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Manu Alvarez
Lunes, 2 de junio 2014, 01:38
El gozo en un pozo. Esto es más o menos lo que ha sucedido en Euskadi al pasar de las musas al teatro, o de la planificación a la realidad, en torno a la industria del coche eléctrico. Una cosa es predicar y otra dar ... trigo. Hace apenas unos años el País Vasco vivió un auténtico furor en torno al vehículo eléctrico, cuando se intuyó que ese sector estaba a punto de disparar sus cifras. Ahora, con el paso del tiempo, lo único que se han disparado son los "fracasos transitorios". Esto es, experiencias que nacieron con mucho futuro, al calor de una moda, que se han desinflado pero que, al menos y en el lado positivo, han dejado una notable experiencia en la materia. Una experiencia que servirá si algún día esta tecnología de movilidad tiene éxito. Ni las nuevas ayudas que acaba de anunciar el Gobierno de Mariano Rajoy parece que vayan a provocar un subidón en la demanda.
Hace tan sólo unos días, el presidente mundial del grupo Daimler, Dieter Zetsche, que asistió en Vitoria a la puesta de largo de las nuevas furgonetas de Mercedes, reconocía que en tan sólo cinco años las perspectivas en torno al coche eléctrico han cambiado por completo. En el inicio de la década, muchos analistas consideraron que había llegado el momento de apostar en firme. En Euskadi, el gabinete de Patxi López asumió ese reto con una lógica innegable: hay una gran experiencia tecnológica en el País Vasco ligada a la electricidad y también una amplia industria en el sector de los componentes de automoción.
En apenas un par de años se produjo un aluvión de proyectos. El controvertido proyecto del coche eléctrico Hiriko, guardado ahora en un cajón -era de libro que una idea que los norteamericanos estaban dispuestos a ceder no podía ser negocio-; la constitución de la red de recarga Ibil, creada por el EVE y Repsol, que aún languidece a bajo voltaje; la construcción y diseño de puntos de recarga, actividad en la que se embarcaron varias empresas o la fabricación de 100 unidades de furgonetas eléctricas en la factoría de Mercedes de Vitoria. Y.... ni una más.
Zetsche reconocía hace algunos días en su visita a Vitoria que la experiencia fue "positiva", enriquecedora desde el punto de vista industrial e incluso en el desarrollo de procesos de montaje que permitían hacer convivir en la misma línea el ensamblaje de vehículos eléctricos con los convencionales de motor de combustión. Satisfacción por el trabajo bien hecho, pero nada más. El negocio no llegó y de momento ni se le espera. El patrón de la multinacional alemana achacó el parón de la industria del vehículo eléctrico a que "no hay demanda" y justificó que no la haya "porque no está resuelta la red de puntos de recarga". Si alguien pregunta a quienes han instalado incipientes redes de recarga sobre las razones que les han llevado a ralentizar las inversiones, encontrarán que la justificación es siempre la misma: "Si no hay vehículos que recargar, ¿para qué quieres puntos de recarga?" Esto es, la tradicional pescadilla que se muerde la cola.
El presidente de Mercedes tiene clara la evolución a medio plazo. El vehículo eléctrico puro, alimentado por una batería, deberá esperar en el cajón mucho tiempo. A medio plazo tan sólo tendrá un desarrollo apreciable -aún está por ver si esplendoroso o mediocre- el híbrido, que combina el motor de combustible con la propulsión eléctrica.
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