Matthew Dellavedova en el partido contra Golden State

Dellavedova, héroe por accidente

La entrega defensiva del base australiano ahoga al frustrado Curry en una final que gobierna LeBron de manera autoritaria

Ángel Resa

Miércoles, 10 de junio 2015, 12:28

La literatura, y el reportaje periodístico como género, siempre ha buscado ídolos en la rebotica, donde se junta la gente más allá del mostrador. Tipos anónimos que se abren importancia a base de un sentido supremo del deber, conscientes de integrar el ejército de un ... mariscal con la guerrera repleta de medallas. De un comandante en jefe al que defender hasta la extenuación. No hace falta indagar mucho entre las bambalinas de la final de la NBA para encontrar a uno de ellos. Se trata de Matthew Dellavedova, el base australiano que la pasada madrugada terminó tumbado en la camilla del hospital, adonde le llevó la ambulancia para insuflarle en vena la energía con la que combatir sus calambres severos. Terminó derrengado por un esfuerzo físico descomunal y la responsabilidad enorme de cubrir en la medida de lo posible la ausencia del lesionado Kyrie Irving. Si LeBron James se carga todo el equipo sobre el hombro como un San Cristóbal del siglo XXI, Delli lo acompaña con la fidelidad incondicional del escudero. Este hombre que generaba sospechas sobre su presencia en la Liga norteamericana ha crecido durante las eliminatorias y ahora mismo resulta difícil explicar la ventaja de Cleveland sobre Golden State (2-1) sin la aportación necesaria de este héroe por accidente.

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Los Cavaliers forman una tropa disminuida por los problemas físicos muy graves (Varejao, Love, Irving) al mando de uno de los generales mayores en la historia del baloncesto. Partían con desventaja en las apuestas frente a la sinfonía celestial de los Warriors. Como se anuncian los juicios en Estados Unidos, la serie definitiva enfrentaba a James contra el estado de California. Bueno, ante la bahía de San Francisco, en particular. Después de dos duelos resueltos en la prórroga uno para cada bando- la pugna se trasladaba a Ohio. El gran mérito de Cleveland ha de localizarse en su triunfo de la segunda entrega. Ya sin su base titular -el segundo hombre del equipo en el escalafón- los Cavaliers se apuntaron un partido denso, feo, duro y emocionante. Gracias a LeBron, por supuesto que sí, pero sin olvidar el elevado peso específico de Dellavedova, las buenas prestaciones de Timofey Mozgov, el rebote ofensivo de Tristan Thompson que resucita ataques moribundos y la defensa colectiva. Algo, o mucho, habrá aportado David Blatt a la armónica contención del conjunto tras dictar cátedras sucesivas en el Maccabi de Tel Aviv.

La ventaja del no favorito durante esta serie que ya se preveía larga parte de la frustración en la que vive el maravilloso Stephen Curry, ahogado por su propia falta de puntería y el agobio al que le somete el australiano. Delli es ese forúnculo que pasa los bloqueos de primero o recupera la posición si no lo consigue, que percute, que se exprime, que acepta los contactos y hasta los busca, que molesta lo suficiente para facilitar el rebote de un compañero, que es valiente, que mira el aro cuando los Cavaliers se estancan. Como suele ocurrir. Se funde tanto en la vigilancia al mejor jugador de la fase regular que parece un añadido de su camiseta. Curry no disfruta en esta final de la que no es protagonista, oculto bajo la sombra inmensa que proyecta LeBron, dominador absoluto hasta la fecha de esta pugna por el anillo. Ambos meten solo el 40% de los tiros, pero la jerarquía del alero habita de momento varios pisos por encima del extraño papel complementario que viene ejerciendo el base de Golden State. Stephen ha anotado en las tres primeras entregas el 31% de sus intentos triples y aún debe rumiar su propia caricatura en la segunda: 5 aciertos en 23 lanzamientos de campo.

El tormento de Curry no solo le afecta a él. Tiene una repercusión más que notable en el desplome baloncestístico de los Warriors, pacientes contra su voluntad de un ritmo que favorece claramente a su adversario. Cleveland ha llevado el duelo al terreno que le conviene, al de los marcadores bajos, la preminencia defensiva, el físico como argumento y los bajos porcentajes. En el baloncesto racial de toda la vida basa su sorprendente 2-1 tras recuperar el factor cancha. Es cierto que el formidable juego colectivo de los Warriors -y los números- desde finales de octubre se merece el título, pero LeBron y compañía piensan de modo diferente con su baloncesto a contraestilo. Los Cavaliers se encomiendan en ataque a los aclarados para el rey y se juramentan en torno al rebote, el despliegue físico y una defensa ejemplar. Vemos sufrir por primera vez a Curry en una cancha porque si logra eludir el calvario de Dellavedova, Blatt manda las ayudas necesarias para tapar su letal tiro y fundir los plomos que alumbran a toda la bahía. Nadie se atreve a pronosticar el desenlace de la final. Sí a reconocer que el base australiano, el ídolo de la trastienda, el héroe por accidente es un iconoclasta. Está mordiendo la paciencia de Curry, ese santo del baloncesto que necesita recobrar sus papeles y rearmarse de confianza. Buena parte de las opciones de Golden State dependen de la muñeca linda que heredó de su padre.

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