa, cuando un grupo de agricultores creó la Sociedad Agraria de Transformación Entresierras. Los expertos en estos campos apuntan que su sabor es tan exquisito porque se planta en «tierra floja, de piedra». «Las fincas están orientadas al sur, así que aprovechan el sol desde que sale. Todo esto ayuda a que la piel sea más fina y el caldo más gordo, para untar con ganas», continuaba Ibáñez.
La cata se mantiene como uno de los momento esenciales de la jornada, donde en ocasiones surgen colas kilométricas para hacerse con uno de estos reconfortantes platos. En el programa de la feria se proponen dos momentos para la degustación, con el reparto de cerca de 1.300 raciones a media mañana y, después, con una comida popular a base de alubias con sus sacramentos.
Y es que un guiso redondo siempre lleva morcilla, chorizo, costilla, oreja... Todo de cerdo, que debe ser cocinado con mucho mimo y otro tanto de 'bor-bor' para que el plato de cuchara tenga el resultado de un preparado a fuego muuuuy lento. Esas horas de paciencia se notarán cuando paladeemos una alubia potente de un granate intenso, fina, mantecosa, nada harinosa y con mucho almidón.
Los productores de este manjar también venden la alubia a aquellos que quieran convertirse en cocineros en sus hogares. A estos se suman otros comerciantes locales –de quesos, repostería, embutidos...– y artesanos. El programa se completa con actividades previstas para todos los públicos como actuaciones de danza, herri kirolak familiares, conciertos, festival de pelota... y, en la última edición, hasta exhibición de hípica.
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