Ángel Resa
Miércoles, 9 de noviembre 2016, 11:06
¿Anteto-qué? Antetokounmpo. Típico diálogo corto entre quien se siente incapaz de retener el apellido y el informante que quiere explicar el abanico de virtudes desplegado como cola de pavo real por el chico sobre el parqué. La criatura se llama Giannis, ... cumplirá los veintidós el día de la Constitución, es griego de ascendencia nigeriana y juega de casi todo en Milwaukee. De hecho, este chaval de 2,11 metros ya ejerce como la referencia máxima de los Bucks, un equipo modesto que sólo puebla la mitad de los asientos en el Bradley Center pese a la enorme fortuna de admirar la plasticidad infinita de un baloncestista absoluto. Dicen que su puesto natural es el de alero, y he de creerlo, pero en realidad puede desenvolverse entre las posiciones del uno al cuatro. Su entrenador, Jason Kidd, quizá el mejor base que haya existido en campo abierto, ya le ha encomendado la responsabilidad de subir la pelota. Una tarea que compatibiliza con Matthew Dellavedova al mando de un grupo dinámico e interesante. Anteto firma 21 puntos, 8 rebotes y 6 asistencias en 33 minutos y no para de progresar. Como les gusta decir a los americanos en ese cliché tan cursi, su límite se encuentra en el cielo.
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Los GM de la NBA directores deportivos aquí lo consideran el mejor extranjero de una Liga bastante colonizada. Su caso guarda parecidos razonables con el de Dirk Nowitzki, el legendario alemán de los Mavericks. Ambos saltaron de la Segunda División de sus países respectivos al torneo más importante del mundo. El CAI Zaragoza mostró un ojo clínico formidable para firmar un compromiso con Giannis nada más cumplir la mayoría de edad, pero le faltó la seducción necesaria para reclutarlo. El crío recibió la propuesta de Wisconsin y allá que se fue para labrarse una carrera que apunta síntomas de gloria. El griego de raza negra da mucho que hablar ahora mismo y se aventuran abundantes conversaciones futuras sobre él.
Antetokounmpo domina el arte del penúltimo pase, el previo a la asistencia que termina en canasta. Como base longitudinal organiza más que crea, pero muestra cualidades insólitas en alguien de su estatura. Por ejemplo, el manejo del balón propio de un uno y los reversos elegantes con los que supera a sus pares camino del aro. Juega de fuera a dentro y corta la zona como una estrella fugaz por el carril de en medio para colgarse de un aro que parece pertenecerle. En transiciones y contraataques es un animal indómito, atlético, de zancada larga y veloz. Un espectáculo. En un partido reciente, Giannis regaló a los aficionados algunas acciones de una sutileza hermosa. En una de ellas sube la pelota por el flanco derecho del ataque, gira sobre sí mismo para burlar el marcaje de su defensor, rectifica en el aire con el fin de evitar el tapón del hombre que sale a la ayuda, falla, coge el rebote ofensivo y anota. En otra amaga el triple, bota dos veces a zurdas (es diestro), dibuja un eslalon hacia el otro lado y deja una bandeja contra el cristal.
Atrás le favorece la tendencia de Milwaukee a zonear, en el límite justo de la defensa ilegal. Con ese entramado que semeja la tela de una araña Anteto se siente cómodo, más como vigía que agobiando al adversario, siempre atento a cortar las líneas de pase y emprender la carrera señorial que le distingue. Debido a sus condiciones físicas se siente capaz de emparejarse con exteriores por rapidez de movimientos y con hombres grandes por la envergadura de unos brazos que casi le permiten rascarse los tobillos sin agacharse. Una bendición en los cambios automáticos dentro de un equipo que defiende individualmente de aquella manera, que antepone la protección de la zona a soltar el aliento sobre el cogote del contrario.
¿Qué si necesita mejorar? Sí. Un tiro lejano sospechoso (20% en triples) y la decisión de aprovechar su atlético tamaño para reclamar balones en el poste bajo. Cuestiones que, vistos sus progresos, abordará con el tiempo. Ahora mismo ya es el jugador total que protagoniza pancartas en el pabellón. Cant stop Giannis (no se le puede parar) o In Giannis we trust (en él confiamos). Ya sólo falta que el Bradley Center se colme para contemplar la elegancia del baloncesto moderno. La de un chico criado en la cuna de los clásicos.
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