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Sergio Eguía
Miércoles, 14 de octubre 2015, 11:48
La cara oculta de las estrellas, allí donde sus sombras eliminan el brillo, nos fascinan aún más que sus éxitos. Es el morbo. Es una forma de vengarnos por la envidia que produce no poder alcanzar los logros que en ellos admiramos. El problema es ... que de tanto escarbar se acaba por sacar a la luz una desoladora realidad. Lamar Odom, ángel caído de unos Lakers con los que fue dos veces campeón de la NBA, es buen ejemplo de cómo la saña con la que se ha hecho trizas su imagen, su autodestructiva adicción a las drogas y los escándalos, esconden una realidad tan dolorosa que haría sonrojar hasta al más aficionado a la prensa rosa.
Lamar Odom está en coma en un hospital de Las Vegas. Anoche le encontraron inconsciente en la habitación de un prostíbulo en el que al parecer llevaba varios días encerrado en una monumental fiesta que bien podría acabar por costarle la vida. Todo es muy extraño. El lunes, hace dos días, corría como la pólvora el rumor de que el alero había fallecido. Sus representantes lo negaron ayer. Dijeron que Odom pasaba así a la lista de celebrities falsamente asesinadas en las redes sociales. Hoy lucha por su vida. Web especializadas en la farándula aseguran, de fuentes sin confirmar, que el deportista, de 35 años, está en coma, le fallan los riñones y su corazón parece no poder soportar el esfuerzo. Los conspiranoicos van ganando voz según avanza el día. Hace dos meses, el exmarido de Khloe Kardashian, la pequeña de poderoso clan, amenazaba públicamente a la familia con «contarlo todo si no dejaban de acosarle». Su ex mujer está ya a su lado en el hospital. También parece que ha viajado hasta allí Kobe Bryant. En la calle, un ejército de cámaras -profesionales y de ciudadanos con smartphones- esperan acontecimientos.
Todo en la vida de Lamar Odom ha sido excesivo. Su superlativa facilidad para el baloncesto. El carisma, que le ha llevado a ser foco mediático en cada una de las franquicias en las que ha militado: Clippers, Heat, Lakers, Mavericks. Hasta su frustrada incorporación a los Knicks tras la espantada de Vitoria fue portada de los principales medios deportivos -y de colorín- de Estados Unidos. Y si la fama que da jugar en la NBA fuera poco, su matrimonio, cuando poco convulso, con una de las habituales del papel cuché y la participación en varios realities de televisión hicieron de este chico de alma frágil el blanco de los más insensibles medios sensacionalistas. Un juguete roto.
El Nueva York del crack
Lamar Odom no ha tenido una vida fácil. Nació en un entorno hostil. En el Nueva York del crack y la heroína de los 80, en un barrio difícil como era la pequeña Jamaica de Queens en aquella época. Su padre abusaba de todo. En especial de la cocaína. Además, con solo 12 años perdió a su madre. Se la llevó un cáncer de colon. Lamar quedó huérfano en la práctica -por las adicciones de su padre- y se fue a vivir con su abuela, el único apoyo real con el que ha contado. Dicen que lucía el 7 en la camiseta porque era el número preferido de la anciana, que falleció ocho años después. Aún muy pronto para cualquiera.
La vida con su abuela le sacó de las calles. Logró acabar el instituto y el baloncesto le llevó a la universidad. Curiosamente a la de Las Vegas, ciudad en la que estaba refugiado en los últimos meses. Aunque allí volvieron los problemas. Nadie se creyó la elevada nota del examen de acceso al centro educativo. Era una trampa menor, pero a ella se le sumó que la Policía le denunció por solicitar servicios de prostitución. La afición a las señoritas de compañía no la ha abandonado nunca. La cosa se empezaba a desmadrar en la ciudad del pecado y acabó mal, como acaban estas cosas. La NCAA le cazó aceptando dinero por jugar y fue expulsado de la facultad.
Claro que jugaba demasiado bien como para que no se dejara pasar el tiempo y la NBA le abriera los brazos de par en par. Sonó con fuerza como número 1 de draft del 99. Al final fue el 4. Quizá porque se conocía ya que experimentaba con las drogas, que abusaba del alcohol... . En definitiva, su libertina forma de vida. No obstante, el talento en la cancha lo tapaba todo. En su debut profesional con los Clippers anotó 30 puntos.
Paaaron dos años de calma hasta el siguiente mazazo. Merecido. La NBA le suspendía 8 meses por violar la política antidroga por un admitido consumo continuado de marihuana.
De Los Ángeles dio el salto a Florida. Los Heat le querían junto a Dyane Wade. El Sol salía por el Atlántico. Sin embargo, dos temporadas más tarde, en la macro operación que llevó a Shaquille O'Neal a Miami lo usaron como moneda de cambio. Lo que resultó a la larga un regalo. Las primeras campañas de oro y púrpura las pasó aquejado de diversas lesiones. Hasta que Phil Jackson lo colocó de sexto hombre. Era la pieza de refresco desde el banquillo. El as en la manga con el que los angelinos lograron alcanzar dos campeonatos y que le valieron a Odom el reconocimiento como mejor jugador de la liga en ese rol de refresco. Tocó techo. Y entonces el niño que nació sin nada y lo había logrado todo se derrumbó.
Los focos del Staples Center no ocupaban el vacío de su hijo de seis meses fallecido de muerte súbita. El público solo se fijaba en su enfermiza manía de comer gominolas a todas horas. En la trastienda, sin ebmargo, había un delirio de continuas fiestas y excesos. Todo semisecreto hasta su entrada en la cárcel por conducir borracho.
Para entonces era carne de cañón de los ecos de sociedad en los que los Kardashian nadan como pez en el agua. El resto es cercano y conocido. Incluidas las extrañas muertes de sus dos mejores amigos este verano. El estrambótico intento de redención en Vitoria, en un Baskonia para el que trabajó durante 21 días: -dos encuentros disputados- es ya solo una anécdota. Hoy juega el partido más importante de su vida. Posiblemente el último. Y si lo que se filtra en redes sociales es cierto solo a medias, parece que está ya en la prórroga.
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